lunes, 29 de abril de 2019

Entrevista en "Jamón del medio"

Ocupación, informalidad y desempleo: más fracasos del Gobierno

Ocupación, informalidad y desempleo: más fracasos del Gobierno


Por Lic. Guillermo Moreno, Dr. Claudio Comari, Lic. Norberto Itzcovich

Describimos, pocas semanas atrás, un sucinto repaso de las principales directrices (dispersas y contradictorias) que orientaron las decisiones en el "experimento económico" del gobierno de Cambiemos.

En esa "Bitácora del fracaso" (BAE Negocios, 15/4/19), identificábamos tres distintas etapas en las que, pese a sus sesgos distintivo, el oficialismo fue acumulando la sumatoria de desaciertos que configuraron el irresoluble intríngulis económico al que condujo al país y sus empresas.

Esa errática trayectoria de decisiones, que, como dijimos se expresó de distintos modos en cada etapa, tuvo su reflejo en el mercado de trabajo.

No puede ser de otra manera, ya que, en términos económicos, finalmente, el trabajo humano es uno de los factores de producción, que tanto puede prosperar bajo las condiciones adecuadas, como sucumbir ante las adversas.

El empleo en la era del exterminio del mercado interno


Como denotábamos en el artículo arriba citado, en el inicio de la actual gestión, su característica distintiva fue la de dañar, irreparablemente, el mercado interno.

Ello fue consecuencia de la duplicación del costo de la canasta alimentaria, tanto por la vía de la reducción/eliminación de las retenciones, como por la súbita variación del tipo de cambio, ya que tal modificación de los precios relativos restringió la capacidad de compra de los ingresos populares sobre los bienes y servicios no esenciales, situación que a posteriori se agravó con la aceleración del proceso de dolarización de las tarifas.

En esta etapa, las empresas argentinas no sólo lidiaron con la disminución de la capacidad de consumo de las familias, sino que, además, debieron enfrentar la apertura comercial derivada de la desacertada estrategia de integración internacional, desprotegiéndolas frente a la oferta de sus competidores no residentes.

Las estadísticas oficiales del trabajo registrado (que obviamente no contemplan el empleo informal ni la capacidad ociosa en la utilización de la fuerza de trabajo1, que representan la subocupación y la desocupación), reflejan una pérdida de más de 110.000 inscripciones en los primeros seis meses del gobierno de la alianza Cambiemos.

Duplicaron el déficit fiscal y pensaron que generaban empleo


También señalamos con anterioridad que, cuando la contracción del mercado interno se hizo tan evidente, el oficialismo decidió profundizar aún más el desequilibrio de las cuentas públicas multiplicando los gastos estatales, especialmente los que se canalizaban mediante las obras públicas, duplicando el déficit fiscal.

Tal proceso, en el siguiente año y con la vista puesta en las elecciones de medio término, fue acompañado por la expansión del crédito desde las arcas de la ANSES y de la banca pública (fundamentalmente los ajustados por UVA).

Ello se expresó, en los registros laborales, como un ciclo expansivo que se explica por la conjunción de las inscripciones de puestos de trabajo preexistentes, con la creación de nuevas posiciones.

Entre los primeros, sobresale la categoría de independientes monotributo, un caso en el que la mayor parte de las nuevas registraciones no corresponden a la creación de puestos de trabajo, sino que son explicadas por la inscripción de posiciones preexistentes, declaradas a partir de la eliminación de la restricción al acceso al sistema de asignaciones familiares.

En el segundo grupo, los mayores aportes fueron los que provenían de los puestos de trabajo creados por los planes sociales (que se identifican como independientes monotributo social) y del empleo público directo.

En el sector privado, el "rebote" fue mucho más modesto y comenzó en agosto de 2016. Aunque se logró recuperar el terreno perdido y hasta incrementar la cantidad de asalariados registrados en las empresas en 56.000 casos (respecto de los que había en el momento de la asunción de Cambiemos), desde marzo del año pasado, en consonancia con el desarrollo de la Supercrisis, se observa un proceso de contracción permanente.

Es que, como dijimos, en el transcurso de esos meses de crecimiento económico basado en los anabólicos del aumento del gasto público y del endeudamiento en dólares con que se lo financió, los únicos fundamentos asegurados fueron los "déficits gemelos" de los sectores externo y fiscal.

Alcanzados los niveles de desequilibrio macroeconómico que, en términos fiscales provocaron el colapso del gobierno de Alfonsín, y en el sector externo, el de De la Rúa, el oficialismo perpetró un nuevo giro: el llamado al Fondo Monetario Internacional ( FMI).

Entra el Fondo, sale el empleo


El esquema, basado desde sus inicios en la inconsistencia entre una política monetaria contractiva y el comportamiento fiscal expansivo (que multiplicó los desequilibrios preexistentes) llegó a su fin cuando los prestamistas externos no sólo se mostraron reacios a seguir financiando a la Argentina, sino que comenzaron a tomar precauciones ante las evidentes dificultades de repago de las obligaciones contraídas.

