lunes, 25 de junio de 2018

Saltando... de la sartén al fuego

Saltando... de la sartén al fuego


Si los fondos del FMI son dilapidados, aumenta el riesgo de incumplir los pagos


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


Antaño, casi siete meses atrás, el Gobierno daba a conocer pretendidas "políticas milagrosas" para futuros venturosos con pompa y oropeles. En la actualidad, cuando anuncia cambios, lo hace con vergüenza.

Oportunamente, caracterizábamos como "la política del después vemos" (BAE Negocios, 21/1/2018) a la conducta oficialista de, a través de medidas inconexas, intentar resolver un problema, pero creando uno más grande y complejo aún.

Los anuncios realizados confirman la persistencia de aquel modus operandi, en el que resalta, como elemento más alarmante, el relacionado con los desembolsos del préstamo del FMI. Es que, procrastinando una vez más, pareciera que los fondos serán aplicados en el diferimiento de la solución de las inconsistencias, lo que podría poner al país en el riesgo de la cesación de pagos.

Uno de los cambios más significativos es, sin dudas, el que se produjo en la conducción del Banco Central de la República Argentina (BCRA), ahora encabezado por el "mesadinerista" Luis Caputo, privilegiando así el papel de rectoría de la "timba financiera" por sobre el de autoridad monetaria.

En su momento, luego de la fallida conferencia de prensa del 28 de diciembre pasado, titulábamos una nota con la pregunta: "¿Será Sturzenegger el Sourrouille de Macri?" (BAE Negocios, 8/1/18), ya que encontrábamos un paralelismo entre el saliente presidente del BCRA y el exministro de Alfonsín cuya dimisión precipitó la crisis que obligó al traspaso anticipado de la Presidencia de la Nación. En aquellos días, pese a sus profusos malogros, era quien "con su gestión garantizaba que el radicalismo perdería las elecciones", pero a la vez "aseguraba la entrega del mando en la fecha estipulada".

Asimismo, el Gobierno tampoco parece haber adquirido mayor densidad técnica ni política con las concomitantes salidas de los exministros Aranguren y Cabrera.

Es que, con la sustitución de un expresidente de una refinadora de petróleo por un exvicepresidente del rubro, seguirá vacante la definición de una política energética que permita hacer de los combustibles fósiles un vector de competitividad de la economía nacional. Y, en cuanto a la cartera de Producción, más allá de los nombres, poco puede anhelarse en el contexto recesivo que transitamos y que signará los días que se avecinan.

Sin soluciones a la vista


Finalmente, se suscribió el contrato de mutuo con el FMI y se liberaron los primeros 15.000 millones de dólares del crédito Stand-By. Los desembolsos de los tramos siguientes quedan sujetos al cumplimiento, por parte del Gobierno, de los compromisos asumidos. Como hemos señalado con anterioridad, la velocidad de la caída de la recaudación tributaria superaría a la de la disminución del gasto público, poniendo en duda la observancia de las metas fiscales y, por tanto, de la continuidad de las transferencias del organismo multilateral.

La búsqueda de fondos del Tesoro Nacional mediante la emisión de letras, sólo se puede realizar cuando, como el lunes pasado, las tasas de interés son exageradamente altas y se incluyen cláusulas que funcionan como seguros de cambio.

Por parte del BCRA, la última licitación de Lebac sólo consiguió la renovación del 60% de los vencimientos, a costa de un sustancial incremento de las tasas de interés ofrecidas, que alcanzaron el 47% anual para el tramo más corto.

Así, como lo explicitamos oportunamente, se agravan día a día los problemas prexistentes:

► se perpetúa la restricción del crédito comercial entre las compañías ("El discurrir de la supercrisis", BAE Negocios, 28/5/18),

► se imposibilita a de las Empresas Capital Intensivo la determinación sus costos de producción ("Demasiado tarde para lágrimas", BAE Negocios, 19/6/18), al tiempo que,

► debido a la baja en la demanda de la moneda doméstica, no cede la dolarización de las carteras de inversión (ibid.).

