lunes, 30 de julio de 2018

Serás lo que debas ser…

Serás lo que debas ser…


La globalización consolidada hacia fines del siglo XX se dirige hacia su sepulcro. El experimento económico del oficialismo no hizo más que profundizar los problemas y crear nuevos

Por Lic. Guillermo Moreno* Lic. Norberto Itzcovich* Dr. Claudio Comari*

Acaba de terminar una nueva cumbre de ministros de economía del G20 ratificando, con su intrascendencia, que en el Nuevo Orden Mundial (NOI), muchas de las instancias y algunos de los organismos multilaterales otrora relevantes (en particular, la Organización Mundial del Comercio, OMC), han pasado a la obsolescencia.

A contramano de los diagnósticos y discursos predominantes, reiteradamente hemos remarcado(1) la necesidad de un análisis profundo de los cambios mundiales en curso.

Hacia su sepulcro se dirige la globalización consolidada en el final del siglo XX y, con ella, la pretensión de uniformidad en los planos de la cultura, la política y la economía.

La puesta en valor de los vectores nacionales en los nuevos modelos de desarrollo que irrumpen, especialmente evidente desde la orientación que adquieren los Estados Unidos con D. Trump, Rusia con V. Putin y el proceso entrópico que atraviesa Europa, no sólo deja atrás la antigua estructuración de la economía global, sino también su sistema de ideas y representaciones, especialmente los que, coincidentes en los aspectos centrales, encarnan los marcos teóricos del neoliberalismo y la socialdemocracia(2).

Resurge forzosamente, en esta nueva situación, el concepto de Patria como eje ordenador de las sociedades, ya no sólo como aglutinador deseable y necesario, sino también factible. Concomitantemente, se revalorizan las reflexiones del Papa Francisco quien, como el profundo intérprete de nuestros días que es, alerta sobre la urgencia de resolver las confrontaciones entre las naciones para que, desde sus propias especificidades, se integren en un todo de cooperación(3).

La adecuada comprensión del mundo es una condición necesaria para el correcto diseño de un Modelo de Desarrollo Económico, Permanente y Sustentable (MoDEPyS) en nuestro país, ya que desde allí se determinan, en significativa medida, sus condiciones de posibilidad.

En esta línea de reflexión sobre la potencia y el acto, se inscribe una de las máximas que el General José de San Martín legó a su hija: "serás lo que debas ser, o no serás nada".

Nada


El gobierno asumió prometiendo una lluvia de inversiones para el segundo semestre de 2016, que no podía suceder porque se encargó de que no hubiera mercado interno ni externo.

El drástico encarecimiento de los alimentos con el que el actual oficialismo inauguró su administración, determinó un cambio en los precios relativos (y con ello un extraordinario deterioro del poder adquisitivo de los ingresos populares) que asfixió, irremediablemente, el mercado doméstico, a la vez que la inflación fue carcomiendo el salto de competitividad del tipo de cambio que se obtuvo con la devaluación.

Por la incomprensión del proceso global, el supuesto "regreso al mundo" le deparaba nuevas sorpresas al "mejor equipo de los últimos cincuenta años". Este se disponía a incorporar a nuestro país a los mismos tratados de libre comercio que, aceleradamente, pasaban a convertirse en cascarones vacíos.

El experimento económico del oficialismo no hizo más que profundizar los problemas preexistentes y crear nuevos, al punto de haber alcanzado, en sólo dos años y medio y a fuerza de políticas macroeconómicas inconsistentes, desequilibrios en las cuentas fiscales y el sector externo, sólo compatibles con los experimentados, respectivamente, en las crisis de 1989 y de 2001, con el agravante de que se dan en forma simultánea, configurando lo que ya hemos definido como una Supercrisisi(4).

La apelación al recurso de última instancia, el Fondo Monetario Internacional (FMI), debía representar tanto el certificado de defunción del esquema económico previo como el inicio de un plan consistentemente neoliberal, que postergara en el tiempo las inexorables convulsiones sociales derivadas.

Pero nada de ello sucedió


La semana anterior analizamos las consecuencias de espiralizar indefinidamente los tipos de interés para controlar la suba del dólar ("Subir la tasa de interés. Un remedio peor que la enfermedad". BAE Negocios, 23/7/18).

