lunes, 26 de noviembre de 2018

La singularidad bimonetaria de la economía argentina

La singularidad bimonetaria de la economía argentina

Por Lic. Guillermo Moreno
Lic. Norberto Itzcovich
Dr. Claudio Comari




Decíamos la semana pasada en Reflexiones sobre el modelo de desarrollo argentino (BAE, 19-11-18), que el ciclo económico de la alianza Cambiemos transita un sendero cuyo destino es el fracaso.

Por lo tanto, no hay dudas, que al actual experimento lo sucederá un esquema de recuperación del aparato productivo nacional.

No se le puede demandar a las ciencias sociales (y la economía es una de ellas), la predicción exacta sobre fecha y hora en que se producirá el punto de inflexión hacia la transición; sí es exigible, por el contrario, que la prognosis sobre el proceso en curso sea verificable a lo largo del tiempo.

Por caso, el diseño del mundo capitalista de la post guerra, producto de los acuerdos de Bretton Woods, y las líneas principales de la Guerra Fría, fueron determinados en el año 1944, sin necesidad de esperar el final de la II Guerra Mundial, porque los pronósticos realizados sobre su resultado eran suficientemente robustos.

Del mismo modo, comprobándose el desarrollo de la crisis, repetidamente anunciada como inevitable desde este espacio, debemos preparar la Argentina que vendrá, para estar listos cuando "lo terminado" acabe de irse. Es por ello que venimos aportando al debate, con insistencia, sobre el diseño del Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MODEPyS).

En este marco, y continuando con el tratamiento de algunas de las singularidades de nuestro país, no podemos dejar de reflexionar sobre los desafíos y oportunidades que impone el marcado carácter bimonetario de su economía.

Antecedentes


Las tres funciones principales del dinero, generalmente aceptadas, son: fungir como medio de pago, ser unidad de cuenta y constituir reserva de valor1.

En general, los países adscriben a sistemas unimonetarios. Sin embargo, en la Argentina, se utilizan dos monedas de manera casi indistinta: el peso y el dólar.

Esta particular dinámica bimonetaria se fue exacerbando durante las últimas seis décadas, en la medida que se producían profundos desequilibrios macroeconómicos que aceleraban el proceso inflacionario.

Si bien el primer antecedente público de esta problemática, que ya comenzaba a estar latente, fue la conocida frase del entonces presidente Juan D. Perón ¿Alguien vio alguna vez un dólar?, a posteriori se fue agudizando.

A partir de la década del ´60, los inversores más calificados comenzaban a operar en "moneda dura", proceso que fue discurriendo a lo largo de los años, dejando en el camino ganadores y perdedores, provocando una lógica reasignación de riqueza.

Posteriormente, con los acontecimientos conocidos como "el rodrigazo", "la tablita" de Martínez de Hoz y "el que apuesta al dólar pierde" de L. Sigaut, entre otros, se aceleró y masificó la dolarización de carteras, proceso que fue in crescendo, hasta alcanzar el paroxismo con la hiperinflación alfonsinista de 1989.

Teniendo en cuenta estos antecedentes, es relevante comprender que dicha conducta no constituye, esencialmente, una "actitud especulativa rentística" especialmente arraigada en nuestra sociedad, sino que, simplemente, es la manera que fueron encontrando tanto las empresas como las familias para preservar el valor de sus patrimonios y sus ahorros.

Desde un apropiado enfoque de esta realidad, es posible convertir aquella conducta aparentemente defectuosa en una virtuosa para el conjunto social.

En efecto, existieron ciclos gubernamentales donde la utilización de cualquiera de las dos monedas (peso o dólar) era indiferente. Eso, permitió, incluso, que pretéritos atesoramientos se transformaran en ahorro para fondear la inversión.

¿Deudores o acreedores en dólares?


Si bien el estado argentino posee un significativo pasivo en dólares, hay que considerar que, a la inversa, el sector privado conserva un activo en esa misma moneda aún mayor. En tanto y en cuanto la Nación Argentina está conformada por el agregado de ambos sectores, podemos resaltar, como señalan las estadísticas oficiales, que nuestro país mantiene con el mundo una "posición neta positiva".