Como hemos marcado en otras oportunidades, los fondos a girar a la Argentina por el FMI debieran servir como garantía de los créditos otorgados por entes extranjeros, al reemplazar un acreedor (el sector privado) expuesto a la posibilidad de cesación de pagos, por otro (el organismo multilateral) que está prácticamente blindado contra esta alternativa.

Ya no hay nada que hacer con la economía de Cambiemos: los desequilibrios son irresolubles

Luego de la delirante actuación del BCRA dilapidando el primer desembolso del préstamo recibido, y que la suba del "riesgo país" y del tipo de cambio certificaron la insustentabilidad del plan en curso, nació el "acuerdo revisado" entre el gobierno argentino y el FMI.

Este, en rigor, no es más que un arreglo para evitar que se vuelvan a despilfarrar los fondos desembolsados y garantizar que se apliquen a su finalidad original, esto es, el pago de la deuda soberana a los tenedores no residentes.

Por ello se basa en la prohibición de la expansión de la base monetaria, y en las siderales tasas de interés con las que el BCRA absorbe lo que considera "exceso de liquidez", con lo que se ha devastado el funcionamiento del aparato productivo.

Contabilizando todas las categorías de trabajadores registrados, entre diciembre de 2017 y febrero de 2019 (última estadística disponible), se perdieron 295.000 inscriptos.

Claro está que, una vez más, es el sector privado el que sufre la mayor contracción. En 2018, decreció en casi 137.000 el número de asalariados en las empresas.

Como hemos advertido, las categorías típicas del trabajo privado (autónomos y asalariados), han seguido una trayectoria predominantemente destructiva, en forma consistente con el desempeño del sector (" Trabajo en el sector privado: el pato de esta boda", BAE Negocios, 18/3/19).

Por el contrario, el sector público ha tendido a crecer, aunque las espasmódicas decisiones de los funcionarios nacionales han determinado la errática trayectoria seguida.

Es innegable que el saldo general de la gestión de Cambiemos es negativo también en el terreno del mercado de trabajo. Los reportes oficiales muestran un bajísimo crecimiento en el número de inscriptos (50.000), que se convierte en nulo (o negativo) si se descuentan los casos de registración de puestos de trabajo preexistentes en la categoría Independientes monotributo, derivada de los estímulos fiscales antes mencionados.

El balance empeora mucho al considerar el crecimiento vegetativo de la población, que no pudo ser absorbido en ninguna medida por el mercado laboral.

Desocupación: ¿hasta cuánto llegará?


De acuerdo con las correlaciones observadas a lo largo del tiempo en el mercado de trabajo argentino entre el empleo registrado y el del sector informal, y considerando el crecimiento vegetativo de la población, podemos deducir que el contingente de desocupados se engrosó en más de un millón de personas durante el año pasado y lo que va de 2019.

Previsiblemente, el proceso destructivo de empleos se acentúa debido a la continuidad de la crítica situación económica, sin atisbos de que la recesión toque piso. La totalidad de los informes estadísticos, oficiales o privados, dan cuenta de la mayor disminución de la actividad económica registrada en el primer trimestre del año.

Son numerosas las empresas, de todos los tamaños y rubros, que se han visto forzadas a cerrar sus operaciones, iniciaron concursos de acreedores o procesos preventivos de crisis, mientras que muchas más enfrentan situaciones sumamente comprometidas en el futuro inmediato, especialmente aquellas sobre las que se conjuga este contexto de desplome de las ventas con pasivos cuantiosos de difícil refinanciación.

La pérdida de posiciones registradas alcanzó a 295.000 entre diciembre de 2017 y febrero de 2019, de los cuales más de 65.000 se produjeron los dos primeros meses del año en curso, cifra que, al menos, se replicó durante marzo y abril.

En un cálculo extremadamente conservador, a la pérdida de posiciones registradas (350.000 entre diciembre de 2017 y abril de 2019), se debe adicionar la del empleo no registrado (entre 300.000 y 350.000), y la imposibilidad de inserción de las casi 330.000 personas que en 2018 y lo que va de este año ingresaron a la Población Económicamente Activa (PEA).

Sobre los aproximadamente 20 millones de personas que componen a ésta, la tasa de desocupación representa alrededor del 12%.

Este es, de mínima, el cruento paisaje que consiguió el gobierno, aun a fuerza de actividades de refugio, desaliento e incluso mendicidad.

Ya no hay nada que hacer desde la economía de Cambiemos: los desequilibrios alcanzados son irresolubles. En el actual esquema (mientras sobreviva), la volatilidad de las principales variables macroeconómicas es tal, que resulta imposible prever el ritmo de deterioro del mercado de trabajo.

Depende íntegramente de las representaciones institucionales (políticas y sectoriales), producir el rotundo viraje que, simultáneamente, restituya los equilibrios macroeconómicos, dinamice los mercados, y proteja al entramado social, permitiendo la revitalización del aparato productivo y con ello, una nueva etapa de creación de empleos.