El actual nivel de tasas (cuya referencia fija el BCRA) impacta tanto a las pequeñas y medianas unidades de negocios, como a las grandes compañías de Capital Intensivo. En este marco, las firmas, al margen de su tamaño, no pueden determinar si sus precios de comercialización cubren o no sus costos totales, poniendo en duda su sustentabilidad en el tiempo.

Las empresas, como simbiosis del capital y del trabajo, son el elemento primario de la base material de la Nación. Si ellas no pueden ser, el esquema económico de la alianza Cambiemos nada será.

Lo que debas ser


De lo ut supra señalado, se desprende que el MoDEPyS, necesariamente, deberá estar orientado a la producción(5).

En este escenario, uno de los elementos a considerar es que la Administración del Comercio Exterior, cumple un rol central.

Y esto no sólo es deseable sino también posible, porque la instauración del NOI y la concomitante debacle de la OMC, abrieron una ventana de oportunidad que amplía el arsenal de instrumentos económicos (complementando la determinación del tipo de cambio), para la búsqueda de competitividad sistémica, que propenda al equilibrio del sector externo.

Oportunamente, la recuperación económica posterior al derrumbe de la convertibilidad, fue acompañada por una drástica devaluación que llegó a alcanzar el 300%, de la moneda nacional.

En aquel entonces, restringir el "libre flujo" de bienes y servicios entre los países, era una herramienta vedada por la institucionalidad imperante en la globalización, por lo tanto el "overshooting" cambiario (sobrereacción) era ineludible.

En la actualidad, nuestras estimaciones indican que el nivel del tipo de cambio (de junio de 2018) equivale a 1,34 del vigente hacia el año 2001.

Reiteramos entonces, la adecuada Administración del Comercio Exterior es un poderoso instrumento para alcanzar el superávit comercial que, en principio, permita obtener un resultado neutro para la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos.

Las condiciones de posibilidad están dadas, por primera vez en muchas décadas, para que las empresas nacionales puedan predominar en el mercado doméstico, para luego, a partir de su consolidación, poder expandirse en los externos.

A diferencia de otros momentos históricos recientes, el mundo actual facilita los modelos de desarrollo nacional.

Mas temprano que tarde, después de la nada del actual oficialismo, la Patria cobijará a todos sus hijos y, finalmente, será lo que debe ser.

1- BAE Negocios: Lo que ocupa a Trump a Macri ni lo preocupa (27/11/17); Nacionalistas, globalizadores y las decisiones de inversión (16/4/18), y otras.

2- La coincidencia se expresa en el sostenimiento del libre comercio mundial, el apoyo a Hillary Clinton en la pasada elección presidencial de los EE.UU., la hostilidad hacia Vladimir Putin, la confrontación con los movimientos de raigambre nacional y las políticas militares de la OTAN, entre otros.

3- El Papa caracteriza esta etapa histórica como la de la una Guerra Mundial en cuotas. Describe así el proceso de confrontaciones en el que, excediendo el marco de los choques bélicos, los contrincantes disputan no ya por la ocupación de territorios sino por la conservación de los puestos de trabajo.

4- BAE Negocios: Ay, Patria mía (7/5/18); Llegó la Supercrisis, evitemos la Hipercrisis (12/5/18) y otras.

5- BAE Negocios: Cómo seguimos (29/1/18); Administración del comercio exterior, un imperativo del ahora (5/2/18), y otras.

*MM y Asociados


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Entrevista en "Uno mas uno tres radio"

lunes, 23 de julio de 2018

Subir la tasa de interés: Un remedio peor que la enfermedad

Subir la tasa de interés: Un remedio peor que la enfermedad


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

El Gobierno sigue fiel a la improvisación y a su característica incapacidad de caminar y mascar chicle. La suba de tasas para frenar la devaluación tiene un costo superior a la continuidad de la corrida

Cuando en las decisiones de una empresa comienza a tomar mayor relevancia el gerente financiero que el de producción o comercialización, se atisba una situación dramática.

Esta es una realidad que se torna cada vez más vigente en el día a día de las compañías residentes en nuestro país.

Para comprender el porqué, resulta indispensable considerar el carácter bimonetario de la economía argentina, en la cual los gastos corrientes se realizan en pesos, pero los de mediano y largo plazo (bienes de consumo durable y de inversión) se cuantifican y pueden erogarse en dólares. A su vez, cuando se acelera el proceso inflacionario que perfila una caída en la demanda de moneda doméstica, la preservación del ahorro, para las familias y las empresas, suele realizarse en la divisa norteamericana.