Esta situación puede observarse en las cifras que el INDEC publica como "Posición de Inversión Internacional (PII)", tal como se detalla en el cuadro.

Los resultados de la PII, al segundo trimestre del año 2018, arrojan un saldo favorable de poco más de U$S 52.000 millones, con un activo cercano a los U$S 362.000 millones, de los cuales casi el 79% (U$S 284.792 millones) pertenecen al sector institucional denominado "otros sectores" (que corresponde al sector privado no financiero).

Volviendo a hacer del defecto una virtud, el próximo modelo de desarrollo argentino debe permitir que los fondos en el extranjero, así como el atesoramiento doméstico, se transformen en ahorro que financie el flujo inversor, facilitando el crecimiento sostenido de la economía.

Consistencia macroeconómica para un bimonetarismo virtuoso


Para ello, es relevante indagar sobre la forma en la cual la política monetaria consigue que haya una situación de indiferencia entre la utilización de ambas monedas.

Y ese sendero debe lograrse mediante políticas que posibiliten la convergencia de las tasas de interés y de inflación, hacia niveles compatibles con los internacionales, eliminando las expectativas de devaluación.

En ese marco, además, debe consolidarse un esquema de consistencia macroeconómica, donde los superávits gemelos cumplen un rol central, tal como ya fue demostrado en anteriores etapas de desarrollo de la Argentina.

Así, se generará un contexto en el cual las empresas puedan encarar proyectos de inversión a mediano y largo plazo, que generen una adecuada rentabilidad, utilizando parte de aquellos activos en moneda extranjera.

Cabe consignar que, una vez conseguido ese objetivo, es preciso prever que la sobre abundancia de dólares no retrase el tipo de cambio competitivo, necesario para que la economía nacional sostenga su desarrollo. Ello, teniendo en cuenta que no puede absorber más de 12 a 15 mil millones de dólares plus por año, con un PIB creciendo a tasas anuales del 6% o 7%, sin que se produzca una revaluación del peso.

Ello permitirá a nuestro país ingresar en la etapa virtuosa del bimonetarismo, evitando lo que aconteció, con excepciones, en los últimos sesenta años, cuando al tiempo que la Argentina iba transformando bienes de producción en dólares, fueron creciendo, notablemente, la desocupación y la pobreza. Como afirmamos en Panes y peces (BAE, 6-8-18) "se presenta la enseñanza de que la satisfacción de las necesidades depende del acceso a los bienes (o servicios) y no de una mediata representación, como es el dinero".

Por esa razón, en el próximo MODEPyS, que deberá ser con una clara orientación a la producción, crecerá significativamente la base material de la nación.

*MM y Asociados

1 La utilización del dólar como reserva de valor puede realizarse como ahorro o atesoramiento. En este último caso, se debe tener en cuenta que los fondos no pertenecen al virtuoso circuito “ahorroinversión”, pero en el instante en que son utilizados para la adquisición de un bien, al financiar la inversión, se transforman en ahorro.


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Entrevista en "La salada TV"

lunes, 19 de noviembre de 2018

Entrevista en Crónica TV

Reflexiones sobre el modelo de desarrollo argentino

Reflexiones sobre el modelo de desarrollo argentino

Por Lic. Guillermo Moreno*
Dr. Claudio Comari*
Lic. Norberto Itzcovich*



El ciclo económico de la alianza Cambiemos transita un sendero que no tiene destino ni retorno.

De aquí en más, es importante que su oportuno reemplazo se lleve a cabo de forma incruenta, minimizando riesgos para el conjunto de la población.

Las secuelas negativas del experimento en curso son severas para la economía nacional en su totalidad y, de no operarse en contrario, el daño, en el discurrir de los acontecimientos, se irá profundizando.

