lunes, 2 de septiembre de 2019

60, 62, 64...

60, 62, 64...


Por Lic. Guillermo Moreno, Dr. Claudio Comari, Lic. Norberto Itzcovich

Es una regla de las ciencias sociales, entre las que se encuentra la económica, que ningún fenómeno responde a la mono causalidad.

El valor de equilibrio del tipo de cambio es un ejemplo de ello, ya que depende de múltiples factores intervinientes.

Sin embargo, este principio parece ser ignorado por algunos operadores relevantes en la economía, que hoy se dedican a pontificar sobre cuál debería ser ese valor, sin considerar el comportamiento del resto de los fundamentals.

Este absurdo enfoque es el que abraza el gobierno en su declaración de cesación de pagos1 de la semana pasada.

" Dólar a sesenta" (o cualquier otro precio mágico) ofrece una multiplicidad de interrogantes sobre los niveles de la actividad económica, de las reservas internacionales, del empleo, de la inflación, de las tasas de interés, etcétera.

No podría ser de otro modo ya que, en este irracional reduccionismo, quedaron invertidos los órdenes de causalidades.

El "dólar de equilibrio" sólo puede ser la resultante derivada de otras armonías, especialmente las asociadas al sector externo y a las cuentas públicas.

La economía de Cambiemos: lo que empieza mal, termina peor

Con la devaluación de diciembre de 2015 y la quita de las retenciones a las exportaciones agrícolas y ganaderas, el gobierno provocó un descomunal aumento del precio de la canasta alimentaria, derrumbando el consumo del resto de los bienes y servicios, asestando así un golpe brutal al mercado interno.

Hacia mayo de 2016, nuestra opinión era: "Luego de seis meses de gestión macrista, se empiezan a agotar los plazos para definir el sesgo que tomará finalmente el gobierno. Durante estos meses hemos observado una política económica poco coordinada, e incluso acciones contrapuestas."2

Creíamos entonces que el gobierno iba a buscar algún tipo de solución a los problemas, sin sospechar que se trataba del verdadero modus operandi de la alianza Cambiemos: "No importa si algo no se resuelve o incluso se agrava, salgamos del paso hoy".

El desplome de la economía, provocado por la caída del consumo privado, pretendió ser solucionado vía el aumento del gasto público, pero al recaudar menos y erogar más, se inició un sendero de multiplicación del déficit fiscal heredado, que fue financiado principalmente mediante el crédito externo.

Dado que los dólares ingresados, para poder ser gastados, requerían ser transformados en pesos (aumentando la emisión monetaria y la probabilidad de inflación), el Banco Central de la República Argentina los esterilizó mediante instrumentos de deuda (Lebac, entre otros). Para lograrlo, debió pagar una exorbitante tasa de interés nominal, espiralizando el déficit cuasifiscal, que sumado a los rojos del Tesoro Nacional y las jurisdicciones subnacionales, siempre superaron el 10% del PIB.

En este delirante esquema, el costo del financiamiento se multiplicó, ya que debieron pagarse intereses por los dólares prestados y luego también remunerar la esterilización de su conversión a moneda local.

La creciente inconsistencia del esquema macroeconómico de Cambiemos, alcanzó niveles críticos en 2017, hasta llegar al punto de disrupción en abril de 2018.

En todo ese período, a la par de la espiralización del resultado fiscal negativo, el oficialismo también se ocupó de magnificar el desequilibrio externo, completando su obra maestra: los "déficits gemelos".

Mientras en el mundo crecen las medidas de protección de las economías locales, aquí la producción doméstica de bienes y servicios quedó a merced de sus competidores no residentes, escenario agravado por la revaluación del tipo de cambio derivada del sostenido ingreso de dólares provistos por los prestamistas externos.

Fue así que al finalizar 2017, se proyectaba un déficit en la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos para el año siguiente que rondaba el 6% del PIB.

De ese modo se configuraron las condiciones para la actual Supercrisis, con la coexistencia de los desequilibrios macroeconómicos que, en términos fiscales provocaron el colapso del gobierno de Alfonsín, y en cuanto a los del sector externo, el de De la Rua3.

En abril de 2018, tal como lo habíamos adelantado en "Los prestamistas externos también preguntan ¿cómo seguimos?" (BAE, 12/2/18), con el cierre de los mercados voluntarios de deuda, la Supercrisis se materializó.

