lunes, 11 de junio de 2018

Lo por venir

Lo por venir


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


El esquema económico que el oficialismo decidió implementar se encuentra en una situación desquiciada e irreversible. Sólo le resta abocarse a atender las urgencias, garantizando que los conflictos se resuelvan en un marco de paz y armonía, evitando que la Nación sucumba ante la anomia.

El oficialismo actual, por no caracterizar correctamente la coyuntura nacional y al mismo tiempo no incorporar a su análisis el Nuevo Orden Internacional (sayo que también le cabe a algunas vertientes de la oposición) está condenado a la intrascendencia política.

Ante este panorama, es pertinente retomar una reflexión que, más allá de analizar los orígenes y el discurrir de la supercrisis (tal como lo hemos venido haciendo en anteriores entregas), nos permita otear, saliendo de lo inmediato, los plausibles senderos que tomará la Patria.

El Nuevo Orden Internacional (NOI)


Recientemente, el gobierno de EE.UU. impuso aranceles a la importación de acero y aluminio, para proteger a las industrias radicadas en su territorio. Para ejecutar esas medidas, se basó en la idea de que socavar la producción local de esos insumos estratégicos constituye una amenaza a la defensa y seguridad nacional.

Ello es un ejemplo más de que las determinaciones a tomar en los nuevos modelos de desarrollo imbrican necesariamente, en un todo armónico, las categorías analíticas de la: Economía, Defensa, y Seguridad Nacional, tal como lo analizamos en la trilogía de artículos "Nacionalistas, globalizadores y las decisiones de inversión"i.

De modo que resulta de fundamental importancia entender adecuadamente los sustratos de la tercera guerra mundial en cuotas, al decir del papa Francisco, ya que, a diferencia de antaño, los pueblos derrotados no verán cercenado su territorio, sino que sufrirán el impacto sobre su tasa de desocupación.

Por ello, lejos de que la reflexión en rededor del NOI se circunscriba a los ámbitos académicos, su ritmo vertiginoso y su impacto contundente en la cotidianeidad, tanto de las familias como de los pueblos, vuelve necesaria su cabal comprensión.

La hora de la Patria


En este contexto internacional, se visualiza una invaluable "ventana de oportunidad" para quienes impulsamos la puesta en valor de los vectores nacionales, en la implementación de un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS) en nuestro país.

Ello involucra un imprescindible debate sobre la interrelación dinámica de tres variables fundamentales: las rentas extraordinarias, la distribución del ingreso y finalmente, la acumulación de capital al interior de las unidades de producción de bienes y servicios.

El primero de estos conceptos lo definimos oportunamente en nuestro artículo del 29 de enero titulado "Cómo seguimos", donde señalamos que las rentas extraordinarias están constituidas por "aquellos beneficios redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la explotación de algún recurso natural. Esa característica, en nuestro país, la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía".

La discusión sobre la administración de dichas rentas impacta, entre otros elementos, en la segunda variable mencionada, la distribución del ingreso, y presenta, como explicamos el 26 de febrero en nuestra nota "El oficialismo un pato rengo y criollo", tres grandes corrientes.

A fuerza de ser reiterativos, vale la pena recordarlas:

► la que considera que un cierto nivel de desocupación -y por lo tanto de pobreza- son estructurales. Por lo tanto, las rentas extraordinarias deben ser aplicadas, bajo diversas modalidades, en la subsistencia de los sectores sociales afectados.

► la que supone que deben derivarse al Estado (quien asume el rol dinamizador de la economía) para que las aplique de acuerdo a las prioridades que les asigne una preexistente planificación económica; y

► la que plantea que dichas rentas deben ser distribuidas hacia la totalidad del entramado empresarial, con el objetivo de mejorar sus estructuras de costos y, por ende, sus precios de comercialización, siempre garantizando el pleno empleo de los factores productivos.

Atento a los sustratos culturales argentinos donde necesariamente debe asentarse la política económica, y su imprescindible adecuación al NOI, surge la tercera opción como la de mayor eficacia para ser implementada en las etapas reconstructivas, que sucederán al experimento económico actual.

Sin embargo, aún en este marco, el modelo emergente no carecerá de tensiones en su interior, al definir sus prioridades respecto de la "administración" de la tasa de acumulación de capital, variable que se asocia a la tasa de ganancia neta (después de impuestos) que será aplicada a la consolidación o expansión de cada una de las empresas en el mercado.

Esquemáticamente, hay dos enfoques:

► el que favorece el incremento de la tasa de acumulación de capital de las grandes empresas, que si bien constituye un porcentaje menor se aplica sobre un Capital Total Empleado (CTE) sustantivo, para que luego derrame sus beneficios sobre el resto de los eslabones productivos; y

► la visión mayoritaria y popular, que pretende que dicha tasa se incremente en las miles de pequeñas y medianas empresas, grandes generadoras de empleo y trabajo argentino.

Se trata, finalmente, de que la política económica articule sistémicamente los mejores planes, programas y proyectos, contemplando simultáneamente el crecimiento y la inclusión social, garantizando la permanencia y sustentabilidad de sus logros.

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