lunes, 26 de marzo de 2018

Acuerdo UE-Mercosur: ¿innovación o desuetudo?

Acuerdo UE-Mercosur: ¿innovación o desuetudo?


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

El abordaje sobre la temática internacional se desarrolla actualmente enfrentando dos corrientes principales. Una de las líneas argumentales entiende que eventos como el Brexit o la implementación de políticas proteccionistas por parte de la administración norteamericana, constituyen sólo singularidades que no modifican el proceso globalizador. La otra, por el contrario, pone el énfasis en tales singularidades, interpretándolas como hitos estructurantes del nuevo orden mundial.

Como ilustra el papa Francisco, la figura geométrica que representa la primera de las vertientes es una esfera donde los puntos que la conforman, todos equidistantes del centro, son uniformes y no se distinguen entre sí. En contraste, la segunda opción es simbolizada por un poliedro irregular, en el cual cada una de las caras, desde sus propias especificidades, integran un todo.

En este marco analítico debe insertarse la caracterización del acuerdo UE-Mercosur. Podrá representar un trampolín sobre el que se articulará el aparato productivo argentino, visto desde la primera perspectiva, o nacerá obsoleto y se tornará intrascendente, desde la segunda.

Las dimensiones política, económica y militar del poder mundial


La caída del muro de Berlín, y la posterior desintegración de la Unión Soviética, permitieron suponer que Rusia se retiraba de las grandes ligas, salía del grupo de países protagónicos, y aún se ponía en duda que alguna vez pudiera volver a integrarlo.

Tanto es así que, en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del G-20, que se celebró en noviembre de 2014 en Brisbane, Australia, el presidente ruso, Vladimir Putin, se retiró antes de su finalización luego de que varios líderes internacionales le reprocharan su actitud en la "cuestión Crimea". Por primera vez en mucho tiempo se dejaba de lado a Rusia en el núcleo duro de la toma de decisiones mundiales.

Finalizada la reunión, Putin afirmó: "Tratan continuamente de acorralarnos porque tenemos una posición independiente", y agregó: "Si comprimes el muelle hasta su límite, regresará a su posición inicial de manera violenta. Recuérdenlo siempre".

Aquel desaire resultó un punto de inflexión. Los enfrentamientos entre el presidente ruso y el bloque occidental liderado por Barak Obama fueron conformando un crescendo de tensión.

Con posterioridad, la irrupción en escena de Donald Trump modificó dicha situación. El actual presidente norteamericano, aún en un escenario no exento de desavenencias, reconoce la impronta de Rusia en el concierto de las naciones. Ello se deriva no tanto de su trascendencia económica, (el PIB ruso es el doble que el argentino, mientras que el de EE.UU. nos supera en casi 35 veces), sino de su poderío militar, tanto de las fuerzas terrestres convencionales, como del arsenal de misiles, incluidos los provistos de ojivas nucleares, los más modernos de los cuales fueron "presentados" recientemente en sociedad por el propio Putin.

En contraste con el resurgimiento del potencial militar ruso y con la aceleración del crecimiento de la economía norteamericana (basada en la ganancia de productividad resultante de su revolución energética), se observa una desdibujada imagen de la Europa integrada, como lo confirman el proceso del Brexit y los resultados electorales en Italia, Polonia y Austria, entre otros. El viejo continente, liderado por Alemania, intenta preservar su unicidad, insistiendo en el libre comercio intra y extra zona. Junto a él, la República Popular China, cual oxímoron político, defiende la globalización con su partido comunista a la cabeza.

Una visión que atrasa


El nuevo orden mundial destina al ostracismo a los organismos multilaterales otrora relevantes. Muestra de ello es la intrascendencia de la reunión de representantes de la OMC en Buenos Aires, en diciembre pasado, que el gobierno intentó mostrar infructuosamente cómo un acontecimiento prominente, así como la deslucida visita que la titular del FMI, Christine Lagarde, realizó recientemente a nuestro país con motivo de la reunión de ministros de economía y presidentes de bancos centrales en el marco del G-20. Recuérdese cuando en otras épocas, segundas y terceras líneas del FMI arribaban a Ezeiza, concentrando las expectativas de los agentes económicos.

Llegado este punto, es oportuno recordar el concepto "desuetudo", que en términos jurídicos describe la situación de una norma que, al no responder al contexto social para el cual fue dictada, cae en desuso, porque ese es el camino que, inexorablemente, seguirá el acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur, si finalmente el gobierno logra estampar su firma en él, con el agravante de que, al parecer, es su principal apuesta en materia de comercio internacional.