En este marco, y fiel a su impronta de la improvisación como "modus operandi", y con su característica incapacidad de caminar mientras masca chicle, el gobierno ha concentrado todos sus esfuerzos en la contención de la tendencia ascendente del tipo de cambio, elevando la tasa de interés, y en consecuencia el costo del crédito, a niveles inauditos.

Billetera mata galán


La justificación del concepto de tasa de interés (valor monetario expresado en porcentaje que debe pagar el deudor por el uso de una suma que se le ha concedido en préstamo), se basa en la consideración de que quien recibe el crédito se beneficia de él, al poder crear un ingreso adicional, por lo que aquel que lo otorga también tiene derecho a coparticipar de este provecho.

Sin embargo, los actuales niveles de tasa de interés real1 tergiversan este concepto, transformándola en confiscatoria del activo de la firma.

La idea fuerza que subyace a la decisión tomada por el actual oficialismo, es que la espiralización de los tipos de interés resulta, para la actividad económica, menos dañino que funcionar con un tipo de cambio al alza e indeterminado, en el corto y mediano plazo, en un rango de valores razonablemente acotado.

Pero acontece que en nuestra economía las empresas, en general, han encontrado los mecanismos para continuar produciendo y comercializando sus bienes y servicios (no exentas de dificultades, utilizando la modalidad de "remito abierto" o en dólares a plazo) en contextos devaluatorios.

Aunque también es cierto que algunos agentes, guiados por conductas especulativas, acopiaban la mercadería, y esperando una suba de su precio desabastecían el mercado, incrementando la zozobra en la población.

Por ello, las crisis económicas vividas en nuestro país fueron, en rigor, alteraciones de mayor o menor intensidad en la distribución de las mercancías. Es decir que los bienes existían, y en lugar de circular a la velocidad usual, se acumulaban en algún punto de la cadena de producción-comercialización, a la espera de un cambio de las condiciones que habían determinado el "acaparamiento".

Una vez modificado ese elemento contextual determinante, el restablecimiento de la normal provisión de los mercados sólo dependía de la aceleración de la distribución.

En cambio, el actual nivel de las tasas de interés (cuya referencia fija el BCRA) perjudicó tanto a las pequeñas y medianas unidades de negocios (Pymes), como a las Empresas Capital Intensivo (grandes compañías), cuya función de producción se ve tremendamente impactada por los actuales niveles de las tasas de interés reales. (Ver "Llegó la supercrisis. Evitemos la hipercrisis", BAE Negocios 14-5-18 y "Demasiado tarde para lágrimas", BAE Negocios 18-6-18).

Las firmas se encuentran en la situación de no saber si el precio al que comercializan su producido cubre o no sus costos totales. Ante esta situación, el desabastecimiento que se comienza a percibir es de una naturaleza distinta al ut supra señalado, ya que deviene de la desestructuración de los costos-precios que fungen como orientadores de la actividad.

Así, en este caso, la contracción de la producción finalmente podría derivar en que las mercancías sean insuficientes o directamente inexistentes.

Las consecuencias sociales de esta situación serían gravísimas.

Es que el abastecimiento normal del mercado requeriría restablecer, antes que nada, la propia producción.

Es decir que los plazos de la reconstrucción, aún en niveles mínimos, de la actividad económica para la satisfacción de las necesidades básicas de la población serían, forzosamente, más prolongados que los que se hayan experimentado alguna otra vez.

Para muestra basta un botón o tres


Como dice el popular dicho, un puñado de ejemplos de la imposibilidad de desarrollar actividades productivas en este marco macroeconómico bastan, desgraciadamente, para describir cabalmente la situación:

► Las declaraciones del presidente de una importante industria automotriz, quien sostuvo recientemente "con las tasas de interés de hoy no hay industria ni negocio que se pueda sostener", y agregó "estamos comercializando muchos de nuestros modelos a pérdida".

► El caso de una destacada empresa molinera, que luego de adquirir otros establecimientos puestos a la venta en el mismo sector, se encuentra con inconvenientes para refinanciar su pasivo. En este caso debe considerarse que la magnitud que tiene su oferta de harina en el mercado (aproximadamente el 40% del total), hace que peligre el normal abasto de la población.