1 Aclaramos que hay una multiplicidad de vocablos (como empleo, puesto de trabajo, ocupación, etc.) que, en el lenguaje corriente, pueden ser utilizados como sinónimos, o adquirir significados distintos según su contexto. Aquí nos referimos a las actividades laborales cuyo destino previsto es el mercado de bienes y servicios, pero éstas no abarcan la complejidad del concepto de trabajo. En términos técnicos, las normas estadísticas internacionales para las mediciones del mercado de trabajo, precisan e identifican cinco formas mutuamente excluyentes: a) trabajo de producción de bienes o servicios para el autoconsumo, que incluye el trabajo doméstico no remunerado; b) trabajo en la ocupación, realizado para terceros a cambio de remuneración o beneficios; c) trabajo en formación no remunerado, para adquirir experiencia o competencias; d) trabajo voluntario, sin remuneración y no obligatorio realizado para terceros; e) otras actividades productivas.

*MM y Asociados

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lunes, 22 de abril de 2019

Complejo sojero: fuente de divisas

Complejo sojero: fuente de divisas


Por Lic. Guillermo Moreno, Dr. Claudio Comari, Lic. Norberto Itzcovich

Algunas de las directrices del capitalismo moderno, en el marco del Nuevo Orden Internacional (NOI), tienden a la protección y el fortalecimiento de los mercados internos (a partir de mejorar el poder adquisitivo de los ingresos populares - IP1), los cuales se constituyen en los elementos iniciales de las condiciones endógenas de desarrollo.

Este razonamiento se da de bruces con la tendencia de ciertos actores económicos a pensar que la disminución proporcional de los sueldos y salarios permite incrementar su tasa de ganancia.

La forma adecuada de encontrar una resolución a esa falsa dicotomía es la apropiación, por parte del conjunto de la sociedad, de las rentas extraordinarias2.

Para maximizar el aprovechamiento de esos vectores de competitividad, se deben utilizar las políticas regulatorias pertinentes.

Habiéndonos explayado abundantemente sobre la relevancia de la provisión de energía a precios competitivos3 para nuestras industrias, y más recientemente sobre dos de las producciones emblemáticas, las de carne vacuna4 y leche5, encararemos a continuación el análisis de otro sector relevante para la actividad económica nacional: el complejo sojero.



Revolvamos la ensalada


Hacia finales de la década del ´80 se consolidó en nuestro país el método de siembra directa, que generó un cambio en el paradigma de la agricultura a partir del cual la soja cobró fundamental relevancia.

El quantum de la producción argentina necesita inexorablemente del mercado internacional ya que, por ejemplo, si la cosecha 2018/19 se ubicara entre 52 y 54 millones de toneladas, y se comercializara sólo en el mercado interno, la resultante sería un consumo teórico de aproximadamente 3 kg de soja por día, por habitante6.

En relación con el comercio exterior, una estimación propia realizada para el año 2019, arroja como resultado que las exportaciones de soja y sus derivados alcanzarán los U$S18.000 millones, por lo que ingresarán al fisco casi U$S5.000 millones en concepto de derechos de exportación (18% de tasa más la imposición de 4 pesos por dólar exportado, calculada al tipo de cambio actual).

Para realizar este ejercicio consideramos idéntica proporción de producto y subproductos que en 20187, y tomamos en consideración los precios internacionales de mediados de abril de 2019.

Ello significa que el estado se apropiará de un 27,4% del monto obtenido por las ventas al exterior del complejo sojero.

El aceite: un acuerdo entre privados que debe funcionar


A diferencia de los casos referidos de la carne vacuna y la leche, la imposición de retenciones a la exportación sí tiene sobre esta oleaginosa un interés recaudatorio, además de evitar, dada su alta productividad, la generación de un monocultivo y las consecuencias económicas y sociales que ello acarrearía.

Parte de esa recaudación podría volver al propio sector, mejorando algunas de las características que tenía el Fondo Federal, conocido como fondo sojero.

En el caso específico del aceite8 resulta relevante que las necesidades del mercado interno, tanto en precio como en cantidad, se vean completamente satisfechas.

En este marco, debe ser el propio sector privado (productores y comercializadores) quien se ocupe de proporcionar los cupos necesario para que ello ocurra, administrando los recursos en beneficio de la comunidad, sin que sea necesaria la intervención del estado, dado que, en ese esquema que podría denominarse como "win-win", todos los eslabones, incluidos los consumidores, obtienen lo suyo en proporciones razonables.

Esta tarea puede desarrollarse, por ejemplo, a través de un fideicomiso, como el que tuvo lugar de manera eficiente hasta el año 2016, donde el fiduciario, elegido por el propio sector, lleva adelante su gestión con la prudencia y diligencia propias del buen hombre de negocios.

Ahora bien, para ofertar al conjunto de los consumidores algunos alimentos indispensables a precios razonables, se necesita un contexto macroeconómico consistente, en el que es indispensable lograr y mantener los superávits gemelos (fiscal y externo) a fin de conseguir un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS) orientado a la producción.

1-Los Ingresos Populares (IP), incluyen los sueldos y salarios, jubilaciones, pensiones y asignaciones.

2- "Cómo seguimos", BAE Negocios 29-01-18.

3- "Una Argentina de pleno empleo es posible y necesaria", BAE Negocios 19-2-18.