Mercado para nuestras empresas


Hoy el debate en el mundo ya no gira en torno a una geopolítica horizontal, que fue la que tipificó, con sus distintas intensidades, la guerra fría hasta el último cambio de mando en Estados Unidos. La realidad actual parece requerir, en cambio, un análisis vertical, alineando de un lado a los globalistas, sean estos liberales o socialdemócratas, y del otro a las diversas corrientes del pensamiento nacional, que priorizan las condiciones endógenas en sus modelos de desarrollo.

Esta última perspectiva, lejos de constituir una posición dogmática que lleve al aislamiento, debe coadyuvar a la posibilidad de imprimir a nuestra economía la velocidad de crecimiento y distribución del producto que le es propia, y que a su vez genere las condiciones imprescindibles de competitividad internacional de nuestros bienes y servicios. Esto es, una apertura oportuna e inteligente.

El primer interrogante que un empresario se formula es dónde comercializará su producido, siendo obligación de los gobiernos brindar el mayor grado de certidumbre posible al respecto.

Sin duda, el primer mercado, constituido por la demanda doméstica, es el más accesible. Para ello deben generarse las condiciones de administración del comercio exterior que permitan a las empresas locales tener un rol hegemónico en su abastecimiento.

Por otra parte, los mercados externos, en una adecuada inserción internacional, deben fungir como complementarios, posibilitando a las unidades productivas locales avanzar en la búsqueda de su óptimo económico.

Para instrumentar aquellas políticas que propicien el mejor desempeño empresarial, se requiere por parte de los gobernantes, una correcta interpretación de la direccionalidad que está tomando el comercio mundial. Las visiones al interior del actual oficialismo, que priorizan acuerdos de libre comercio como el de UE-MERCOSUR, conllevan el descuido del mercado interno, favoreciendo la competencia desigual por parte de oferentes extranjeros, al tiempo que perturban los planes de negocios.

Resulta imprescindible que el debate que atraviesa el mundo empresarial en rededor de ese acuerdo, enmarcado en las dos corrientes de pensamiento que interpretan el mundo actual, se extienda al conjunto del entramado social.

De allí deberá surgir el correcto análisis que permita el pleno despliegue de las potencialidades de nuestro aparato productivo.


Ver en el diario

lunes, 19 de marzo de 2018

Inconsistencias del mercado laboral: sólo el sector público crea empleo

Inconsistencias del mercado laboral: sólo el sector público crea empleo


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

Se dice que la única forma de que un grupo de personas cuente con la hora exacta, es que haya sólo un reloj; si hay dos sobrevendrá una discusión y si son tres tendremos un problema estadístico. Con esta divertida metáfora se suele ejemplificar, en nuestra profesión, la dificultad que enfrentamos cuando la información disponible es contradictoria.

Idénticos inconvenientes se nos presentan para conocer la verdadera dinámica del mercado laboral, ya que las actuales estadísticas oficiales proporcionan información muy limitada (por recortes de cobertura), afectadas por extensas demoras en su publicación y por incongruencias entre los diferentes informes, incluso entre los de un mismo organismo.

Y, cuando nos adentramos en las cifras, la confusión muta a la sorpresa al develarse que el sector público es el que provee mayoritariamente los nuevos empleos.

Como dijeron en la película: "Houston... estamos en problemas"


Nuestro país no cuenta con un sistema de estadísticas regulares completas sobre el mercado de trabajo.

Las que se realizan a partir de los registros administrativos oficiales conllevan serias limitaciones. En primer lugar, la de la ausencia de cobertura del trabajo "en negro" y, en segundo término, la de la inconsistencia entre las estadísticas de las distintas bases de datos.

Por otra parte, los relevamientos sistemáticos del INDEC, que sí contabilizan el trabajo no registrado, en la actualidad sólo alcanzan a 31 grandes aglomeraciones urbanas (Encuesta Permanente de Hogares-EPH), excluyendo tanto al resto de la población urbana como a la rural.

El gobierno de la alianza Cambiemos extendió el período de rezago (lapso de tiempo entre el fin del ciclo observado y la difusión) para la publicación de información de la mayoría de las estadísticas laborales, decisión que es especialmente llamativa por incluir a varias reparticiones:

► En el caso de la EPH, se amplió de 50 a 80 días el plazo para el inicio de la difusión de los informes, por lo que los más recientes pertenecen al tercer trimestre de 2017.

► La AFIP suspendió prácticamente por un año las estadísticas sobre los empleos registrados que da a conocer vía su Informe de Seguridad Social (ISS), retomándolo recién el pasado mes de febrero.

► La Ciudad Autónoma de Buenos Aires no ha publicado aún los informes de la Encuesta Trimestral de Ocupación e Ingresos (ETOI, relevamiento similar a la EPH limitado a la CABA) correspondientes al tercer y cuarto trimestre de 2017, cuando usualmente el rezago era de 45 a 50 días.