Desvistiendo a un santo para vestir a otro


Como manifestamos la semana pasada en el artículo citado, el acuerdo con el FMI es, en esencia, el reemplazo de un acreedor por otro, en tanto que los fondos girados por el organismo multilateral no tendrían otro fin que el de servir como subyacente de los créditos otorgados por la banca privada extranjera a nuestro país.

Sin embargo, es posible que tal resguardo no esté disponible al momento de usarlo porque, si una significativa parte de esas divisas se aplica a la contención de la corrida cambiaria, tal vez no haya suficientes dólares para la atención de los vencimientos de deuda. Esto significa, lisa y llanamente, el ingreso en situación de default de los bonos soberanos.

El Gobierno anunció que la mitad del primer desembolso será vendido por el Tesoro, mediante el Banco Central a través del mecanismo de subasta de dólares, para intervenir en el mercado cambiario y así abastecer al sector privado, al tiempo que colecta los pesos que permiten atender sus gastos domésticos.

El extraño dispositivo implementado no está exento de riesgos de posibles cartelizaciones por parte de los bancos intervinientes en las compulsas, elemento que ameritaría, en cumplimiento de la ley recientemente sancionada, posteriores investigaciones de la Autoridad Nacional de la Competencia.

Asimismo, los fondos en dólares provistos bajo este mecanismo, lejos están de aportar al mercado el volumen necesario para compensar el desequilibrio de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Sin ir más lejos, sólo uno de sus componentes, el déficit comercial, sigue en ascenso y en mayo alcanzó los 1.285 millones de dólares (si bien es cierto que podría ir disminuyendo por la contracción de las importaciones).

En síntesis, si como el propio Gobierno sostuvo, los mercados de deuda voluntarios están cerrados para la Argentina y los fondos provistos por el FMI son dilapidados, aumenta el riesgo de incumplir los pagos, por lo que los funcionarios actuantes deberán asumir su responsabilidad ante tal evento.

Apelando una vez más a la conducta de "vestir a un santo desnudando a otro", la alianza Cambiemos nos confirma que goza de la extraña habilidad de empeorarlo todo, incluso lo que ya estaba muy mal.

La supercrisis sigue su derrota.


Ver en el diario

Entrevista de Alberto Trombetta

lunes, 18 de junio de 2018

Demasiado tarde para lágrimas

Demasiado tarde para lágrimas


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

El gobierno se orienta, bajo la tutela del FMI, a encarar una política económica armonizada en un plan, ahora sí, neoliberal.

La factibilidad del intento queda severamente amenazada, no sólo por las implicancias en términos de sustentabilidad económica y social, sino por la distancia existente entre los desequilibrios que constituyen el punto de partida y la convergencia esperada.

Mientras tanto, el día a día de las empresas, es cada vez más complicado y para muchas, imposible de sostener.

Empezó mal y termina peor


Apenas tres meses después de que asumiera el actual oficialismo, llamábamos la atención sobre las serias inconsistencias del esquema macroeconómico implementado que, desdeñando las más elementales causalidades de la disciplina, pavimentaron el camino hacia el abismo.

El "mejor equipo de los últimos 50 años" logró introducir a nuestro país en una supercrisis, que en su discurrir, pone en riesgo la propia continuidad de la Nación.

Ya en el mes de febrero de 2016, alertábamos sobre la problemática fiscal, al afirmar: "la disminución de los ingresos que recibe el Estado por un lado y el incremento de sus gastos por el otro, conducen a una inconsistencia macroeconómica que podrá ser sostenida unos pocos meses".

En este marco, el gobierno comenzó a tomar deuda en el exterior, y como sosteníamos en nuestro artículo "Recauda como liberal, gasta como keynesiano: la política del después vemos" (BAE Negocios 20-11-17): "Los dólares comenzaron a entrar y a gastarse, para lo cual había que transformarlos en pesos, pero estos aumentaban la emisión monetaria y con ello la inflación y encontraron otra solución mágica: quitar esos pesos del mercado (esterilización) utilizando las Lebac. Para lo cual tuvieron que pagar una enorme tasa de interés y entonces emergió el déficit cuasifiscal, que sumado al del Tesoro Nacional y las jurisdicciones subnacionales, nos acercan al 11% del PIB de este año, esto es alrededor de u$s60.000 millones, similar (en porcentaje) al que alcanzó el gobierno de Alfonsín previo a su colapso".