En este marco, se imponen los siguientes desafíos:

en lo inmediato, establecer los mecanismos de transición que reviertan el deterioro y,
en el mediano plazo, delinear e implementar un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS).

La hora de la oferta


Los ciclos económicos de desarrollo (crecimiento con distribución) que experimentó la Argentina en las últimas décadas, asentaron su dinámica, centralmente, en la variable consumo, dado que una importante ociosidad de los factores productivos era su punto de partida.

Sin embargo, a medida que éstos iban siendo utilizados, se suscitaba una creciente tensión de precios en aquellos sectores que más rápido alcanzaban el límite de su capacidad instalada (inflación de demanda).

A su vez, dado que el crecimiento del PIB provoca un incremento más que proporcional en las importaciones, el deterioro de la balanza comercial que ello conlleva tiende a impactar al alza en las expectativas de devaluación y, por consiguiente, en la tasa de interés (inflación de costos).

Así como el año 1952 fue un claro ejemplo de lo ut supra señalado, una vez más, como a lo largo de la historia, resurge a partir de 2012 el clásico problema, aunque esta vez agudizado por la singular característica de bimonetarismo que ha adquirido nuestra economía.

Para las etapas reconstructivas que necesariamente sucederán al fracasado esquema actual, los estímulos de la demanda serán los pasos iniciales para emprender la recuperación.

Pero de manera sistémica y concomitante, la economía deberá incrementar significativamente sus capacidades productivas y, a partir del set de precios relativos, acelerar la dinámica inversora que aumente la oferta de bienes y servicios en forma sostenida, y de esta manera superar las recurrentes restricciones mencionadas.

Por lo tanto, el Modelo de Desarrollo para la Argentina, con los necesarios requisitos que lo hagan permanente y sustentable, deberá orientarse, esta vez, a la producción.

Poder adquisitivo popular y rentabilidad empresaria: al alza y en simultáneo

Existe una propensión, en algunos empresarios, a pensar que la disminución proporcional de los sueldos y salarios permite incrementar su tasa de ganancia.

Este razonamiento se da de bruces con las directrices del capitalismo moderno, que tienden a la protección y el fortalecimiento de los mercados internos (a partir de mejorar el poder adquisitivo de los ingresos populares-IP1), los cuales se constituyen en los elementos iniciales de las condiciones endógenas de desarrollo.

La manera de encontrar una solución a esta falsa dicotomía (sueldos y salarios vs. tasa de ganancia) es la apropiación, por parte del conjunto de la sociedad, de las rentas extraordinarias. Estas, como definimos en BAE Negocios, 29-01-2018, "Cómo seguimos", están constituidas por "aquellos beneficios redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la explotación de algún recurso natural. Esa característica, en Argentina, la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía".

Para maximizar el aprovechamiento de esos dos vectores de competitividad, se deben utilizar las políticas regulatorias pertinentes.

En consecuencia:

Por el lado de la demanda, los precios justos y equitativos para los alimentos, permitirán recomponer el poder adquisitivo2 del IP, impactando favorablemente en el crecimiento del consumo privado.
En tanto, desde la perspectiva de la oferta, la posibilidad de contar con precios de la energía (en todas sus formas) adecuados a los valores de los mercados de referencia internacionales, redundará en la baja de los costos totales de las empresas que la utilizan como insumo, y en la recomposición de su rentabilidad.
Para el correcto funcionamiento de las políticas aplicadas para incentivar simultáneamente el consumo y la producción, se necesita un contexto macroeconómico consistente, en el que deben lograrse, y mantenerse a lo largo del tiempo, los equilibrios fiscal y externo.

Asimismo, las tasas de interés reales y la inflación deben converger a niveles internacionales, eliminando de esa forma las expectativas de devaluación, llevando a un punto de indiferencia en la utilización de cualquiera de las dos monedas (peso o dólar).

El tipo de cambio competitivo3, complementado con una adecuada política de administración del comercio exterior (cuya implementación se ve favorecida por el contexto internacional), garantizará la hegemonía de las empresas locales en el mercado doméstico, y potenciará su inserción internacional.