4- "El precio de los alimentos en una economía orientada a la producción", BAE Negocios 4-3-19.

5- "El precio de los alimentos en una economía orientada a la producción, la cuestión láctea", BAE Negocios 25-3-19.

6-Los derivados de la soja incluyen la harina, el aceite y el biodiesel. Respecto de este último, debe tenerse en cuenta que comenzó a tomar relevancia cuando el precio internacional del petróleo se encontraba en plena alza, lo que a su vez produjo el incremento del precio de la soja hasta niveles que rondaban los 600 dólares por tn (año 2008). Luego, en forma concomitante con el desarrollo de la revolución energética en EE.UU., y la consecuente baja del precio de los combustibles fósiles en aquel mercado, fue perdiendo las ventajas competitivas iniciales, aunque, naturalmente, debieron seguir contemplándose los desarrollos ya implementados por esta industria.

7-Otra decisión desacertada del gobierno fue no diferenciar el grado de elaboración de productos al interior del complejo sojero al implementar las retenciones. Ello pone un techo a sus ventas externas, al favorecer las del poroto en detrimento de las de productos más elaborados.

8-El aceite mezcla que se comercializa en el mercado doméstico está compuesto en un 95% por soja.

*MM y Asociados

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lunes, 15 de abril de 2019

Entrevista en "Wake up Team"

Entrevista en "El Giglico"

Bitácora del fracaso

Bitácora del fracaso


Por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

En la Argentina de estos días, el gobierno se redujo a la acción del Banco Central de la República Argentina ( BCRA) y a la gestoría del Ministerio de Hacienda frente al Fondo Monetario Internacional ( FMI).

El primero, dedicado a espiralizar la tasa de interés como modo artificial de control sobre el tipo de cambio, sustitutivo del equilibrio del sector externo; el segundo, haciendo trámites para que los dólares del préstamo del FMI lleguen al Tesoro.

Mientras tanto, en el mercado se observa, por el lado de la oferta global, el desplome de la producción, de las importaciones y del devengamiento de impuestos, al igual que, por la arista de la demanda global, se contraen el consumo privado, la inversión y el gasto público, al tiempo que las exportaciones no muestran reacción significativa.

Todo ello en el marco de una economía desprotegida (a contramano de lo que sucede en el resto del mundo, donde se impone como regla la administración del comercio exterior), con un tipo de cambio no competitivo y tasas de interés reales inauditas.

No "pasaron cosas", sino que Cambiemos las hizo. Anteriormente hemos caracterizado como "la política del después vemos" (BAE Negocios, 21/1/2018) a la conducta oficialista de intentar resolver un problema a través de medidas inconexas, generando uno más grande y complejo aún.

Sin gestión gubernamental para revertir el desolador panorama, lo peor de todo es que el oficialismo se propone persistir en la mala praxis que nos condujo hasta aquí, aunque "acelerando".

Etapa 1: exterminar el mercado interno

Nunca se vio en nuestro país un gobierno que, violentando las más elementales reglas del buen arte económico, realizara una gestión en la que prácticamente ningún sector saliera beneficiado.

Más allá de la renta generada en el alquiler de la tierra y, circunstancialmente, del sistema financiero en el cortísimo plazo,1 el conjunto de las empresas tuvo que lidiar con un entorno hostil.

Es que el esquema económico de Cambiemos, basado desde sus inicios en la inconsistencia entre una política monetaria contractiva y un comportamiento fiscal expansivo, se ocupó de multiplicar los desequilibrios preexistentes.

Y aunque no fuimos pocos los que advertimos, allá por 2016, que tal estrategia era insostenible, Cambiemos optó por persistir en ese camino que, inevitablemente, conducía al fracaso actual.

Paso a paso, el oficialismo fue enhebrando la secuencia de causalidades de la Supercrisis en curso.

Su primer movimiento fue el irreparable daño al mercado interno que produjo al duplicar el costo de la canasta alimentaria, tanto por la vía de la reducción/eliminación de las retenciones, como por la súbita variación del tipo de cambio.

Tal modificación de los precios relativos restringe la capacidad de compra de los ingresos populares sobre los bienes y servicios no esenciales, situación que se agravó con la aceleración del proceso de dolarización de las tarifas.

Las empresas nacionales no sólo lidiaron con la disminución de la capacidad de consumo de las familias argentinas; además debieron enfrentar la apertura comercial derivada de la desacertada estrategia de integración internacional, desprotegiéndolas frente a la oferta de sus competidores no residentes.

Etapa 2: el gasto público como aparente salvavidas

Para marzo de 2016 la contracción del mercado interno era evidente, por lo tanto, también lo era que el sector privado -carente de oportunidades de negocios- no podría dinamizar la economía en tal esquema.

En este marco, el oficialismo decidió profundizar aún más el desequilibrio de las cuentas públicas multiplicando los gastos estatales, especialmente los que se canalizaban mediante las obras públicas, duplicando el déficit fiscal.

En el siguiente año, con la vista puesta en las elecciones de medio término, la expansión del crédito desde las arcas de la ANSES y de la banca pública (fundamentalmente los ajustados por UVA), permitieron a Cambiemos replicar los resultados electorales de 2015, convirtiéndolos en un triunfo que, supuestamente, auguraba una segura reelección.