► Las dificultades en la refinación y comercialización mayorista de combustibles, que están perturbando tanto las actividades del sector primario, incluyendo siembra y cosecha, como las de las empresas de transporte de pasajeros y de mercancías, ya que queda indeterminado un vector fundamental de sus costos totales.

Decíamos semanas atrás ("Persiguiendo su propia sombra", BAE Negocios, 4/6/18): "en fuga hacia adelante, el oficialismo enfrentó las tensiones cambiarias devenidas de la agresiva dolarización de carteras de inversión (producida a partir de la caída de la demanda de la moneda local), con una inconcebible suba de las tasas de interés. Con ello consiguió, transitoriamente, sofrenar la devaluación de la moneda nacional, pero a un costo enorme, inclusive superior al que hubiera generado la continuidad de la corrida cambiaria".

En la memoria de nuestro empresariado ha quedado registrada la forma en que se atravesaron las crisis de 1989 y de 2001. Era inimaginable, para quiénes lo "habían vivido todo", que una gestión gubernamental condujera al aniquilamiento del aparato productivo argentino.

Pero lamentablemente, en la era de Cambiemos "sí se puede".

1.- La Tasa de Interés Real Anual es la que surge de sustraer a la Tasa Nominal Anual (TNA) la inflación del período. Es distinta de la Tasa Efectiva Anual (TEA) que es aquella a la que efectivamente está colocado el capital, dado que la capitalización del interés en determinado número de veces por año da lugar a una tasa efectiva mayor que la nominal. Tampoco debe confundirse con el Costo Financiero Total (CFT) que es el que debe tenerse en cuenta al evaluar la decisión de toma de un préstamo, y se determina agregando a la tasa de interés los cargos asociados a la operación, tales como seguros, impuestos, y gastos de resumen, entre otros. Es decir que habrá que pagar un CFT, aunque la TNA sea 0%.


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lunes, 16 de julio de 2018

La gestión empresarial en tiempos de "Supercrisis"

La gestión empresarial en tiempos de "Supercrisis"


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


Hacia mediados del año 2017, las condiciones de inconsistencia macroeconómica se agudizaron notoriamente, alcanzando niveles críticos y llevando al esquema económico vigente a una situación de alta volatilidad, sobre la que oportunamente vinimos alertando ("El pesimismo es un momentum del optimismo", BAE Negocios 31-7-17 y "Las elecciones y la economía", BAE Negocios 15-8-17).

La fragilidad sistémica imperante nos indujo a afirmar, hacia fines del año pasado, que para el año 2018 la coyuntura resultaba inapropiada para el desarrollo del ejercicio de proyección de los principales indicadores macroeconómicos, cuyos comportamientos (dentro de rangos de variación aceptables), era de imposible previsión, razón por la cual fuimos presentando nuestras prognosis acotadas a plazos cortos.

Esta prudencia en el ejercicio de la profesión no fue imitada por algunos consultores "mediáticos", que se atrevieron a vaticinar qué acontecería con variables tales como el resultado fiscal, el nivel de inflación, del tipo de cambio y de la tasa de interés, la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), y los resultados de la balanza comercial y de pagos, entre otras.

Al poco tiempo de iniciado el presente año, una significativa porción de esos "expertos económicos" debieron corregir sus pronósticos (¡y continúan haciéndolo!), evidenciando una escasa densidad en su producción, cuyas bases podrían ser la impericia, la irresponsabilidad, la mala praxis, o todas ellas combinadas.

Incluso, estos yerros fueron resaltados por algunos periodistas económicos, quienes se preguntaron cómo fue que ninguno de esos aparentes "gurúes" pudo prever la crisis, cometiendo injustas generalizaciones, ya que soslayaron la multiplicidad de artículos publicados en este mismo espacio (1), como los ut supra señalados, que alertaban sobre el actual desenlace del esquema económico pergeñado por el oficialismo.

En este marco de antecedentes vamos a intentar, en un punto en la línea de tiempo tal cual como si fuera una fotografía (ya que al final de la película están indeterminados), dilucidar el alcance de los desequilibrios fiscales y externos, de tal manera que sirvan de parámetros para las decisiones microeconómicas a tomar.