Este panorama permitirá a nuestro país ingresar en la etapa virtuosa del bimonetarismo (sobre la que nos explayaremos en próximas entregas), dejando atrás los ciclos dañinos de dolarización de carteras, como el actual.

En síntesis, para la implementación del MODEPyS es imprescindible que las dirigencias gremiales, tanto empresarias como sindicales, lo hagan propio, y ello sólo se conseguirá con una trayectoria que permita que:


  •  las empresas obtengan una adecuada rentabilidad,
  •  el mercado de trabajo tienda al pleno empleo, y los IP gocen de alto poder adquisitivo, y
  •  los sistemas de previsión y seguridad social4 sean suficientemente vigorosos, asegurando adecuados niveles de bienestar para el conjunto de la población.


Se trata, finalmente, de implementar los mejores planes, programas y proyectos, que garanticen simultáneamente el crecimiento y la inclusión social, asegurando la permanencia y sustentabilidad de esos logros.

*MM y Asociados

1 Los Ingresos Populares (IP), incluyen los sueldos y salarios, jubilaciones, pensiones y asignaciones.

2 Al reducir la proporción del ingreso requerido para la adquisición de alimentos (en virtud de la mejora de los precios relativos), aumenta la capacidad de consumo de bienes y servicios no alimentarios.

3 Si bien algunas propuestas contemplan desdoblar el tipo de cambio, dado que históricamente finalmente el equilibrio se ajusta por el tipo de cambio más alto, dicha política no resulta recomendable.

4 Por previsión social entendemos el ingreso en concepto de salario diferido que recibirá todo trabajador cuando deje de prestar servicio activo, en tanto la referencia a seguridad social involucra aquellos ingresos o beneficios que recibirá determinada población meta, incapacitada de obtenerlo en condiciones de mercado.


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lunes, 12 de noviembre de 2018

Las esferas de lo público y lo privado en el MoDEPyS

Las esferas de lo público y lo privado en el MoDEPyS

Por Lic. Guillermo Moreno*
Dr. Claudio Comari*
Lic. Norberto Itzcovich*

Quienes venimos predicando insistentemente sobre el Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS), debemos reflexionar profundamente en torno de la asignación de recursos entre los diferentes sectores que componen la economía, que se realiza a partir de las señales de precios que brinda el mercado, destacando, a su vez, el rol del Estado dentro del universo de los "regulados", y poniendo especial énfasis en cómo se entrelazan los segmentos de mayor productividad y niveles de formalización con el denominado Sector Informal Urbano1 (SIU).

En el marco de este debate, en nuestro artículo El día después de mañana (BAE Negocios, 15/10/18), sosteníamos: "en las economías modernas, la posibilidad de reponer lo que se consume (reproducción ampliada) depende de la tasa de inversión. El quantum que esta alcance, inter e intra sectores, determina, entre otros aspectos, el gradiente que establece los beneficiarios centrales, secundarios y marginales, e incluso, en algunos modelos (como los neoliberales), quienes quedan "descartados", al decir del papa Francisco, de toda recompensa".

Esos diversos ordenamientos, que no son otra cosa que "modelos de acumulación de capital", encarnan tanto en la dimensión más profunda de la política, en términos de definición de la relación de los diferentes actores económicos y sociales entre sí (lo representado), como con las formaciones que disputan los espacios de decisión (las representaciones) que los expresan.

Repasábamos la semana pasada ("Sobre las representaciones y lo representado", BAE Negocios, 5/11/18) los contrastes observables entre un único modelo hegemónico perdurable como el que imperó en Brasil desde el golpe de Estado de 1964 hasta estos días, y la pendularidad de la superestructura política argentina, tensionada entre dos modelos contrapuestos, suficientemente vigorosos para, alternativamente, establecer primacías sobre su contrario, pero a la vez imposibilitados de consolidarlas en el tiempo.