Sin embargo, en el transcurso de esos meses, los únicos fundamentos asegurados fueron los "déficits gemelos" de los sectores externo y fiscal.

Es que, para la financiación de este último, se contrajo deuda en dólares que, para ser aplicados en los pagos correspondientes, requerían su cambio a pesos. Para evitar que esas nuevas emisiones elevaran la inflación, el BCRA las absorbía mediante onerosos instrumentos que multiplicaron el déficit cuasi fiscal.

Producto de esta fatal ecuación, en que los préstamos pagaron doblemente los intereses (los originales en dólares y los derivados de la conversión a pesos y su absorción por el BCRA), se magnificó el endeudamiento en moneda dura y, al mismo tiempo, se esmeriló la competitividad de nuestras exportaciones por la apreciación cambiaria originada, entre otras fuentes, en el estímulo al carry trade.

Así se completó el estrangulamiento perfecto para nuestras compañías: no habría capacidad de consumo en el mercado interno ni buenos precios para competir en el mercado externo.

Etapa 3: éramos pocos y parió el Fondo

A poco de comenzado el año 2018, el gobierno nacional hizo su última salida a los mercados voluntarios de deuda.

El experimento en curso llegaba a su fin, ya que los prestamistas externos no sólo se mostraron reacios a seguir financiando a la Argentina, sino que comenzaron a tomar precauciones ante las evidentes dificultades de repago de las obligaciones contraídas.

Así lo manifestó el crecimiento de la prima de riesgo de default de las compañías aseguradoras, fungiendo como alerta para el sistema financiero internacional que promovió una visita -fuera de agenda- de Christine Lagarde a nuestro país, en marzo del año pasado.

Un mes después, la toma de ganancias del carry trade y el fly to quality (vuelo a la calidad) de los inversores internacionales, activó la corrida cambiaria que culminó con la solicitud del préstamo al Fondo Monetario.

El acuerdo alcanzado, por un monto inusitado (que representa 11 veces la cuota que aporta por su participación nuestro país), implicó que los fondos a girar a la Argentina por el FMI sirvieran como garantía de los créditos otorgados por entes extranjeros, reemplazando un acreedor (el sector privado) expuesto a la posibilidad de cesación de pagos, por otro (el organismo multilateral) que está prácticamente blindado a esta alternativa, como quedó demostrado en diciembre de 2001.

A la supervivencia de los déficits fiscal y de sector externo en niveles de colapso2, se agregó la delirante actuación del BCRA dilapidando el primer desembolso del préstamo recibido.

Para setiembre, la suba del "riesgo país" y del tipo de cambio, certificaron la insustentabilidad del plan en curso y el deterioro de la autoridad que debía implementarlo.

Así nació el "acuerdo revisado" entre el gobierno argentino y el FMI, que, en rigor, no es más que un arreglo para evitar (al prohibir la expansión de la base monetaria) que se vuelvan a despilfarrar los fondos desembolsados y garantizar que se apliquen a su finalidad original, esto es, el pago de la deuda soberana a los tenedores no residentes.

Como dijimos meses atrás ("El domo del FMI", BAE Negocios, 8/10/18), el organismo " intenta contener las ondas expansivas del colapso de la economía nacional, dentro de nuestras fronteras".

Un viraje necesario


Las siderales tasas de interés con las que el BCRA absorbe lo que considera "exceso de liquidez", han devastado el funcionamiento del aparato productivo3.

Pese al generalizado llamado a la cordura que realizan propios y extraños al gobierno, señalando las desastrosas consecuencias de la política monetaria, y los dramáticos resultados que exhiben los indicadores oficiales y privados, "el mejor equipo" persevera en el camino del fracaso.

Ahora sí, sin hacer pronósticos (lo que equivale confesar que se conduce sin tener idea de las consecuencias de su acción), sólo afirma que irá más rápido.

Bajo estas condiciones, nada bueno puede prosperar. Los desequilibrios alcanzados son irresolubles y por lo tanto el colapso del esquema macroeconómico resulta inevitable.

Es por ello que depende íntegramente de las representaciones institucionales (políticas y sectoriales), que irrumpa un rotundo viraje que abra paso a un proceso de sentido contrapuesto al transitado hasta ahora, permita restituir los equilibrios macroeconómicos, dinamizar los mercados, y proteger al entramado social, en forma simultánea.

1- No necesariamente es así, si los cómputos se realizan en moneda dura; además es necesario considerar los riesgos de incobrabilidad.

2- Cambiemos consiguió, a un mismo tiempo, los desequilibrios macroeconómicos que, en términos fiscales provocaron el colapso del gobierno de Alfonsín, y en el sector externo, el de De la Rua.

3- “Subir la tasa de interés. Un remedio peor que la enfermedad”. BAE Negocios. 23/7/18.

*MM y Asociados

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lunes, 8 de abril de 2019

Entrevista en "Chiche 2019"

¡¡Así no se puede seguir!!

¡¡Así no se puede seguir!!