Del funambulismo a la Supercrisis


Desde su inicio, esta gestión funambulesca abundó en acciones contrapuestas entre su política fiscal y la monetaria, espiralizando el Déficit Fiscal Total (DFT, que es la sumatoria de los déficits de la Nación, las Provincias y los Municipios, más el cuasifiscal del BCRA), hasta alcanzar 11,3%, medido en términos de PIB (2).

El DFT es generado por el rojo financiero (que incluye crecientes intereses de la deuda soberana) que alcanzaría aproximadamente el 6,5% del PIB, el déficit fiscal de las jurisdicciones subnacionales, en el entorno del 0,8%, y el déficit cuasifiscal, cercano a 4 puntos del PIB, consecuencia de las exorbitantes tasas de interés ofertadas por el BCRA, sobre su stock de pasivos financieros.

Este nivel de tasas de interés, que tiene como objetivo desincentivar la dolarización de las carteras de inversión, trae aparejada una dinámica caótica y disruptiva al conjunto de la economía.

Mientras esto acontece, se mantiene la restricción del sector externo.

Uno de sus componentes, la Balanza Comercial (BC), arrojó en los primeros cinco meses del año un déficit de U$S 4.691 millones, mientras que el saldo de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, (que además de la BC incluye la Balanza de Servicios Reales -fletes, seguros, turismo, etc.-, Utilidades y Dividendos, e Intereses), en la fotografía de hoy, alcanza un déficit de 6% del PIB.

Así, la situación de supercrisis (desbalances críticos y simultáneos en el terreno de las cuentas fiscales y externas), presenta un crescendo de significativas dificultades para su control o acotamiento.

El empresario y sus decisiones


En este entorno de dificultades, los criterios de "rienda corta" y de "sana prudencia" deben guiar la administración de los negocios.

Para reducir las exposiciones innecesarias, insistimos en la recomendación de:

► mantener una adecuada relación entre pagos y cobranzas, así como entre ventas y stocks;

► optimizar la situación crediticia (principalmente en cuanto a las deudas en divisas) y disminuir los riesgos mediante instrumentos de cobertura, aun cuando ello implique algún tipo de gastos adicionales;

► permanecer atentos a los incesantes cambios en las listas de precios de los proveedores, actualizando sistemáticamente las estructuras de costos de los bienes y servicios ofrecidos, de modo de conservar un adecuado margen rentabilidad, y

► estar alertas en cuanto al abastecimiento de los insumos clave de la unidad productiva, a fin de poder garantizarse, al menos, 60 días de producción y/o comercialización.

Y, dependiendo de la actividad económica y las necesidades de la empresa, también puede ser recomendable:

► en el caso de productos importados: generar promociones de pre-venta de la mercadería que "está en el mar" (en viaje), para así poder cancelar las obligaciones a un tipo de cambio adecuado;

► utilizar el financiamiento de los bancos oficiales (dado que el gobierno parece despreocuparse por la gestión seria y eficiente de esas entidades), que hoy ofrecer créditos a tasas y plazos notoriamente distintos a los de mercado.

Reafirmando lo que sostuvimos en nuestro artículo "En esta coyuntura económica: ¡atentos y vigilantes!" (BAE Negocios, 26-12-17), hoy es imperioso ajustarse a la sentencia que entonces mencionábamos:

"Este es uno de aquellos momentos donde empatar es ganar".



1-Un ejemplo de lo antedicho es la posición explicitada respecto de la reforma previsional sancionada por el Congreso de la Nación. Mientras el gobierno se enfrascaba en disputas innecesarias, incluyendo luchas callejeras, sosteniendo que ello le permitiría un ahorro fiscal importante, nuestra posición fue que, si bien en el primer semestre los jubilados iban a ver perjudicados sus ingresos, la evolución de la inflación y de la recaudación provocaría que en la segunda mitad del año el beneficio fuera mayor. Por ello oportunamente afirmamos que lo correcto hubiese sido que la ley contemplara ambas formas de cálculo y tomar en cada período la más beneficiosa para los perceptores.

2-Este porcentaje tiene una magnitud que ingresa en un rango de comparación con los del gobierno de Alfonsín (aprox. 12%) y del de Isabel Perón (aprox. 14%), en los momentos previos a sus respectivos colapsos institucionales.


