lunes, 5 de marzo de 2018

Les hablé con el corazón, me contestaron con el bolsillo

Les hablé con el corazón, me contestaron con el bolsillo


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


Ante un foro económico realizado recientemente en España, el ministro de Hacienda argentino abordó entre otros, el tópico de la inflación en nuestro país. La temática, trascendente de por sí, lo es además porque de acuerdo a cómo el gobierno aborde la problemática, el empresario avezado interpretará ese criterio para orientar sus decisiones de inversión. Sin embargo, insólitamente Nicolás Dujovne reconoció: "Tenemos muy pocas herramientas, pero una voluntad de hierro para derrotarla".

Tal muestra de incompetencia nos recuerda cuando el Dr. Juan C. Pugliese reemplazó a J. V. Sourrouille en el Ministerio de Economía, en marzo de 1989. En medio de un contexto hiperinflacionario, y no habiendo reaccionado favorablemente los mercados a su arenga, inmortalizó la frase: "Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo". Cuarenta y cinco días después tuvo que renunciar.

Cuando el último 8 de enero publicamos nuestro artículo "¿Será Sturzenegger el Sourrouille de Macri?", no imaginábamos que las coincidencias del actual gobierno con la desastrosa gestión económica de aquel entonces, serían tantas. Parecería que se vuelve a repetir aquello de que todos los hechos de la historia aparecen dos veces: una como tragedia y otra como farsa.

La inflación


Su definición estricta sostiene que es un aumento generalizado de todos los precios de una economía.

Para medir su evolución, se utiliza una multiplicidad de indicadores, como el Índice de Precios al Consumidor, el Sistema de Índices de Precios Mayoristas, y el Índice del Costo de la Construcción, entre otros.

Para adentrarnos en el tema, imaginemos el comportamiento de los precios en una economía donde sólo hay dos tipos de bienes (a y b) y su comercio se realiza mediante el trueque. Si por alguna circunstancia escasea el bien "a", esto implica que será necesaria una mayor cantidad de "b" para adquirirlo. Queda claro que no hubo inflación, sino una modificación de valores relativos, ya que el aumento del primer bien es compensado por una baja en el segundo.

Pero al incorporar el dinero a la economía, que ahora media en el intercambio comercial, si el precio del bien "a" aumenta, el de "b" puede no modificarse. La única posibilidad de que esto efectivamente acontezca es que aumente la cantidad de moneda emitida o su velocidad de circulación.

Sin existencia de dinero, o un sucedáneo, no habría inflación. Esa es la razón por la cual los libertarios, monetaristas, neoliberales o marxistas, sostienen que la inflación es "siempre y en cualquier lugar un fenómeno monetario". Pero ello, sólo es cierto en el largo plazo.

Por el contrario, en el corto y el mediano, las causas de la inflación son múltiples. Esto es así, dado que resulta impensado que, para no convalidar procesos inflacionarios, un gobierno restrinja a tal punto la cantidad de dinero que impida la normal circulación de bienes y servicios en la economía.

De ahí que resulte imprescindible coordinar las decisiones empresariales, impactadas por esa multiplicidad de causas.

Las decisiones económicas y su coordinación


Como todos sabemos, dichas decisiones moldean el futuro. Para tomarlas, los hombres de negocios acuden a sus propias expectativas.

Pero ¿cómo se conforman éstas?

La mayoría de los sectores de la economía trabaja con "expectativas adaptativas", excepto los vinculados al vector especulativo-rentístico, el financiero ampliado, que lo hace en base a "expectativas racionales".

Las expectativas adaptativas toman en cuenta, para predecir lo que sucederá en el futuro, lo que ha ocurrido en el pasado, esto es "adaptan" su comportamiento en el porvenir en función de lo vivido.

Por su parte, las racionales, se forman teniendo en cuenta toda la información relevante disponible, tanto teórica como empírica. En este esquema, resulta trascendente conocer la tasa de emisión monetaria, para realizar una previsión de la inflación futura. Tanto es así, que un conocido economista oficialista llegó a afirmar: "Díganme cuál es la tasa de emisión y yo les diré de cuanto será la inflación".

Estos modelos simplificados, resultan útiles para que los estudiantes de economía puedan tener una aproximación a la comprensión del entramado productivo, pero de ninguna manera describen el cabal funcionamiento de nuestra economía. Como enseña Su Santidad, la realidad es superior a la idea el vivir es mucho más complejo.

En el mercado interactúan, como mínimo, estas dos conceptualizaciones de las expectativas, por lo que resulta imprescindible generar los instrumentos que permitan, al conjunto de los agentes económicos, tomar sus decisiones de manera coordinada.

En este marco, y para conseguirlo, es que las políticas de regulación del comercio, tanto interior como exterior, adquieren su relevancia1.

Las regulaciones como instrumento para alcanzar el óptimo económico


En una economía subóptima como la Argentina, debería ser obligación del gobierno, si pretende obtener un entorno macroeconómico consistente y equilibrado, implementar estos instrumentos con habilidad y sapiencia.

En definitiva, no se trata de que las regulaciones sostengan la economía en un desequilibrio pernicioso, sino de utilizarlas para suplementar un equilibrio virtuoso2.

Sin embargo, el actual oficialismo descree de las regulaciones, excepto claro, de las que utiliza para poner tope a la discusión paritaria.

Ese renunciamiento a utilizar herramientas fundamentales es, justamente, una de las razones que llevó al ministro a mencionar que se quedó sin instrumentos aunque con mucha voluntad.

Como afirmamos en diversas oportunidades, la economía se encuentra en un autogenerado enjambre de inconsistencias, y con sus declaraciones los funcionarios relevantes del área sólo agudizan los problemas.

Es de esperar entonces, que desafortunadas apreciaciones como las de Dujovne, no se repitan.

Y ello es necesario ya que constituye principalmente una responsabilidad del oficialismo, y secundariamente de la oposición, que las actuales circunstancias económicas no deriven en un colapso del entramado institucional.

1 Las regulaciones más usuales son aquellas que impactan en el precio de venta de los bienes y servicios, o en la cantidad que de ellos se comercializa.

2 Como antecedente histórico en nuestro país de un espacio común entre sindicatos, empresarios y gobierno para reflexionar en rededor de los mejores instrumentos regulatorios, puede citarse el “Primer Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar General”, cuyas jornadas preparatorias se desarrollaron durante el primer lustro de la década del ’50.


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