Posteriormente, al problema fiscal se le sumó el del sector externo.

La incomprensión sobre la importancia de la administración del comercio exterior (instrumento hoy en auge en el mundo), condujo a nuestro país a un rojo comercial récord de u$s8.471 millones en 2017, que forma parte del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, de aproximadamente 6% del PIB, y que seguía en ascenso hasta el inicio del actual ciclo de depreciación de la moneda doméstica.

Finalmente, como dijimos en "Ay Patria mía" (BAE 7-5-18): "La Argentina de mayo de 2018 se enfrenta a un escenario en el que convergen los desequilibrios fiscales del 89 con los del sector externo de 2001, por lo que ambos fenómenos se potencian mutuamente generando las condiciones de una supercrisis".

¿Respaldo internacional o riesgo de default?


El aporte ciertamente extraordinario que aparentemente hará el FMI es leído como un fuerte respaldo de la comunidad internacional al gobierno. ¿Será así?

El crecimiento de la prima de riesgo de default de las compañías aseguradoras, para el caso argentino, funcionó como una alerta para el sistema financiero internacional que, para disminuir su exposición por los préstamos oportunamente otorgados, promovió la activa participación del FMI. La visita de Christine Lagarde a nuestro país, en marzo pasado, fue la "mise en scene" del inicio de este proceso.

En este marco debe interpretarse el verdadero motivo del inusitado monto pre-acordado (que alcanza 11 veces la cuota que aporta por su participación nuestro país). Así, los fondos a girar a la Argentina por el FMI sirven como garantía subyacente de los créditos otorgados por la banca extranjera.

El reemplazo de un acreedor por otro tiene una lógica de hierro: el sector privado está sujeto a la posibilidad de cesación de pagos, mientras que el organismo multilateral está prácticamente blindado a esta alternativa, como quedó demostrado en diciembre de 2001.

Naturalmente, el aporte comprometido sólo se efectivizará bajo la condición de resolver las inconsistencias macroeconómicas preexistentes con lo cual, ex post acuerdo con el FMI emerge ahora sí, un plan económico neoliberal.

¿Demasiado tarde para un plan?


Desequilibrios tales como un déficit fiscal total que supera en términos de PIB al de 1989, y un rojo de cuenta corriente mayor al que provocó la crisis de 2001, sólo podrían resolverse, en el marco de dicho plan, con una baja de la tasa de interés a niveles razonables y aceptando que el tipo de cambio alcance un nivel, hoy, indeterminado.

Sin embargo, sus consecuencias sociales son inaceptables, ya que requiere que el consumo de los hogares disminuya en magnitudes sólo compatibles con el 25% de la Población Económicamente Activa Desempleada, y el 50% de la Población Total en Situación de Pobreza.

La dudosa viabilidad social del "nuevo modelo" no es el único obstáculo ya que, en el corto plazo, el préstamo del FMI no resuelve el serio problema del "trade off" (intercambio) entre la tasa de interés y el valor del dólar.

El nivel de dichas tasas, fijado por el BCRA con el objetivo de desincentivar la dolarización de las carteras de inversión (producto de la caída de demanda de la moneda doméstica), podría provocar en la economía un impacto de desabastecimiento, por la acelerada contracción del crédito comercial, perjudicando principalmente a las pequeñas y medianas empresas, cómo ya hemos explicado en el artículo "Llegó la supercrisis. Evitemos la hipercrisis" (BAE Negocios 14-5-18).

Asimismo, su permanencia en el tiempo tiene un efecto demoledor sobre las Empresas Capital Intensivo (ECI), característica que en la Argentina es propia de las grandes compañías proveedoras de insumos difundidos.

Su función de producción, sesgada a la utilización del capital, se ve tremendamente impactada por niveles de tasa de interés reales superiores al 70%.