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lunes, 9 de julio de 2018

Siempre que llovió, paró

Siempre que llovió, paró


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

Ya no quedan esperanzas para el actual esquema económico.

Como se aprecia, tanto en sus declaraciones públicas como en sus expresiones privadas, el conjunto de los economistas converge en el mismo diagnóstico: al superponerse el déficit fiscal (que desencadenó la crisis de 1989) con el del sector externo (que originó la de 2001), se dan las condiciones de la supercrisis.

Con independencia de las afinidades político-ideológicas, o de si se privilegia analíticamente el factor fiscal o el externo, la fuerza de los hechos ha terminado de imponer, incluso ante "el mercado", la conclusión de que la situación es irresoluble.

El temprano fracaso de la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) es, tal vez, la última y más relevante certificación de la magnitud de los desbalances que no logran ser "abatidos", ni siquiera con el arma de mayor calibre. Es que, como lo habíamos anticipado, la posibilidad de éxito "queda severamente amenazada por la distancia existente entre los desequilibrios que constituyen el punto de partida y la convergencia esperada" (Demasiado tarde para lágrimas, BAE Negocios, 18/6/18).

Si bien el discurrir de la supercrisis podría seguirse desde el desarrollo del "minuto a minuto" de los mercados cambiarios y bursátiles, recientemente impactados con el crédito del FMI y la promoción a la categoría de "mercado emergente" de MSCI, no hay que perder de vista que su verdadera densidad es la que se expresa en el vertiginoso derrumbe de la producción y comercialización de bienes y servicios (FMI, MSCI: las siglas del nuevo "segundo semestre", BAE Negocios, 2/7/18).

De modo que son las circunstancias las que imponen, como imperativo ineludible, la reflexión sobre el nuevo modelo económico que deberá construirse en la Argentina como sucesor de la fracasada propuesta de la alianza Cambiemos, ya sea en un proceso de tractos sucesivos, a posteriori de la aplicación de un Programa Económico de Contingencia (PEC), o como su directa superación.

El sol del 25 viene asomando


Inexorablemente la sociedad argentina deberá elegir el camino por el cual seguiremos adelante y es este el marco en el que debatimos los planes económicos.

Oportunamente, fuimos desgranando el enfoque al que denominamos Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS).

Este implica, entre otras condiciones, que:

► las empresas obtengan adecuada rentabilidad,

► el mercado de trabajo tienda al pleno empleo, con salarios de alto poder adquisitivo, y

► los sistemas de seguridad social sean suficientemente vigorosos,

de modo que se aseguren los necesarios niveles de bienestar para el conjunto de la población.

Hemos señalado que una de las claves reside en la determinación de los vectores de competitividad de la Argentina (Cómo seguimos, BAE Negocios, 29/1/18), entre los que avizoramos, en primer término, las rentas extraordinarias originadas en:

► la producción de algunos alimentos y

► la exploración-explotación de los combustibles fósiles.

Ahora bien, para que el MoDEPyS, cumpla con los requisitos de ser permanente y sustentable, deberá orientarse, esta vez, a la producción.

Los anteriores ciclos de desarrollo económico que vivió nuestro país, se asentaron en la dinámica de la variable "consumo", de modo tal que, al acercarse a la frontera de producción comenzaron los llamados "cuellos de botella", hasta finalmente desembocar en una situación de insuficiencia en la generación de divisas para el normal funcionamiento de la economía, especialmente en las actividades demandantes de moneda dura, situación técnicamente conocida como de "restricción externa".

Las actuales condiciones del comercio mundial, como hemos señalado (El mundo actual facilita los modelos de desarrollo nacional, BAE Negocios, 4/9/17, y otros artículos) ofrecen una ventana de oportunidad para la puesta en valor de los vectores nacionales de desarrollo, que sería absurdo desaprovechar.

Poner el acento en la inversión, privilegiando la producción por sobre el consumo, con el adecuado set de precios relativos, implica la necesidad de profundas mejoras en las condiciones de competitividad de nuestra economía.