Continuando estas reflexiones, especialmente desde el punto de vista de cómo la expresión, en términos políticos, de necesidades, intereses y aspiraciones de los conjuntos sociales, se vincula con su participación en la generación y distribución del ingreso total, en esta nota, proponemos un análisis complementario a los anteriores, en torno a la forma más eficiente de abordar la problemática del SIU y su articulación con los ámbitos de mayor formalización.

Al ser el sector privado de la economía el principal generador de valor agregado, deben propiciarse las condiciones macroeconómicas para que las compañías incrementen su tasa de ganancia y consecuentemente su actividad, hasta lograr el pleno empleo de los factores productivos.

Sobre el Estado, la informalidad y la exclusión


Entre las múltiples implicancias de la relación público-privado, se encuentra la referida a las problemáticas que expresan las denominadas "organizaciones sociales", que reúnen a un heterogéneo colectivo que va desde el SIU a los contingentes de "excluidos" residentes en barriadas y asentamientos.

Tales organizaciones se han ido institucionalizando progresivamente, formando diversos nucleamientos con creciente protagonismo, tanto en su actuación en el ámbito social (comedores comunitarios, clubes y centros vecinales, etc.) y económico (cooperativas de trabajo, gestión de empresas recuperadas, etc.), como en su participación y representatividad política.

La consideración sobre la importancia de este conglomerado social, tanto en términos numéricos como en su actuación pública, se expresa en los numerosos estudios existentes sobre el SIU y los debates sobre la "superpoblación relativa" o "masa marginal".

En este entorno, la pobreza y la desocupación que conviven al interior de este extendido conjunto social suele ser caracterizada como "estructural" por determinados enfoques. Esto implica asumir que, a pesar de que el aparato productivo lograra funcionar a pleno, siempre existiría una cantidad de familias que permanecerían en aquella condición.

De allí que, casi invariablemente, las respuestas de política económica a esta problemática oscilen entre resignarse a la exclusión (el penoso criterio de "que se la rebusquen"), que es la "solución" neoliberal, o bien que tengan un ingreso de subsistencia a partir del presupuesto del Estado en cualquiera de sus tres niveles.

Sin embargo, además de resultar ambas opciones económicamente ineficientes, la primera es moralmente inaceptable, en tanto la segunda implica convertir en perenne el equilibrio subóptimo alcanzado.

Si, por el contrario, se incrementa la tasa de ganancia de estas unidades productivas (UP) integrantes del SIU, es esperable que su crecimiento redunde en la formalización, con las ventajas de inclusión social que ello trae aparejado.

El rol del estado, en consecuencia, es el de utilizar sus políticas regulatorias para establecer el marco adecuado en el que todas las UP obtengan su cuota parte del excedente. Y esa decisión, obviamente, tiene estrecha relación con las consecuencias sobre los ganadores y los perdedores en el devenir del MoDEPyS.

La apropiación del excedente


El aparato productivo argentino, a diferencia de lo que acontece en las economías de otros países de Iberoamérica, se caracteriza por la generación de un único excedente social, apropiado en forma desigual por los distintos eslabones de las cadenas de producción y comercialización.

Sin embargo, actualmente, la desaparición de la tasa de ganancia (en prácticamente todos los sectores de actividad, al margen del tamaño de las empresas) producto del elevado costo de la energía y la espiralización hasta el ridículo de las tasas de interés reales, dañan peligrosamente la base material de la nación2.

Por su parte, desde el inicio del gobierno, los sectores populares ven gravemente afectados sus ingresos (conformados por sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones), por el efecto devastador del aumento del precio de los alimentos (con origen en la devaluación inicial y la quita de retenciones), lo cual a su vez provocó una brutal pérdida de su poder adquisitivo, y la lógica caída del consumo.

En consecuencia, para recrear el círculo virtuoso de una economía sana, deben maximizase los vectores de competitividad del aparato productivo nacional, que no son otros que los asociados a las rentas extraordinarias3, utilizando todas las herramientas que el Estado tiene a su disposición en materia de regulación de precios.

