lunes, 2 de abril de 2018

El traje nuevo del emperador

El traje nuevo del emperador


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


En la fábula que el danés H. C. Andersen popularizara, la corte que regía en unas lejanas tierras decidió adquirir una mágica tela que, además de ser la más bella y deslumbrante, tenía la propiedad de tornarse invisible a los ojos de los ineptos.

Seguramente bajo el temor de ser considerados de aquel modo, convencidos además de ser "el mejor equipo", todos elogiaron la inexistente vestimenta del emperador, afirmando ver lo que necesitaban ver. Sólo aquel que no temía decir la verdad, en este caso un niño, alertó exclamando ¡el rey está desnudo!

Este cuento viene a cuento, de que estamos obligados a retomar el debate sobre el crecimiento, dado que la última publicación oficial lo sitúa en 2,9% en el año 2017, y debemos dilucidar si ello realmente aconteció o es un nuevo "traje del emperador".

Por cierto, sus consecuencias son sustantivas. Tanto por la importancia de conocer la magnitud que alcanza el valor agregado generado en el país, como para precisar aquellas relaciones macroeconómicas que se construyen como proporción del PIB, ya que cuanto menor es el divisor, mayor es el cociente que resulta (por ejemplo los porcentajes que representan el déficit fiscal total, la inversión, el endeudamiento, los déficits del sector externo, tanto de cuenta corriente como comercial, etc.) y, a la inversa, éste disminuye cuando se utiliza como dividendo, tal es el caso del PBI per cápita.

Como en el cuento, el crecimiento también es invisible


El Producto Bruto Interno resulta de adicionar los valores agregados estimados para cada uno de los 16 sectores (agricultura, comercio, minería, industria manufacturera, transporte, entre otros) en los que las cuentas nacionales clasifican la actividad económica, más sus impuestos, restados los subsidios que le correspondan. Dado que estos últimos disminuyeron, el saldo de "impuestos menos subsidios" explicó 0,7 puntos porcentuales del crecimiento total del PBI, siendo el sector privado el "pato de la boda".

Al ahondar en los conceptos que se toman en cuenta al realizar las estimaciones sectoriales, surgen situaciones llamativas.

Así, para medir las actividades del sector agrícola, se utilizan principalmente los cálculos de cosecha provistos por el Ministerio de Agroindustria. Ocurre que, mientras extrañamente aún no se conocen los resultados oficiales de la campaña 2016-2017, el Indec mantuvo la primera proyección de 137 millones de toneladas (Mtn) de cereales y oleaginosas. Sin embargo, todos los análisis privados son coincidentes en que la producción alcanzó el entorno de los 125,5 Mtn. Esto implica que se la ha sobreestimado en 11,5 Mtn.

Este desempeño repercutió, de manera relevante, también en las actividades de servicios agrícolas, en el transporte (con una disminución de alrededor de un millón de viajes de camión), en la logística, en los seguros, y en el área del comercio mayorista, ya que todas ellas se ven directamente afectadas por los volúmenes cosechados.

Adicionalmente, en la producción automotriz, se destaca que mientras los datos de las cámaras que agrupan a los fabricantes indican que prácticamente no hubo variación en la producción, entre los años 2016 y 2017, el Estimador Mensual Industrial del Indec registra un crecimiento del 5,4% y el cálculo del PBI (que según su metodología utiliza los datos de dichas cámaras como fuente) incorpora una variación positiva del sector de 11,2%.

También encontramos problemas metodológicos en el sub sector comunicaciones. Las líneas de celulares se adicionan mes a mes, permaneciendo en los registros, con independencia de si se encuentran activas o no. Así, se las contabiliza en 62 millones, un promedio de casi 1,5 teléfono celular por persona, guarismo un tanto extravagante. Tal procedimiento se repite en relación con la telefonía fija.

En síntesis, descontando estos y otros errores metodológicos, el crecimiento del valor agregado bruto a precios básicos ya no sería del 2,2% (2,9 del PBI, restando 0,7 de impuestos menos subsidios), sino que se acercaría al 0,78%.

La economía sin "Photoshop"


Como señalamos ut supra, con un Producto Bruto Interno menor, los indicadores relevantes de la economía se ven seriamente modificados. El déficit primario del sector público resultó negativo, no ya en 3,8%, sino en un 4,9%, y lo mismo ocurrió con el resultado financiero, que no alcanzó el -6%, como se desprendería de los números oficiales, sino el -7,6%. Así, el déficit fiscal total se encuentra en niveles cercanos al 11% del PBI, como ya lo habíamos señalado oportunamente.

El aumento del endeudamiento, utilizado en su mayor parte para financiar gastos corrientes, constituye un entorno riesgoso. Con la adecuación de la estimación del producto, la deuda contraída en 2017 ya no fue del 19,8, sino del 25,2 del PBI.

Como agravante de la situación, la cuenta corriente de la balanza de pagos alcanzó un rojo de u$s30.792 millones, lo que significa un 5,9% del PBI, influida en buena medida por una balanza comercial que finalizó el 2017 con un déficit récord de u$s8.471 millones (y que continúa agravándose en lo que va del 2018).

Este comportamiento de la actividad económica impactó en la tasa de desempleo, que según números oficiales promedió el 2017 en niveles del 8,4%, así como en su composición. Prueba de ello es que la mayoría de los nuevos puestos de trabajo fueron generados en el sector público o por los monotributistas (que en mayor medida representan un blanqueo de puestos de trabajo que ya preexistían).

En este marco, el pulso de la sociedad resulta compatible con la caracterización de la economía que surge del recálculo realizado. Mientras a fines del año 2015 el PBI per cápita alcanzaba, aproximadamente, los u$s14.000, actualmente orilla los u$s10.000.

En síntesis, en el seno de la inmensa mayoría de las familias de nuestra sociedad, donde se objetiva la realidad, la verdad se impone sin tapujos al igual que ocurre con el niño de la fábula. Allí, de manera incontrastable, no sólo no se percibe ningún crecimiento, sino que se padece el ostensible retroceso del bienestar.


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