A partir de allí, el Fondo Monetario Internacional ( FMI) fue requerido como garantía subyacente de los créditos otorgados por inversores extranjeros. Pero, fiel a su estilo, la alianza gobernante no tardó en dilapidar los primeros U$S15.000 millones girados.

Incumplido el acuerdo, y forzado a renegociarlo, el organismo multilateral impuso las condiciones para que los fondos desembolsados se apliquen a garantizar su finalidad original, esto es, el pago de la deuda soberana a los tenedores no residentes.

La espiralización de las tasas de interés y el insólito "congelamiento de la base monetaria", no hicieron más que reforzar el corset sobre la economía real, aventando cualquier expectativa de reanimación de la actividad y extremando las dificultades para las empresas, todo lo cual, como habíamos anticipado, impidió alcanzar el objetivo de equilibrar gastos e ingresos corrientes, al deteriorar la recaudación tributaria4.

Ante el fracaso evidente, el FMI autorizó al BCRA a intervenir en el mercado de cambios, permitiendo estabilizar el valor del dólar a lo largo de casi un año a costa de competitividad externa, altísimas tasas de interés y la absorción en el sector público de todo el ahorro mediante el tándem plazos fijos-leliq estimulando el carry-trade.

Los resultados de las PASO "corrieron el velo" y la Supercrisis -en este marco de evidente vacío de poder-, amenaza en transformarse en Hipercrisis5.

Más vale tarde que nunca

El carácter bimonetario de la economía argentina justificaría, a priori, la importancia de establecer certezas respecto de las relaciones entre la moneda local y la extranjera, dado que, en condiciones normales, los gastos corrientes de las familias y las empresas se realizan con pesos, mientras que los de inversión o de mediano y largo plazo se cuantifican en dólares.

Pero en las situaciones críticas el uso de las divisas extranjeras como reserva de valor6 se acelera, hasta potencialmente dejar indeterminado su precio.

En tales contextos, la reducción o parálisis de las actividades es el mecanismo de autoprotección de las empresas, cuyo correlato es la interrupción del normal abastecimiento del mercado de bienes y servicios.

En un país predominantemente urbano como es el nuestro, la ausencia de mercancías se traduce en corto plazo en crisis social, especialmente tratándose de bienes esenciales como los alimentarios, energéticos y farmacológicos.

Pero esta inequívoca necesidad de establecer claras señales de precios en el mercado de cambios no puede ser satisfecha mediante "la voluntad", porque su magnitud "óptima" es exclusivamente un resultado determinado por sus antecedentes.

El "dólar de equilibrio" sólo es el que se deriva de una Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos (CC) sustentable a lo largo del tiempo. Por lo tanto, se requiere un resultado superavitario en la Balanza Comercial, con suficiencia para tender a cubrir los déficits de los demás ítems que componen la CC.

Asimismo, también exige un Superávit Fiscal Primario tal que permita al sector público la adquisición de esos dólares que se generan en el sector privado.

La magnitud de este desafío es inmensa, pero el riesgo de no abordarlo con urgencia es aún mayor.

Por ello, como dijimos la semana pasada: "las formaciones políticas, las instituciones de gobierno de todos los niveles y el conjunto de organizaciones representativas del quehacer nacional deben preparar este plan de contingencia, así como ofrecer a sus mejores cuadros para ejecutarlo: sería muy injusto endilgarle semejante peso exclusivamente al próximo gobierno electo, al tiempo que también desatinado porque se lo sometería innecesariamente a un desgaste prematuro.

Es indispensable una transición desde el descalabro actual hacia los mínimos equilibrios requeridos para que el nuevo gobierno pueda iniciar la reconstrucción de la economía argentina."

Es claro que el momento óptimo ya ha pasado, pero sigue siendo imprescindible tomar estas decisiones antes de que las condiciones continúen empeorando.

1- Si bien en su disposición el Gobierno discrimina entre personas humanas y jurídicas, es dudoso que tal distinción sea legalmente sustentable a fines de cancelar las obligaciones.

2- “Recauda como liberal, gasta como keynesiano: la política del después vemos”, BAE Negocios, 20/11/17.

3- “Recauda como liberal, gasta como keynesiano: la política del después vemos”, BAE Negocios, 20/11/17.

4- “El discurrir de la Supercrisis”, BAE Negocios, 28/5/18.

5- Instalación de un proceso anómico sin sujeción a las normas legales 6-Se trata de conservar el poder adquisitivo de los ahorros, que podría deteriorarse producto de la inflación.

* MM y Asociados


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