lunes, 29 de abril de 2019

Ocupación, informalidad y desempleo: más fracasos del Gobierno

Ocupación, informalidad y desempleo: más fracasos del Gobierno


Por Lic. Guillermo Moreno, Dr. Claudio Comari, Lic. Norberto Itzcovich

Describimos, pocas semanas atrás, un sucinto repaso de las principales directrices (dispersas y contradictorias) que orientaron las decisiones en el "experimento económico" del gobierno de Cambiemos.

En esa "Bitácora del fracaso" (BAE Negocios, 15/4/19), identificábamos tres distintas etapas en las que, pese a sus sesgos distintivo, el oficialismo fue acumulando la sumatoria de desaciertos que configuraron el irresoluble intríngulis económico al que condujo al país y sus empresas.

Esa errática trayectoria de decisiones, que, como dijimos se expresó de distintos modos en cada etapa, tuvo su reflejo en el mercado de trabajo.

No puede ser de otra manera, ya que, en términos económicos, finalmente, el trabajo humano es uno de los factores de producción, que tanto puede prosperar bajo las condiciones adecuadas, como sucumbir ante las adversas.

El empleo en la era del exterminio del mercado interno


Como denotábamos en el artículo arriba citado, en el inicio de la actual gestión, su característica distintiva fue la de dañar, irreparablemente, el mercado interno.

Ello fue consecuencia de la duplicación del costo de la canasta alimentaria, tanto por la vía de la reducción/eliminación de las retenciones, como por la súbita variación del tipo de cambio, ya que tal modificación de los precios relativos restringió la capacidad de compra de los ingresos populares sobre los bienes y servicios no esenciales, situación que a posteriori se agravó con la aceleración del proceso de dolarización de las tarifas.

En esta etapa, las empresas argentinas no sólo lidiaron con la disminución de la capacidad de consumo de las familias, sino que, además, debieron enfrentar la apertura comercial derivada de la desacertada estrategia de integración internacional, desprotegiéndolas frente a la oferta de sus competidores no residentes.

Las estadísticas oficiales del trabajo registrado (que obviamente no contemplan el empleo informal ni la capacidad ociosa en la utilización de la fuerza de trabajo1, que representan la subocupación y la desocupación), reflejan una pérdida de más de 110.000 inscripciones en los primeros seis meses del gobierno de la alianza Cambiemos.

Duplicaron el déficit fiscal y pensaron que generaban empleo


También señalamos con anterioridad que, cuando la contracción del mercado interno se hizo tan evidente, el oficialismo decidió profundizar aún más el desequilibrio de las cuentas públicas multiplicando los gastos estatales, especialmente los que se canalizaban mediante las obras públicas, duplicando el déficit fiscal.

Tal proceso, en el siguiente año y con la vista puesta en las elecciones de medio término, fue acompañado por la expansión del crédito desde las arcas de la ANSES y de la banca pública (fundamentalmente los ajustados por UVA).

Ello se expresó, en los registros laborales, como un ciclo expansivo que se explica por la conjunción de las inscripciones de puestos de trabajo preexistentes, con la creación de nuevas posiciones.

Entre los primeros, sobresale la categoría de independientes monotributo, un caso en el que la mayor parte de las nuevas registraciones no corresponden a la creación de puestos de trabajo, sino que son explicadas por la inscripción de posiciones preexistentes, declaradas a partir de la eliminación de la restricción al acceso al sistema de asignaciones familiares.

En el segundo grupo, los mayores aportes fueron los que provenían de los puestos de trabajo creados por los planes sociales (que se identifican como independientes monotributo social) y del empleo público directo.

En el sector privado, el "rebote" fue mucho más modesto y comenzó en agosto de 2016. Aunque se logró recuperar el terreno perdido y hasta incrementar la cantidad de asalariados registrados en las empresas en 56.000 casos (respecto de los que había en el momento de la asunción de Cambiemos), desde marzo del año pasado, en consonancia con el desarrollo de la Supercrisis, se observa un proceso de contracción permanente.

Es que, como dijimos, en el transcurso de esos meses de crecimiento económico basado en los anabólicos del aumento del gasto público y del endeudamiento en dólares con que se lo financió, los únicos fundamentos asegurados fueron los "déficits gemelos" de los sectores externo y fiscal.

Alcanzados los niveles de desequilibrio macroeconómico que, en términos fiscales provocaron el colapso del gobierno de Alfonsín, y en el sector externo, el de De la Rúa, el oficialismo perpetró un nuevo giro: el llamado al Fondo Monetario Internacional ( FMI).

Entra el Fondo, sale el empleo


El esquema, basado desde sus inicios en la inconsistencia entre una política monetaria contractiva y el comportamiento fiscal expansivo (que multiplicó los desequilibrios preexistentes) llegó a su fin cuando los prestamistas externos no sólo se mostraron reacios a seguir financiando a la Argentina, sino que comenzaron a tomar precauciones ante las evidentes dificultades de repago de las obligaciones contraídas.

Como hemos marcado en otras oportunidades, los fondos a girar a la Argentina por el FMI debieran servir como garantía de los créditos otorgados por entes extranjeros, al reemplazar un acreedor (el sector privado) expuesto a la posibilidad de cesación de pagos, por otro (el organismo multilateral) que está prácticamente blindado contra esta alternativa.