Por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

Parafraseando los enjundiosos conceptos recientemente vertidos en el congreso de la lengua, antes proferidos en un pochoclero film hollywoodense, podríamos decir que el "momento" de mayor oscuridad ocurre justo antes del amanecer siempre y cuando despunte el alba.

El gobierno intenta convencer a la población de que ese "momento" fue dejado atrás en noviembre pasado, tratando de encontrarle a la caída en el nivel de actividad un imaginario piso que en la realidad no se vislumbra, basado en curiosos resultados de mediciones desestacionalizadas intermensuales1.

Sin embargo, cualquier empresario, al calcular su nivel de ingresos reales, que es la facturación menos la variación de precios de los últimos 12 meses, ya sea que utilice los índices oficiales o elabore los propios a partir de la variación de los costos de sus principales proveedores, observa de modo palmario, día a día, la magnitud y continuidad de la debacle de su negocio.

Oportunamente, en nuestro artículo "Subir la tasa de interés, un remedio peor que la enfermedad" (BAE Negocios, 23-7-18) señalamos que el nivel de las tasas de interés impactaba severamente en todas las compañías, independientemente de su tamaño, hasta paralizar crecientemente las actividades de producción y comercialización de sus bienes y servicios.

Sin embargo, el oficialismo, con una incapacidad técnica manifiesta persiste, como estamos observando en las últimas semanas, en su política de exorbitantes tasas de interés reales.

La idea que subyace es que ello resulta, para la actividad económica, menos dañino que un tipo de cambio al alza, teniendo como único horizonte durar unos meses hasta las elecciones.

Con cotidianas muestras de inoperancia e irresponsabilidad el gobierno, que dilapidó el monto ingresado por el primer desembolso del Stand by con el FMI, pretende hacer lo mismo con el actual, solicitando autorización al organismo internacional para vender U$S 60 millones diarios, hasta totalizar U$S 9.600 millones.

Es decir que, en las próximas semanas, si mantiene el tipo de cambio más o menos estable, la tasa de interés efectiva ¡en dólares! se acerca al 100%. Difícil encontrar palabras, que no merezcan censura, para calificar estas medidas.

Y todo ello, agravando cada día la situación de extrema fragilidad que dio origen a la Supercrisis, al agudizar los déficits fiscal y externo.

El déficit fiscal en niveles de "game over"



Si bien en el actual contexto de alta volatilidad de las variables macroeconómicas se hace imposible calcular el Déficit Fiscal Total2 (DFT) de todo el año 2019, para el primer cuatrimestre a punto de terminar, este se ubicará en el entorno del 13% del PIB.

Así, alcanzaría idéntico nivel que aquel que provocó la salida del gobierno de Alfonsín en la crisis de 1989.

Respecto del déficit primario3 (uno de los componentes del DFT), ocurre que dada la brutal recesión a la que se ve sometida la actividad económica, los ingresos tributarios, a pesar de las mejoras esperadas por la reciente imposición de las retenciones, caen a mayor velocidad que los gastos4. Existe ya un consenso general en que el oficialismo también incumplirá con este objetivo acordado con el FMI, por lo que dicho guarismo se mantendrá en niveles similares a los de 20185.

Si al rojo operativo del 2,7% del PIB, se agrega el 3,6% en concepto de intereses de la deuda pública, el déficit financiero alcanza el 6,3%.

Adicionalmente, un 1% corresponde al déficit generado por las jurisdicciones subnacionales, que, si bien en muchos casos han equilibrado sus cuentas, se ven perjudicadas por los intereses que deben erogar producto de las altísimas tasas promovidas por el BCRA, y por la devaluación que impacta en los servicios de las deudas tomadas en moneda dura.

Para completar el panorama, el elevado déficit cuasi fiscal, generado por los pasivos remunerados de la autoridad monetaria (principalmente Leliq) alcanza un 5,3% del PIB.

Dólares: garúa cuando entran, diluvia cuando salen



La alianza cambiemos tiene como único parámetro económico la conducta que observe el tipo de cambio con el objetivo puesto en el resultado electoral.

En consecuencia, para tratar de detener las expectativas devaluatorias, el oficialismo y sus adláteres esperaban ansiosos la llegada del mes de abril, y con él, de los dólares de la cosecha.

Suponen que, junto con el mencionado monto "salvador" autorizado por el FMI, será suficiente para abastecer la demanda de la verde divisa.

Omiten, sin embargo, contabilizar las necesidades que, inexorablemente, volverán a teñir de rojo profundo el saldo de la cuenta corriente.

Miran la puerta de entrada, pero no la de salida.


El déficit del sector externo, al acercarnos a la finalización del primer cuatrimestre del año, se ubica alrededor de 5,6% del PIB, alcanzando los niveles que tuvo cuando el presidente De La Rúa dejó el gobierno.

Ello, producto de que el saldo positivo de aproximadamente U$S 2.000 millones en la balanza comercial y el equilibrio que se logrará en el sector turismo, no alcanzará a compensar el desbalance generado por los servicios (U$S -2.200 millones) y los dividendos y utilidades devengadas (U$S -8.000 millones), a lo que debe agregarse el resultado negativo de "Otros ingresos netos de factores de producción"6.