De manera que, avanzado el mes de marzo de 2018, las únicas estadísticas conocidas sobre el total de 2017 son las del número de aportantes registrados ante la AFIP y el Reporte del Trabajo Registrado que difunde el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTEySS); que, como hemos señalado, presentan la restricción de la ausencia de información sobre el trabajo no registrado. El resto de las fuentes sólo han brindado informes parciales sobre el año pasado.

Como te digo una cosa te digo la otra


El MTEySS es el organismo responsable de la realización de dos de los informes basados en registros: el Reporte del Trabajo Registrado (RTR) y el Boletín Estadístico de la Seguridad Social (BESS). Según el primero, las personas ocupadas registradas eran 12.104.000 en diciembre de 2016 y 12.372.000 un año después, mientras que en el segundo se pasa de 9.854.000 a 9.665.000, entre el final de 2016 y setiembre de 2017.

No sólo resulta muy difícil de explicar el motivo de la diferencia de alrededor de dos millones y medio de personas entre informes que son elaborados por el mismo ministerio, sino que mientras uno muestra crecimiento del empleo, el otro exhibe lo contrario.

El tercer parte accesible al público es el que elabora la AFIP, en el que el número de aportantes crece desde 10.072.000 en diciembre de 2016 a 10.302.000 en el mismo mes de 2017, cifra que, por exceso o por defecto, tampoco coincide con las fuentes del ministerio antecitado.

El conjunto de factores compuesto por:

► la parcialidad en la cobertura,

► las discrepancias en las cantidades,

► la contradicción en las tendencias (crecimiento o decrecimiento) del empleo registrado, y

► la prolongación de los rezagos en la publicación de la información oficial, impide conocer, con aceptable certeza y oportunidad, el comportamiento del mercado de trabajo.

A fuerza de empleo público y planes sociales


Sin embargo, del análisis de la fuente que más frecuentemente utiliza el oficialismo para dar cuenta de la situación laboral (el RTR de la cartera de Trabajo), que es también la que presenta mayores incrementos en las cifras de personas ocupadas, se desprende que, desde el momento de la asunción del actual gobierno, el crecimiento total en el número de ocupados registrados es del orden de las 330 mil personas y, como se muestra detalladamente en el gráfico, es explicado mayoritariamente por el sector público, ya sea por vía directa o indirecta.

Acerca de la categoría "Independientes Monotributo" (+135.800 registros), existe consenso en que no se trata de la creación de nuevas posiciones sino, centralmente, del blanqueo generado a partir del estímulo que representa la extensión del sistema de asignaciones familiares a tal universo, (injustamente) excluido con anterioridad.

Le siguen, en cantidad de nuevos ocupados, los Asalariados del Sector Público (con +82.000) y los Independientes Monotributo Social (+64.600) derivados de los planes sociales. Estas dos categorías, que representan diferentes formas del empleo creado por el sector público, explican casi el 45% de los nuevos registros.

En el sector privado, el personal doméstico crece en 32.900 registros mientras que las empresas, en dos años, sólo generaron 21.300 nuevos ocupados.

Si este, que es el más optimista entre todos los informes, fuera correcto, se derivaría que durante los primeros dos años del gobierno de Cambiemos, el crecimiento en el empleo (2,2%) sería inferior por poco al crecimiento vegetativo de la población en edad de trabajar (2,5%) y, por lo tanto, el crecimiento de la desocupación sería moderado.

Pero también surge que, si no se hubieran creado empleos en el estado o por medio de los planes sociales, el crecimiento de los ocupados sólo sería de 1,5%, aun considerando a las inscripciones de monotributistas como puestos de trabajo nuevos, aunque, como fue señalado, tenemos nuestras dudas.

Resultó evidente que, cuando el mejor equipo de los últimos 50 años decía "disfrazan el desempleo con empleo público", se refería a lo que estaba por acontecer. Tenemos que reconocerle que, en ese campo, tenían las ideas claras.


Ver en el diario

lunes, 12 de marzo de 2018

Entrevista en "Más que noticias"

Lo peor no pasó. Por las dudas... no insistan

Lo peor no pasó. Por las dudas... no insistan


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

Aunque desde nuestro antagonismo hacia las políticas económicas del Gobierno pudiera parecer paradojal esta afirmación, el mensaje presidencial a la Asamblea Legislativa fue un momento tranquilizador a nuestros oídos.

No es que creamos en su frase hecha "lo peor ya pasó", o que no hayamos reparado en las inexactitudes y falacias contenidas, sino que, en la ausencia de anuncios sustantivos en materia económica, radica lo central del discurso del Presidente.

Dos meses atrás señalábamos que "el Gobierno debiera resignarse a su fracaso y dedicarse con meticulosidad a administrar, de la mejor manera posible, el tiempo que le resta hasta alcanzar la meta". El Presidente de la Nación pareciera haberlo comprendido.