Así, en el marco de un modelo que tienda al equilibrio:

a) desde el lado de la oferta, deberá contarse con precios de la energía (en todas sus formas) adecuados a los valores de los mercados de referencia internacionales, lo cual redundará en la baja de los costos totales de las empresas y en la recomposición de su rentabilidad y,

b) desde la perspectiva de la demanda, buscar precios justos y equitativos para los alimentos que permitirá recomponer el poder adquisitivo de los ingresos populares, impactando favorablemente en el consumo privado.

Ello, junto con políticas de tipo de cambio competitivo y una adecuada administración del comercio exterior (cuya implementación se ve favorecida por el contexto internacional), garantizará la hegemonía de las empresas locales en el mercado doméstico, al tiempo que potenciará su inserción en los internacionales.

Este correcto desenvolvimiento del MoDEPyS permitirá arribar al pleno empleo de los factores productivos, posibilitando, por lo tanto, la paulatina incorporación del SIU al sector formal de la economía.

Durante este tránsito, quedará demostrado que la pobreza y la desocupación no deben ser caracterizadas como "estructurales", sino sólo "circunstanciales".

*MM y Asociados

1 Definimos al SIU, como aquel sector compuesto por múltiples unidades productivas (unipersonales o no) oferentes de bienes y servicios, donde no resulta determinante su tipificación de acuerdo con el grado de cumplimiento de sus obligaciones fiscales, sino ciertas características intrínsecas de su organización, principalmente la indiferenciación en la retribución entre el trabajo y el capital, entre otras. Son activos generadores del excedente social, pero participando sólo marginalmente en su apropiación.

2 Las empresas, como simbiosis del capital y del trabajo, son el elemento primario constitutivo de la base material de la Nación.

3 Las rentas extraordinarias, tal como definimos en nuestro artículo “Cómo seguimos” (BAE Negocios, 29-1-18), están constituidas por “aquellos beneficios redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la explotación de algún recurso natural”. Esa característica, en Argentina, la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía.


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Acto en la apertura dela muestra "Mujeres son las nuestras"

Entrevista en "Quien quiera oir que oiga"

lunes, 5 de noviembre de 2018

Sobre las representaciones y lo representado: los casos de Brasil y de Argentina

Sobre las representaciones y lo representado: los casos de Brasil y de Argentina

Por Lic. Guillermo Moreno*
Dr. Claudio Comari*
Lic. Norberto Itzcovich*

Pocas semanas atrás introducíamos algunas reflexiones relacionadas con distintas dimensiones de la política ("El día después de mañana", BAE, 15/10/18), no como ámbito de disputa de lugares de decisión en un campo establecido (la representación), sino en términos de su propio diseño (lo representado) en tanto determinación de la tasa de ganancia y la distribución inter e intra sectores económicos del ingreso nacional.

Nos parece válido retomar esta problemática, frente al hecho que, la irrupción de Jair Bolsonaro en el estrellato de la política brasileña, señala un significativo cambio en el sistema de representaciones del vecino país, abriendo una serie de interrogantes que trascienden sus fronteras.

Sin embargo, entender este evento, de por sí disruptivo, como la trivial incorporación de un nuevo actor relevante en el establishment político, sería simplista, ya que su paso desde la cuasi marginalidad política al dominio del centro de la escena pública, es la manifestación inmediata de una crisis en el sistema político que expresó, bajo diversos matices, un modelo de acumulación de capital que rigió desde el golpe de Estado de 1964 hasta la fecha. Por ello, posiblemente, también sea el punto a partir del cual se torne irreversible la transformación de las representaciones que se empezara a expresar en el proceso de destitución de Dilma Rousseff.

Brasil parece enfrentarse así a una nueva etapa que, atravesada por la redefinición de la relación de los diferentes actores económicos y sociales con las formaciones políticas que los expresarán en el futuro, previsiblemente estará signada por la inestabilidad.