Tecnología vs. mano de obra


Entre los múltiples factores de incremento de la competitividad de las empresas, y más allá de las mejoras en los procesos y la optimización de la utilización de los recursos, las ganancias de productividad, en vastos sectores, requieren de la incorporación de nuevas tecnologías, lo que a menudo agudiza las tensiones entre el rol empresarial y el del movimiento obrero organizado, al contraponerse con los objetivos de pleno empleo. Es que la modernización del aparato productivo, en algún punto, implica la sustitución del trabajo humano.

Ello obliga a pensar un abordaje del problema que permita superar la contradicción, en apariencia, ineludible, entre mejorar la productividad y mantener el pleno empleo ya que, en la agregación de valor, cada vez es mayor el aporte de la tecnología, al tiempo que disminuye la participación del trabajo humano.

Para estas situaciones, un enfoque posible, sería el de que los asalariados también participen en la propiedad de la nueva tecnología mediante sus representaciones gremiales.

Tal esquema, desde el punto de vista de las empresas, significaría, entre otras implicancias posibles, la incorporación de un nuevo accionista. Desde el punto de vista del movimiento obrero organizado, sería una posibilidad de obtener beneficios para la compensación de la nueva situación entre los afectados.

Entre otras formas, las ganancias que correspondan al "accionista sindical", podrían ser utilizadas para subvencionar el reparto de las horas laborales entre todos los trabajadores, eludiendo así las desvinculaciones, o bien como fondo que permita asignar salarios para quienes sean desplazados del proceso de generación de valor agregado.

Estas reflexiones no tienen mayor aspiración que la de aportar al debate que empresarios y trabajadores (verdaderos arquitectos del MoDEPyS, a través de sus respectivas dirigencias gremiales), deberán enfrentar en el camino de su consolidación.

Porque al final del temporal... FEBO ASOMA.


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lunes, 2 de julio de 2018

FMI, MSCI, las siglas del nuevo "segundo semestre"

FMI, MSCI, las siglas del nuevo "segundo semestre"


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

Bajo la apariencia de uno de esos juegos de mesa con letras o palabras, el oficialismo apela a siglas como MSCI o FMI, y las convierte en las soluciones mágicas que aliviarían el derrumbe de los negocios.

La recategorización del Índice MSCI de Argentina en una jerarquía superior, junto al acuerdo Stand-By con el Fondo Monetario Internacional (FMI), conforman la artillería para combatir la supercrisis, según reza el discurso gubernamental y su réplica en boca de "especialistas".

Vale la pena entonces, detenerse a analizar los alcances que podrían tener tales eventos.

El discreto encanto de ser "emergentes"


Derivada de la antigua sigla de "Morgan Stanley Capital Investor", MSCI Inc. no es otra cosa que una compañía privada que, como muchas otras, se especializa en el "asesoramiento de cartera" a sus clientes, principalmente, fondos de inversión.

Entre sus productos, se destacan los índices con los que monitorea a los mercados de capitales de alrededor de 80 naciones. De ellos, el que utiliza para medir la performance del de nuestro país, se basa en el seguimiento de diez compañías argentinas.

A su vez, los mercados nacionales (y los índices que los representan) son periódicamente calificados, en las categorías de "desarrollados", "emergentes" o "de frontera", dependiendo de la evaluación que la empresa realiza sobre las condiciones en las que ellos se desempeñan, de acuerdo a criterios tales como la apertura hacia el capital extranjero, su facilidad de movimiento en los flujos de ingreso y egreso al país, como así también la eficiencia y la estabilidad de los marcos operativo e institucional.

Es importante subrayar que, finalmente, se trata de la forma en que una empresa privada aprecia el funcionamiento de los mercados de valores de un país, y que no está sujeta a mayores regulaciones que las del "buen hombre de negocios, que con su plata hace lo que quiere".

Sirve esta aclaración para distinguir entre la relevancia que presentan las evaluaciones de los organismos multilaterales de crédito, sujetos a las normas y el control que sus Estados miembro le imponen, vis a vis con las de una compañía privada que otorga credenciales de acuerdo a su entender y conveniencia.

Pero más importante que eso, es calibrar adecuadamente cuál es el impacto de la decisión de esa empresa.

Aun asumiendo como cierto que la recategorización aumenta la demanda de las acciones promovidas, no podemos abstraernos del hecho que los proyectos de inversión en la economía real dependen de la tasa interna de retorno (TIR) esperada.