Por el contrario, si para evitar este sobrecosto, las ECI optan por utilizar como numeral de cálculo la moneda estadounidense, enfrentan la incertidumbre sobre el nivel futuro del tipo de cambio (esperanza de devaluación).

Por un camino, o por el otro, se encuentran en la problemática situación de no saber si el precio al que comercializan sus bienes cubre, o no, sus costos de producción.

¿Cuánto tiempo podrá soportar la economía enfrentando estas condiciones?

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Entrevista en "Pagina abierta"

Entrevista en "Chiche 2018"

lunes, 11 de junio de 2018

Lo por venir

Lo por venir


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


El esquema económico que el oficialismo decidió implementar se encuentra en una situación desquiciada e irreversible. Sólo le resta abocarse a atender las urgencias, garantizando que los conflictos se resuelvan en un marco de paz y armonía, evitando que la Nación sucumba ante la anomia.

El oficialismo actual, por no caracterizar correctamente la coyuntura nacional y al mismo tiempo no incorporar a su análisis el Nuevo Orden Internacional (sayo que también le cabe a algunas vertientes de la oposición) está condenado a la intrascendencia política.

Ante este panorama, es pertinente retomar una reflexión que, más allá de analizar los orígenes y el discurrir de la supercrisis (tal como lo hemos venido haciendo en anteriores entregas), nos permita otear, saliendo de lo inmediato, los plausibles senderos que tomará la Patria.

El Nuevo Orden Internacional (NOI)


Recientemente, el gobierno de EE.UU. impuso aranceles a la importación de acero y aluminio, para proteger a las industrias radicadas en su territorio. Para ejecutar esas medidas, se basó en la idea de que socavar la producción local de esos insumos estratégicos constituye una amenaza a la defensa y seguridad nacional.

Ello es un ejemplo más de que las determinaciones a tomar en los nuevos modelos de desarrollo imbrican necesariamente, en un todo armónico, las categorías analíticas de la: Economía, Defensa, y Seguridad Nacional, tal como lo analizamos en la trilogía de artículos "Nacionalistas, globalizadores y las decisiones de inversión"i.

De modo que resulta de fundamental importancia entender adecuadamente los sustratos de la tercera guerra mundial en cuotas, al decir del papa Francisco, ya que, a diferencia de antaño, los pueblos derrotados no verán cercenado su territorio, sino que sufrirán el impacto sobre su tasa de desocupación.

Por ello, lejos de que la reflexión en rededor del NOI se circunscriba a los ámbitos académicos, su ritmo vertiginoso y su impacto contundente en la cotidianeidad, tanto de las familias como de los pueblos, vuelve necesaria su cabal comprensión.

La hora de la Patria


En este contexto internacional, se visualiza una invaluable "ventana de oportunidad" para quienes impulsamos la puesta en valor de los vectores nacionales, en la implementación de un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS) en nuestro país.

Ello involucra un imprescindible debate sobre la interrelación dinámica de tres variables fundamentales: las rentas extraordinarias, la distribución del ingreso y finalmente, la acumulación de capital al interior de las unidades de producción de bienes y servicios.

El primero de estos conceptos lo definimos oportunamente en nuestro artículo del 29 de enero titulado "Cómo seguimos", donde señalamos que las rentas extraordinarias están constituidas por "aquellos beneficios redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la explotación de algún recurso natural. Esa característica, en nuestro país, la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía".

La discusión sobre la administración de dichas rentas impacta, entre otros elementos, en la segunda variable mencionada, la distribución del ingreso, y presenta, como explicamos el 26 de febrero en nuestra nota "El oficialismo un pato rengo y criollo", tres grandes corrientes.

A fuerza de ser reiterativos, vale la pena recordarlas:

► la que considera que un cierto nivel de desocupación -y por lo tanto de pobreza- son estructurales. Por lo tanto, las rentas extraordinarias deben ser aplicadas, bajo diversas modalidades, en la subsistencia de los sectores sociales afectados.