No sólo existe una manifiesta contradicción entre el discurso nacionalista y el programa neoliberal del designado ministro Paulo Guedes, que dificulta saldar la crisis de representatividad, sino que, centralmente, al ubicarse dentro del paradigma decadente del Consenso de Washington (CW), queda a contramano de los emergentes modelos de desarrollo nacional y las nuevas pautas que comienzan a regir las relaciones entre las naciones.

Se abre el interrogante, hacia el mediano plazo, sobre si Bolsonaro no será, el último paso intermedio hacia la génesis de una nueva superestructura política que, finalmente, ponga en discusión el patrón de acumulación sobre el que se sustentó el orden que hoy está en cuestión.

Mientras tanto, de este lado del Río Uruguay, ello da pie a profundizar la reflexión en torno a la instauración de un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS), especialmente desde el punto de vista de cómo la expresión en términos políticos de necesidades, intereses y aspiraciones de los conjuntos sociales, se vincula con su participación en la generación y distribución del ingreso total.

Historias que se cruzan


En un esquemático repaso histórico1, hay paralelismos y perpendicularidades a las que vale atender para una mejor comprensión de los procesos en curso en Brasil y Argentina.

La desigual industrialización en los países de Iberoamérica, durante la primera mitad del siglo pasado, produjo duraderas huellas en las sociedades.

Las transformaciones de las matrices productivas, y la aceleración en el paso de sociedades agro-ganaderas y rurales a entramados urbanos con mayor participación de la industria y los servicios, dieron nacimiento a nuevos actores económicos y sociales, que colisionaron y pusieron en cuestión los esquemas económicos hasta entonces vigentes.

Surgen en el período, las expresiones políticas nacionalistas-populares como las encarnadas por Getulio Vargas en Brasil o Juan D. Perón en la Argentina, como expresión de esos actores secundarizados o marginados por el orden conservador, formaciones cuyas evoluciones resultaron determinantes hasta el día de hoy.

En el caso de Brasil, el golpe de Estado que derrocó a João Goulart, logró configurar un modelo de acumulación que dio viabilidad a la asociación de las antiguas oligarquías con una significativa parte de las capas altas y medias emergentes. Ello significó, a su vez, la partición del entramado que dio sustento a la experiencia de aquel nacionalismo brasileño, hasta la final dilución de esa tradición, por lo que los segmentos sociales excluidos, numerosos por cierto, privados de sus "alianzas naturales", carecieron de volumen suficiente para engendrar representaciones políticas relevantes o centrales.

Es a partir de allí, que se desarrolla un proceso en el que las lógicas tensiones y las adaptaciones a los escenarios cambiantes, se dan sin volver a poner en cuestión los trazos centrales de la estructuración económica nacional, determinando, a la vez, la notable estabilidad del sistema político brasileño, que va evolucionando hacia los postulados del CW, vía diferentes versiones y combinatorias de sus dos expresiones icónicas (la socialdemocracia y el neoliberalismo), aun ante la incorporación de nuevas figuras y formaciones relevantes. De allí que fuera posible que Dilma Rousseff cediera las riendas de la economía al neoclásico Joaquim Levy.

En nuestras latitudes, por el contrario, la inestabilidad se convirtió en la regla.


Es que, así como el peronismo no pudo terminar con el orden oligárquico conservador, este último, aunque sí fue capaz de interrumpir el desarrollo del modelo del nacionalismo popular criollo, no pudo ofrecer un esquema económico idóneo para la incorporación de otros actores en una alianza de carácter permanente, ni desarticular los altos niveles de organización social alcanzados, especialmente por el movimiento obrero.

De manera que quedan en pie dos contendientes de peso, que al mismo tiempo no logran la entidad suficiente para imponer su hegemonía, dando lugar al proceso pendular que vivimos los argentinos desde hace prácticamente 80 años.

Permanente y de pleno empleo


Decíamos en uno de los artículos2 citados:

"El esquema económico de la alianza Cambiemos recorre sus estertores. La causal estructural, expresada en la inconsistencia de los diseños de política económica, radicó en la imposibilidad de establecer un modelo de acumulación de capital viable.

