lunes, 1 de abril de 2019

Réquiem al Mercosur

Réquiem al Mercosur


Por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

El nuevo gobierno de Brasil puso en marcha dos acuerdos para las importaciones sin aranceles de trigo de los Estados Unidos y automotores desde México, que ratifican la tesis sostenida en anteriores entregas de esta columna.

Por ello, nadie podría decir que se trate de eventos sorpresivos. En todo caso, se aceleran los tiempos en que la colisión de intereses entre nuestro aparato productivo y el del vecino país hacen insostenible la relación en los actuales términos.

No sólo porque así lo insinuaban las declaraciones del presidente Bolsonaro respecto de cómo enfocaría su política de intercambio comercial -recuperando grados de libertad en las negociaciones-, sino por la propia estructuración del Mercado Común del Sur ( Mercosur) y su desacople con la etapa histórica, de profundos cambios en las relaciones entre las naciones.

Ya desde nuestro primer artículo1 hemos afirmado la relevancia de examinar tanto la posibilidad como la conveniencia de la continuidad del Mercosur, tópico que, por su trascendencia, ocupa un lugar recurrente en nuestras reflexiones.

En "El nuevo Nuevo Mundo"2, examinábamos cómo las áreas de libre comercio (nacidas bajo los postulados del mundo globalizado) se dirigen hacia la obsolescencia en el contexto de las transformaciones del Nuevo Orden Internacional (NOI) en curso, haciendo cada vez más evidentes los límites del Mercosur.

El acuerdo con EE.UU. por el trigo puso en jaque los aspectos centrales de los mercados regionales

Decíamos allí: "si luego de más de tres décadas desde la "Declaración de Foz de Iguazú", los impedimentos de la integración continúan, ello no se debe (centralmente) a falta de voluntad o pericia política de los poderes ejecutivos, sino a la ausencia de complementariedad entre las dos economías más importantes del bloque () ya que se trata de entramados productivos que compiten entre sí. Por ello, sin importar de cuál bien o servicio se trate, en general, las empresas brasileñas y las argentinas disputan los mismos clientes, incluso en sus mercados internos. ".3

A su vez, otros factores estructurales, insuperables en el corto plazo, los constituyen las asimetrías existentes, que se han expresado en este mercado común desde sus inicios a la actualidad, como se presenta a continuación.

Un balance con gusto a poco


El Mercosur fue inicialmente instituido por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En fases posteriores se incorporó a Venezuela, actualmente suspendida, mientras que Bolivia se encuentra en el proceso de adhesión. Chile, sin formar parte del mercado regional, mantiene una relación especial en virtud del "Acuerdo de Complementación", celebrado entre los Estados Parte y el país trasandino en 1996.

En su devenir, el Mercado Común del Sur fue constituyendo organismos administrativos de carácter permanente (incluso un parlamento) y ampliando las incumbencias a materias migratorias, laborales y previsionales.

Pero sin dudas, los rasgos más sobresalientes siguen siendo los que le dieron origen, es decir los relacionados al intercambio comercial.

Desde este punto de vista, para la Argentina, los resultados han sido sistemáticamente deficitarios. En este balance, el intercambio con Brasil resulta determinante ya que el 85% del total de las compras realizadas al MERCOSUR proviene de aquel país, y hacia allí también se dirigen el 80% de las ventas.

En la última década, el saldo anual promedio del intercambio con dicha nación fue negativo en alrededor de u$s3.500 millones, alcanzando su peor performance en el año 2017, con un rojo de u$s8.545 millones.

Grietas que se ensanchan


Como si fuera una grieta que se va extendiendo por el hielo de un lago congelado, cuyo inexorable destino es la fractura, el Mercosur transcurre de manera cada vez más vertiginosa un camino similar.

Lejos de ser novedosas, las fricciones comerciales (especialmente con Brasil) también han sido moneda corriente y motivo de fuertes tensiones en anteriores gestiones gubernamentales.

En ese marco, las citadas decisiones del gobierno vecino han abierto fisuras que ya no se cerrarán.

Por un lado, respecto de la industria automotriz, al vencer, el 19 de marzo pasado, el plazo del acuerdo con México, las dos economías más grandes de iberoamérica han decidido implementar el libre comercio de automóviles de uso familiar, tal como estaba previsto en su Acuerdo de Complementación Económica (ACE) firmado en 2002. Por su parte, con Argentina, el país norteamericano acordó prorrogar la política de cupos hasta el año 2022.

Es fácil comprender por qué el nuevo entendimiento causa escozor en nuestro país. Es que el sector atraviesa uno de los peores años de su historia, con caídas en las ventas internas del orden del 50% y la amenaza, a partir de ahora, de que en el principal destino de sus exportaciones (el mercado brasileño), la industria automotriz mexicana gane posiciones.

Algo similar ocurre en cuanto a la producción agrícola, ya que se conoció que el presidente Jair Bolsonaro acaba de acordar con Donald Trump ampliar el cupo de importación de trigo norteamericano con arancel cero (cuando la imposición debería ser del 10% en este producto), a 750 mil toneladas anuales.

Al margen del volumen, queda implícito el desembarco de la producción estadounidense al principal destino extranjero de la oferta triguera argentina. Pero lo más destacado es que el flamante convenio fue decidido y suscripto sin pedir la autorización que prevén los acuerdos previos, al resto de los países integrantes del Mercosur.

Con esta acción, quedan en jaque los dos aspectos que dan sustancia a los mercados regionales: la posibilidad de realizar negociaciones externas en bloque y la vigencia del arancel externo común.

Mirando a hispanoamérica


Con Bolsonaro en la presidencia, se robustece la tradición hegemonista que ha caracterizado a Brasil, lo que seguramente anticipa, en la región, la necesidad del diseño de un nuevo ciclo de integración económica, adaptado a las necesidades de nuestro modelo de desarrollo, con el NOI como contexto.

Ello requerirá, además de redefinir la relación con nuestros vecinos lusoparlantes, extender los horizontes del intercambio comercial en un esquema de articulación en el que la producción argentina llegue, entre otros destinos, cada vez más al norte del continente.

Imaginamos una política comercial que permita potenciar las capacidades productivas en los ámbitos de la energía, las manufacturas y agroganadería que ostentan Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú Bolivia, Paraguay y Uruguay y las de nuestro país que, adicionalmente, aporta su importante desarrollo en las industrias básicas, metalmecánica y demás complejos industriales.

Por ello, el camino elegido por Brasil, en realidad representa una oportunidad para el entramado productivo de nuestro país, al empalmar con la propia necesidad de modificar las relaciones, atento a que, como dijimos, se trata de economías inconciliables.

En el nuevo amanecer de la Patria, nuestro mejor futuro estará en saber integrar a todas las naciones hispanoparlantes de América del Sur, en un conjunto armónico de economías complementarias, recuperando así la gesta sanmartiniana al recrear el eje Caracas-Bogotá-Lima-Buenos Aires.

1-“Reforma laboral de Brasil: ¿el fin del Mercosur?”. BAE Negocios. 24/07/17.
2-BAE Negocios. 22/10/18.
3-Ibidem.

*MM y Asociados

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