► la que supone que deben derivarse al Estado (quien asume el rol dinamizador de la economía) para que las aplique de acuerdo a las prioridades que les asigne una preexistente planificación económica; y

► la que plantea que dichas rentas deben ser distribuidas hacia la totalidad del entramado empresarial, con el objetivo de mejorar sus estructuras de costos y, por ende, sus precios de comercialización, siempre garantizando el pleno empleo de los factores productivos.

Atento a los sustratos culturales argentinos donde necesariamente debe asentarse la política económica, y su imprescindible adecuación al NOI, surge la tercera opción como la de mayor eficacia para ser implementada en las etapas reconstructivas, que sucederán al experimento económico actual.

Sin embargo, aún en este marco, el modelo emergente no carecerá de tensiones en su interior, al definir sus prioridades respecto de la "administración" de la tasa de acumulación de capital, variable que se asocia a la tasa de ganancia neta (después de impuestos) que será aplicada a la consolidación o expansión de cada una de las empresas en el mercado.

Esquemáticamente, hay dos enfoques:

► el que favorece el incremento de la tasa de acumulación de capital de las grandes empresas, que si bien constituye un porcentaje menor se aplica sobre un Capital Total Empleado (CTE) sustantivo, para que luego derrame sus beneficios sobre el resto de los eslabones productivos; y

► la visión mayoritaria y popular, que pretende que dicha tasa se incremente en las miles de pequeñas y medianas empresas, grandes generadoras de empleo y trabajo argentino.

Se trata, finalmente, de que la política económica articule sistémicamente los mejores planes, programas y proyectos, contemplando simultáneamente el crecimiento y la inclusión social, garantizando la permanencia y sustentabilidad de sus logros.

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Entrevista en "La vuelta completa"

lunes, 4 de junio de 2018

Persiguiendo su propia sombra

Persiguiendo su propia sombra


El ajuste está siempre detrás del déficit fiscal


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

Caracterizamos como supercrisis el actual escenario, en el que el gobierno se ocupó de hacer concurrir los desequilibrios fiscales que originaron la crisis de 1989 con los del sector externo que desencadenaron la de 2001, con el agravante de que ambos fenómenos se potencian mutuamente.

En fuga hacia adelante, el oficialismo enfrentó las tensiones cambiarias devenidas de la agresiva dolarización de carteras de inversión (producida a partir de la caída de la demanda de la moneda local), con una inconcebible suba de las tasas de interés.

Con ello consiguió, transitoriamente, sofrenar la devaluación de la moneda nacional, pero a un costo enorme, inclusive superior al que hubiera generado la continuidad de la corrida cambiaria.

Con la consolidación de las tasas de interés en niveles usurarios, también se ratificó la desaparición del crédito comercial, obligando a las empresas a reducir bruscamente sus operaciones.

Al descenso del consumo masivo generado por la pérdida de poder adquisitivo debido a la traslación a precios de la modificación del tipo de cambio, se suma la descomunal disminución de transacciones en el comercio mayorista.

Pero el gobierno, desconociendo estos antecedentes, actúa como si sólo atravesara una transitoria dificultad en la balanza de pagos, apostando a su financiamiento mediante un contrato de mutuo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Su rúbrica estará sujeta, entre otros aspectos, a que los parámetros económicos que debe contener presenten un principio de cálculo cierto al momento de su incorporación en las cláusulas del acuerdo. Sin embargo, las circunstancias económicas nacionales dificultan al extremo tal cuantificación, de modo que podrían condicionar, ya sea en estadios iniciales o mediatos, la materialización de los desembolsos solicitados o, incluso, la propia suscripción del contrato.

El prestamista


Cuando en 1944 comenzó la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas en Bretton Woods, Estados Unidos, los líderes y representantes de los 44 países participantes, se abocaron a diseñar el orden económico de la posguerra para occidente, mientras el mundo enfrentaba las consecuencias de la II Guerra Mundial.

Allí prevalecieron las propuestas norteamericanas, representadas por Harry D. White, Secretario Adjunto del Tesoro de los EE.UU., por sobre las de la delegación británica, encabezada por John M. Keynes.

Como parte de los acuerdos, al finalizar la conferencia, se creó el FMI y se concibió el Banco Mundial (BM).