Dar vuelta la página


Para encontrar un esquema de salida a la insostenible situación a la que nos ha llevado la alianza cambiemos, es necesario contar con dos elementos de los que el gobierno carece: solvencia técnica y una elevada dosis de sentido común.

En nuestro artículo "Primero hay que saber diagnosticar, después planificar, y al fin gestionar los resultados segunda parte" (BAE 31-12-18), donde analizábamos la matriz de riesgos 2019 (MR 19), concluíamos con claridad que el escenario de disrupción económica con solución institucional (a priori el más severo desde el punto de vista político), es el que presenta mejores perspectivas para el futuro de las empresas.

Ello, porque sólo un drástico giro en la política económica que restituya los equilibrios fundamentales de la macroeconomía posibilitaría eyectarse velozmente de la crítica situación actual.

Con adecuadas dosis de pericia y sensatez, la situación externa tendrá una acelerada mejora, ya que al tipo de cambio competitivo se lo complementará con la administración del comercio exterior (ACE) posibilitada hoy por el Nuevo Orden Internacional (NOI).

Y a su vez, la reactivación del mercado interno permitirá recuperar los ingresos tributarios, de tal manera que las cuentas fiscales tiendan rápidamente al equilibrio. Ello devendrá de volver a colocar el precio de los alimentos en una relación justa y razonable con los ingresos populares (salarios, jubilaciones y pensiones), así como el de la energía, estimulando la competitividad y rentabilidad empresarial.

Un entorno sistémico donde los actores políticos expresen un acuerdo entre el trabajo y el capital posibilitará dar vuelta, lo más rápidamente posible, la actual página negra de nuestra historia.

Y al recuperar los superávits gemelos se podrán construir las bases de un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable -MoDEPyS-.

1 Según la propia metodología del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), las técnicas de desagregación temporal se ven sometidas a constantes revisiones a medida que se agregan nuevas observaciones a las series, concentrándose en sus extremos. Es decir que a medida que se cuente con mayor cantidad de información, no cabe duda de que los resultados publicados empeorarán notablemente, acerándose a la realidad.

2 El DFT incluye los de nación, provincias, municipios y el cuasi fiscal generado por los pasivos remunerados del BCRA.

3 Cabe consignar que lo que habitualmente informa el gobierno por este concepto esta calculado en “base caja” y no en “base devengado”, esto signifi ca que tiene en cuenta lo que efectivamente se pagó y no las deudas totales registradas, con lo cual los libramientos impagos (facturas a pagar) ven aumentado su monto.

4 BAE Negocios, 11-2-19, “Resultados rojos, perspectivas negras”.

5 Ese porcentaje computa como ingresos los obtenidos por el ítem renta de la propiedad.

6 En esta cuenta se computan los intereses devengados de las deudas pública y privada tomada por residentes, neteados de los cobrados por las imposiciones en el exterior.

*MM y Asociados

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lunes, 1 de abril de 2019

Entrevista en "No hay peor ciego"

Réquiem al Mercosur

Réquiem al Mercosur


Por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

El nuevo gobierno de Brasil puso en marcha dos acuerdos para las importaciones sin aranceles de trigo de los Estados Unidos y automotores desde México, que ratifican la tesis sostenida en anteriores entregas de esta columna.

Por ello, nadie podría decir que se trate de eventos sorpresivos. En todo caso, se aceleran los tiempos en que la colisión de intereses entre nuestro aparato productivo y el del vecino país hacen insostenible la relación en los actuales términos.

No sólo porque así lo insinuaban las declaraciones del presidente Bolsonaro respecto de cómo enfocaría su política de intercambio comercial -recuperando grados de libertad en las negociaciones-, sino por la propia estructuración del Mercado Común del Sur ( Mercosur) y su desacople con la etapa histórica, de profundos cambios en las relaciones entre las naciones.

Ya desde nuestro primer artículo1 hemos afirmado la relevancia de examinar tanto la posibilidad como la conveniencia de la continuidad del Mercosur, tópico que, por su trascendencia, ocupa un lugar recurrente en nuestras reflexiones.

En "El nuevo Nuevo Mundo"2, examinábamos cómo las áreas de libre comercio (nacidas bajo los postulados del mundo globalizado) se dirigen hacia la obsolescencia en el contexto de las transformaciones del Nuevo Orden Internacional (NOI) en curso, haciendo cada vez más evidentes los límites del Mercosur.

El acuerdo con EE.UU. por el trigo puso en jaque los aspectos centrales de los mercados regionales

Decíamos allí: "si luego de más de tres décadas desde la "Declaración de Foz de Iguazú", los impedimentos de la integración continúan, ello no se debe (centralmente) a falta de voluntad o pericia política de los poderes ejecutivos, sino a la ausencia de complementariedad entre las dos economías más importantes del bloque () ya que se trata de entramados productivos que compiten entre sí. Por ello, sin importar de cuál bien o servicio se trate, en general, las empresas brasileñas y las argentinas disputan los mismos clientes, incluso en sus mercados internos. ".3

A su vez, otros factores estructurales, insuperables en el corto plazo, los constituyen las asimetrías existentes, que se han expresado en este mercado común desde sus inicios a la actualidad, como se presenta a continuación.