Ya no hay nada que hacer con la economía de Cambiemos: los desequilibrios son irresolubles

Luego de la delirante actuación del BCRA dilapidando el primer desembolso del préstamo recibido, y que la suba del "riesgo país" y del tipo de cambio certificaron la insustentabilidad del plan en curso, nació el "acuerdo revisado" entre el gobierno argentino y el FMI.

Este, en rigor, no es más que un arreglo para evitar que se vuelvan a despilfarrar los fondos desembolsados y garantizar que se apliquen a su finalidad original, esto es, el pago de la deuda soberana a los tenedores no residentes.

Por ello se basa en la prohibición de la expansión de la base monetaria, y en las siderales tasas de interés con las que el BCRA absorbe lo que considera "exceso de liquidez", con lo que se ha devastado el funcionamiento del aparato productivo.

Contabilizando todas las categorías de trabajadores registrados, entre diciembre de 2017 y febrero de 2019 (última estadística disponible), se perdieron 295.000 inscriptos.

Claro está que, una vez más, es el sector privado el que sufre la mayor contracción. En 2018, decreció en casi 137.000 el número de asalariados en las empresas.

Como hemos advertido, las categorías típicas del trabajo privado (autónomos y asalariados), han seguido una trayectoria predominantemente destructiva, en forma consistente con el desempeño del sector (" Trabajo en el sector privado: el pato de esta boda", BAE Negocios, 18/3/19).

Por el contrario, el sector público ha tendido a crecer, aunque las espasmódicas decisiones de los funcionarios nacionales han determinado la errática trayectoria seguida.

Es innegable que el saldo general de la gestión de Cambiemos es negativo también en el terreno del mercado de trabajo. Los reportes oficiales muestran un bajísimo crecimiento en el número de inscriptos (50.000), que se convierte en nulo (o negativo) si se descuentan los casos de registración de puestos de trabajo preexistentes en la categoría Independientes monotributo, derivada de los estímulos fiscales antes mencionados.

El balance empeora mucho al considerar el crecimiento vegetativo de la población, que no pudo ser absorbido en ninguna medida por el mercado laboral.

Desocupación: ¿hasta cuánto llegará?


De acuerdo con las correlaciones observadas a lo largo del tiempo en el mercado de trabajo argentino entre el empleo registrado y el del sector informal, y considerando el crecimiento vegetativo de la población, podemos deducir que el contingente de desocupados se engrosó en más de un millón de personas durante el año pasado y lo que va de 2019.

Previsiblemente, el proceso destructivo de empleos se acentúa debido a la continuidad de la crítica situación económica, sin atisbos de que la recesión toque piso. La totalidad de los informes estadísticos, oficiales o privados, dan cuenta de la mayor disminución de la actividad económica registrada en el primer trimestre del año.

Son numerosas las empresas, de todos los tamaños y rubros, que se han visto forzadas a cerrar sus operaciones, iniciaron concursos de acreedores o procesos preventivos de crisis, mientras que muchas más enfrentan situaciones sumamente comprometidas en el futuro inmediato, especialmente aquellas sobre las que se conjuga este contexto de desplome de las ventas con pasivos cuantiosos de difícil refinanciación.

La pérdida de posiciones registradas alcanzó a 295.000 entre diciembre de 2017 y febrero de 2019, de los cuales más de 65.000 se produjeron los dos primeros meses del año en curso, cifra que, al menos, se replicó durante marzo y abril.

En un cálculo extremadamente conservador, a la pérdida de posiciones registradas (350.000 entre diciembre de 2017 y abril de 2019), se debe adicionar la del empleo no registrado (entre 300.000 y 350.000), y la imposibilidad de inserción de las casi 330.000 personas que en 2018 y lo que va de este año ingresaron a la Población Económicamente Activa (PEA).

Sobre los aproximadamente 20 millones de personas que componen a ésta, la tasa de desocupación representa alrededor del 12%.

Este es, de mínima, el cruento paisaje que consiguió el gobierno, aun a fuerza de actividades de refugio, desaliento e incluso mendicidad.

Ya no hay nada que hacer desde la economía de Cambiemos: los desequilibrios alcanzados son irresolubles. En el actual esquema (mientras sobreviva), la volatilidad de las principales variables macroeconómicas es tal, que resulta imposible prever el ritmo de deterioro del mercado de trabajo.

Depende íntegramente de las representaciones institucionales (políticas y sectoriales), producir el rotundo viraje que, simultáneamente, restituya los equilibrios macroeconómicos, dinamice los mercados, y proteja al entramado social, permitiendo la revitalización del aparato productivo y con ello, una nueva etapa de creación de empleos.

1 Aclaramos que hay una multiplicidad de vocablos (como empleo, puesto de trabajo, ocupación, etc.) que, en el lenguaje corriente, pueden ser utilizados como sinónimos, o adquirir significados distintos según su contexto. Aquí nos referimos a las actividades laborales cuyo destino previsto es el mercado de bienes y servicios, pero éstas no abarcan la complejidad del concepto de trabajo. En términos técnicos, las normas estadísticas internacionales para las mediciones del mercado de trabajo, precisan e identifican cinco formas mutuamente excluyentes: a) trabajo de producción de bienes o servicios para el autoconsumo, que incluye el trabajo doméstico no remunerado; b) trabajo en la ocupación, realizado para terceros a cambio de remuneración o beneficios; c) trabajo en formación no remunerado, para adquirir experiencia o competencias; d) trabajo voluntario, sin remuneración y no obligatorio realizado para terceros; e) otras actividades productivas.

*MM y Asociados

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