Según el propio FMI, su misión "consiste en asegurar la estabilidad del sistema monetario internacional; es decir, el sistema de pagos internacionales y tipos de cambio que permite a los países y a sus ciudadanos efectuar transacciones entre sí". Más allá de su papel en la supervisión de las condiciones económicas a nivel nacional, regional y mundial, y en la asistencia técnica y asesoramiento a los gobiernos de los países miembro, su principal rol es el de brindar recursos financieros a los estados nacionales que los soliciten, para la atención de desequilibrios en la balanza de pagos.

Explícitamente, el organismo define que, cuando un país obtiene un crédito del FMI, "su gobierno se compromete a ajustar la política económica", tanto para superar los problemas que le llevaron a solicitarlo, como para garantizar que ese estado será capaz de reembolsar el principal y sus intereses.

La mayor parte de ese financiamiento se otorga por medio de desembolsos escalonados, supeditados a la aplicación de medidas en el marco de determinadas políticas (por ej. referidas a la administración del comercio exterior e interior) y criterios de ejecución y metas cuantitativas (como los agregados monetarios, las reservas internacionales, los saldos fiscales o los empréstitos externos), que son las variables que están bajo el control de las autoridades nacionales.

El solicitante


En nuestro último artículo, "El discurrir de la supercrisis", advertíamos que "en julio, cuando la Afip informe la recaudación impositiva efectuada durante junio, producto de la baja de las ventas del mes de mayo, reflejará una brusca caída".

Ello es consecuencia de que se han conjugado:

► la baja del consumo por pérdida de poder adquisitivo de los ingresos populares,

► el descenso en el flujo de las ventas mayoristas por restricción del crédito comercial, y

► el incremento de la morosidad de las obligaciones tributarias como financiamiento alternativo, dado el diferencial entre las tasas de los punitorios y las que se observan en el mercado.

Así se ingresa en un círculo vicioso en el que la baja de la actividad económica se expresa en la caída de la recaudación impositiva, sin solución a la vista que pudiera interrumpir dicha dinámica.

A su vez, tal situación se verá agudizada por:

► el déficit cuasifiscal del BCRA (diferencia entre intereses pagados y cobrados) que continúa en aumento producto de la expansión de las emisiones de sus instrumentos y de las crecientes tasas de interés;

► el efecto Olivera-Tanzi (se recaudan impuestos sobre precios viejos para ejecutar gasto a precios nuevos),

ya que contribuirán a seguir espiralizando el déficit fiscal.

Al respecto, tampoco serán de utilidad los eventuales recortes a las erogaciones presupuestarias, que por cierto auguran la incorporación de un componente recesivo adicional, dado que la caída de los ingresos tributarios, en velocidad y magnitud, supera holgadamente cualquier disminución de los gastos públicos y, por lo tanto, se ingresa en un espiral que deja indeterminado el déficit fiscal total.

La imposibilidad de cuantificarlo, tratándose de uno de los parámetros de mayor relevancia, podría condicionar la materialización del acuerdo con el FMI.

Yendo a ninguna parte


Como hemos mencionado, la supercrisis es la conjunción de dos desequilibrios en tiempo y espacio: el fiscal y el externo.

En el imaginario del oficialismo, el acuerdo con el FMI serviría simultáneamente a ambos fines, olvidando la regla de Tinbergen, según la cual, para cada objetivo se necesita un instrumento, y planteando así propósitos de imposible consecución.

En consecuencia, la solución que permita resolver ambos desequilibrios requiere de otras medidas tanto en cantidad y como en cualidad.

El (im) probable acuerdo con el FMI es claramente insuficiente, dado que, a lo sumo, operaría como paliativo transitorio en el frente externo.

Por su parte, el implícito ajuste del gasto que, desde el marco de decisiones del gobierno, tendería a mejorar las cuentas públicas, iría siempre por detrás del incremento del déficit fiscal por caídas de recaudación.

Así, como si persiguiera su propia sombra, en cada paso que da hacia su objetivo, el Gobierno, simultáneamente, se aleja de él.

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