Un balance con gusto a poco


El Mercosur fue inicialmente instituido por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En fases posteriores se incorporó a Venezuela, actualmente suspendida, mientras que Bolivia se encuentra en el proceso de adhesión. Chile, sin formar parte del mercado regional, mantiene una relación especial en virtud del "Acuerdo de Complementación", celebrado entre los Estados Parte y el país trasandino en 1996.

En su devenir, el Mercado Común del Sur fue constituyendo organismos administrativos de carácter permanente (incluso un parlamento) y ampliando las incumbencias a materias migratorias, laborales y previsionales.

Pero sin dudas, los rasgos más sobresalientes siguen siendo los que le dieron origen, es decir los relacionados al intercambio comercial.

Desde este punto de vista, para la Argentina, los resultados han sido sistemáticamente deficitarios. En este balance, el intercambio con Brasil resulta determinante ya que el 85% del total de las compras realizadas al MERCOSUR proviene de aquel país, y hacia allí también se dirigen el 80% de las ventas.

En la última década, el saldo anual promedio del intercambio con dicha nación fue negativo en alrededor de u$s3.500 millones, alcanzando su peor performance en el año 2017, con un rojo de u$s8.545 millones.

Grietas que se ensanchan


Como si fuera una grieta que se va extendiendo por el hielo de un lago congelado, cuyo inexorable destino es la fractura, el Mercosur transcurre de manera cada vez más vertiginosa un camino similar.

Lejos de ser novedosas, las fricciones comerciales (especialmente con Brasil) también han sido moneda corriente y motivo de fuertes tensiones en anteriores gestiones gubernamentales.

En ese marco, las citadas decisiones del gobierno vecino han abierto fisuras que ya no se cerrarán.

Por un lado, respecto de la industria automotriz, al vencer, el 19 de marzo pasado, el plazo del acuerdo con México, las dos economías más grandes de iberoamérica han decidido implementar el libre comercio de automóviles de uso familiar, tal como estaba previsto en su Acuerdo de Complementación Económica (ACE) firmado en 2002. Por su parte, con Argentina, el país norteamericano acordó prorrogar la política de cupos hasta el año 2022.

Es fácil comprender por qué el nuevo entendimiento causa escozor en nuestro país. Es que el sector atraviesa uno de los peores años de su historia, con caídas en las ventas internas del orden del 50% y la amenaza, a partir de ahora, de que en el principal destino de sus exportaciones (el mercado brasileño), la industria automotriz mexicana gane posiciones.

Algo similar ocurre en cuanto a la producción agrícola, ya que se conoció que el presidente Jair Bolsonaro acaba de acordar con Donald Trump ampliar el cupo de importación de trigo norteamericano con arancel cero (cuando la imposición debería ser del 10% en este producto), a 750 mil toneladas anuales.

Al margen del volumen, queda implícito el desembarco de la producción estadounidense al principal destino extranjero de la oferta triguera argentina. Pero lo más destacado es que el flamante convenio fue decidido y suscripto sin pedir la autorización que prevén los acuerdos previos, al resto de los países integrantes del Mercosur.

Con esta acción, quedan en jaque los dos aspectos que dan sustancia a los mercados regionales: la posibilidad de realizar negociaciones externas en bloque y la vigencia del arancel externo común.

Mirando a hispanoamérica


Con Bolsonaro en la presidencia, se robustece la tradición hegemonista que ha caracterizado a Brasil, lo que seguramente anticipa, en la región, la necesidad del diseño de un nuevo ciclo de integración económica, adaptado a las necesidades de nuestro modelo de desarrollo, con el NOI como contexto.

Ello requerirá, además de redefinir la relación con nuestros vecinos lusoparlantes, extender los horizontes del intercambio comercial en un esquema de articulación en el que la producción argentina llegue, entre otros destinos, cada vez más al norte del continente.

Imaginamos una política comercial que permita potenciar las capacidades productivas en los ámbitos de la energía, las manufacturas y agroganadería que ostentan Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú Bolivia, Paraguay y Uruguay y las de nuestro país que, adicionalmente, aporta su importante desarrollo en las industrias básicas, metalmecánica y demás complejos industriales.

Por ello, el camino elegido por Brasil, en realidad representa una oportunidad para el entramado productivo de nuestro país, al empalmar con la propia necesidad de modificar las relaciones, atento a que, como dijimos, se trata de economías inconciliables.

En el nuevo amanecer de la Patria, nuestro mejor futuro estará en saber integrar a todas las naciones hispanoparlantes de América del Sur, en un conjunto armónico de economías complementarias, recuperando así la gesta sanmartiniana al recrear el eje Caracas-Bogotá-Lima-Buenos Aires.

1-“Reforma laboral de Brasil: ¿el fin del Mercosur?”. BAE Negocios. 24/07/17.
2-BAE Negocios. 22/10/18.
3-Ibidem.

*MM y Asociados

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