Ejemplificando, imaginemos que JB es un accionista relevante de una de las compañías de oferta pública argentina que reúne las condiciones de elegibilidad y que, dado el aumento en los precios de las acciones a partir de la demanda plus que generaría dicha recalificación, podría tomar la decisión de desprenderse de una cierta cantidad de sus tenencias.

El resultado es evidente: JB obtuvo fondos líquidos que puede tanto gastar como invertir. En este último caso, privilegiar una inversión en la economía real por sobre una de cartera, implica que la evaluación de su proyecto debe presentar un retorno que supere a las que ofrece el Sistema Financiero Ampliado (SFA), hoy conducido a ser "especulativo-rentístico" por las malogradas decisiones económicas del actual oficialismo.

Lo propio sucede mirado desde la compañía. Suponiendo que, por la demanda extra, el directorio sugiere y la asamblea de accionistas acepta realizar una ampliación del capital (y que la mayor oferta no provoca un descenso en el precio de las acciones), ello le permitiría acceder a nuevos fondos de alta liquidez. Pero, también en este caso, la posibilidad de su aplicación en la economía real dependerá de la relación entre los rendimientos del proyecto versus los de las inversiones financieras.

Es decir que, ya sea desde el punto de vista de los accionistas o del de las compañías, no hay incentivos para la inversión productiva, en tanto siga siendo imposible encontrar proyectos cuyos rendimientos superen a los que ofrece el SFA.

¡No desvíen los fondos!


A lo antedicho, se suma que la tensión entre los niveles del tipo de cambio y de las tasas de interés vigentes (que operan como una trampa mortal para el funcionamiento de la economía real), resultó hasta ahora irresoluble.

Ni siquiera el acuerdo con el FMI atenuó esta situación.

En precedentes artículos, hemos dedicado atención tanto a las limitaciones del instrumento ante la magnitud de los problemas, como a la dudosa factibilidad de las metas comprometidas para su materialización ("Llegó la supercrisis. Evitemos la hipercrisis", BAE Negocios, 14/6/18; "Persiguiendo su propia sombra", BAE Negocios, 4/6/18).

No obstante, en esta instancia, es otra la principal de las preocupaciones que queremos expresar.

La mayor zozobra es la que se funda en la conducta gubernamental de desviar los fondos obtenidos mediante el acuerdo Stand-By con el organismo multilateral, hacia la contención de la suba del tipo de cambio, como viene haciendo el BCRA por mandato del Ministerio de Hacienda, a través de las subastas diarias de cifras millonarias de dólares, que inicialmente alcanzaban los 100, pero se ampliaron considerablemente la semana que pasó.

Esta acción no se correspondería con lo estipulado en el Memorandum de Políticas Económicas y Financieras (que el gobierno remitiera al FMI y funge como base del contrato de mutuo suscripto) donde el BCRA se comprometió a publicar, pero recién en setiembre, una regulación para introducir un mecanismo de subasta de divisas en los mercados de contado y de futuro.

Aunque el acuerdo contempla que la mitad del primer desembolso (U$S7.500 millones) pueda utilizarse como auxilio fiscal, quedan dudas acerca de si el oficialismo está respetando los compromisos auto impuestos.

Pareciera que no. Así se activa no sólo la severa amenaza de default de los bonos soberanos que señalamos "la semana pasada ("Saltandode la sartén al fuego"", BAE Negocios, 26/6/18), sino la de un riesgo superior: el de incumplimiento con el mismo FMI.

En ese caso, las consecuencias serían nefastas e incontables, no sólo para el actual Gobierno, sino también respecto de sus sucesores, dado que la salida de la actual supercrisis se expresará mediante otros equilibrios macroeconómicos, que requerirán del sistema multilateral de crédito, a fin de aliviar ciertas restricciones durante la recuperación.

Recordemos cómo, en el período de contingencia desde el 23 de diciembre de 2001 al 25 de mayo de 2003, se sostuvieron los compromisos preexistentes con los organismos internacionales y se concertaron nuevos créditos. Ello incluye al último antecedente de acuerdo Stand-By, cancelado en enero de 2006, cuya renegociación fue suscripta en setiembre de 2003.

La alianza Cambiemos dejará un país económicamente desquiciado y, para atemperar sus consecuencias, se requerirá disponer de todas las herramientas posibles.

Por favor, no las rompan...


Ver en el diario

Entrevista en "Laura a las 12"