En las economías modernas, la posibilidad de reponer lo que se consume (reproducción ampliada) depende de la tasa de inversión. El quantum que ésta alcance, inter e intra sectores, determina, entre otros aspectos, el gradiente que ordena a los beneficiarios centrales, secundarios y marginales, e incluso, en algunos modelos (como los neoliberales), quienes quedan "descartados", al decir del papa Francisco, de toda recompensa.

Nos enfrentamos entonces, a un período en el que las litis por la distribución de los espacios de las representaciones quedan secundarizadas por la dimensión más amplia de la política, que no es otra que la que define quiénes serán los ganadores y los perdedores a partir de instaurar un sesgo distintivo en el proceso de acumulación de capital futuro."

Como hemos remarcado en otras oportunidades, la puesta en marcha de un modelo de desarrollo económico implica disponer de las rentas extraordinarias3, pero, vale reconocer, existen diversas perspectivas no sólo respecto a su cuantía sino, especialmente, a su utilización.

Para el enfoque que postula como inevitable, aun cuando la economía funcionara al máximo de su potencial, la existencia de ciertos niveles de desocupación y de pobreza, definidos como "estructurales", dichas rentas extraordinarias deben ser aplicadas, bajo diversas modalidades, en la subsistencia de aquellos sectores marginalizados.

Esta visión, sin embargo, pone en irresoluble colisión los aspectos aspiracionales con la perpetuación del status quo de una extendida franja de la sociedad.

Otra mirada, presupone que aquellas deben ser utilizadas por el propio Estado, quién asume así el rol de dinamizador de la economía, y las aplicará de acuerdo a las prioridades que una preexistente planificación económica les asigne, razón por lo cual, la imprecisa definición del papel del empresariado, no parece ofrecer estímulos suficientes para participar de una alianza perdurable.

Por último, la perspectiva que nos seduce, es la que plantea que dichas rentas deben ser distribuidas en la totalidad del entramado empresarial, con el objetivo de mejorar sus estructuras de costos y, por ende, sus precios de comercialización. Ello garantizará la hegemonía de esas compañías en el mercado doméstico, al tiempo que facilitará su adecuada inserción en los flujos internacionales de comercio4, asegurando de esta manera el pleno empleo de los factores productivos.

Las condiciones del Nuevo Orden Internacional, no podrían ser más favorables, al permitirnos apelar a la administración del comercio exterior como instrumento (transitorio) de protección y fortalecimiento del aparato productivo nacional.

Se trata, ni más ni menos, de resolver el desafío de articular armónicamente la participación de los diferentes actores de la sociedad en la estructura económica, en un modelo viable desde el punto de vista productivo, capaz de reproducirse en forma ampliada y dar origen, en el nivel de la superestructura política, a las representaciones que expresen dicha alianza.

A diferencia de lo que acaba de acontecer en Brasil, eso es lo que estará en juego en las próximas elecciones generales de la Argentina: la discusión de la representación en términos de lo representado.

De allí lo desafiante de los meses por venir.

*MM y Asociados

1 Por razones de espacio debemos apelar a simplificaciones y síntesis más allá de lo deseado.

2 “El día después de mañana”, BAE, 15/10/18.

3 Estas, tal como definimos en nuestro artículo “Cómo seguimos” (BAE Negocios, 29/1/18), están constituidas por “aquellos beneficios redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la explotación de algún recurso natural”. Esa característica, en Argentina, la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía.

4 Como señalamos en “El nuevo Nuevo Mundo” (BAE Negocios, 22/10/18), el diseño del nuevo ciclo de integración económica, adaptado a las necesidades de nuestro modelo de desarrollo, requerirá, además de redefinir la relación con Brasil, extender los horizontes de nuestro intercambio comercial en un esquema de articulación que integre a todas las naciones hispanoparlantes de América del Sur, en un conjunto armónico de economías complementarias.


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Entrevista en "Solo periodismo"