De allí que haya resistido exitosamente la tentación de apelar a "jugadas maestras" o planes salvadores que, como la fallida conferencia de prensa del pasado 28 de diciembre, sólo traen más riesgos de incrementar los desequilibrios en los que transita nuestra economía. La aparente confirmación de que se archivaría el proyecto de reforma laboral se inscribiría en la misma tónica, eludiendo así innecesarias confrontaciones.

Tal aceptación de la (cruda) realidad es un mérito que vale reconocer al primer mandatario; no es el caso de algunos de sus principales ministros quienes, dominados por las sensaciones de impotencia (Nicolás Dujovne) o desesperación (Francisco Cabrera), no cesan de proferir destempladas declaraciones.

Se suman más espadas de Damocles


Poco a poco, los diagnósticos y pronósticos que hemos desgranado en estas páginas se van cumpliendo, componiendo un irreversible cuadro de creciente complejidad.

En la economía real, los componentes de la demanda agregada continúan deteriorándose:

► el consumo continúa su pendiente negativa, provocada por el propio gobierno a partir del incremento del precio de los alimentos y otros gastos esenciales como tarifas, agudizado con que alcanzó su límite el endeudamiento de particulares,

► la inversión privada permanecerá retraída mientras las perspectivas de ventas, internas y/o externas, no insinúen rentabilidad razonable,

► la inversión pública no puede seguir aumentando sin elevar aún más el nivel explosivo del déficit fiscal, y

n las exportaciones enfrentan los problemas de competitividad que arrastra nuestra economía.

A ello se suma el imponderable de los estragos que la sequía está causando en los cultivos, cuyas proyecciones de cosecha han debido ajustarse día a día a la baja y que redundarán en un deterioro en el producido de, al menos, 20 millones de toneladas, afectando en medidas asociadas al conjunto de las actividades conexas.

De ello se desprende un panorama aún más desfavorable que el que ya se preveía, incrementando los abultados déficits comercial y de la cuenta corriente de la balanza de pagos; por lo mismo, aumenta la necesidad de ingreso de divisas a través de préstamos, tanto como las presiones sobre el tipo de cambio.

El nuevo orden mundial, sobre el que también hemos abundado en esta columna, comienza a provocar las consecuencias anunciadas.

Por una parte, la demanda de financiamiento de la pujante economía de los EE.UU. complejiza y encarece el acceso al crédito internacional y, como lo habíamos pronosticado, el dólar se fortalece.

Por la otra, las consecuencias de la caducidad del "Consenso de Washington" y de sus instituciones regulatorias, empieza a manifestarse con mayor intensidad, proceso que no tiene marcha atrás, ya que se opera en simultáneo en todas las dimensiones del poder: el político, el económico y el militar.

Aún sabiendo que el oficialismo no dejará de "abrazar la globalización", ello no debe inhibir la reflexión de la sociedad sobre el aprovechamiento de las ventanas de oportunidad que las nuevas condiciones ofrecen.

Las restricciones que la economía norteamericana impone a sus competidores no sólo afectan las posibilidades de ventas directas, sino que someterán a nuestros productores a la competencia con mercancías que deberán buscar nuevos destinos.

Vanas serían las esperanzas de quienes anhelen que esto se revierta. La respuesta de Trump a las airadas protestas fue "las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar". Las amenazas de retaliación que profieren los países afectados no tienen posibilidad alguna de materialización, debido a la desproporción entre las economías contrincantes.

Asimismo, la importancia de los EE.UU. en la tutela militar de Europa, impide imaginar cualquier escenario que derive en la prescindencia de la superpotencia.

Un infeliz intento de "jugada maestra"


La inconsistencia macroeconómica que subyace al corriente esquema impide que el actual derrotero nos lleve a buen puerto. Los golpes auto infringidos y los que los mercados internacionales propinan, agravan el panorama.

La desdichada conferencia de prensa mencionada no hizo más que contagiar el desconcierto en el que el gobierno está sumido, al resto de los agentes económicos; en la tensión que se observa entre las tasas de interés y el tipo de cambio quedaron sepultados los sueños de estimular las inversiones productivas.

En tal contexto, urge que el gabinete de gobierno se encolumne homogéneamente tras la nueva actitud presidencial, en busca del imperio de la serenidad.

Que Dujovne confiese, rememorando al ex ministro Pugliese, que sólo le queda su voluntad para luchar contra el flagelo inflacionario, equivale a un certificado de impotencia. Lo mismo cabe en cuanto al ministro que, emulando las "chicanas" a un dirigente sindical, rotula de "llorones" a los empresarios, sin entender que la ausencia de inversiones no responde a "falta de ganas", sino a la imposibilidad de obtener rentabilidades adecuadas.

Tanto uno como el otro confirman la ignorancia de las dinámicas de las materias que les competen, pero lo más grave es que así conspiran contra el razonable objetivo de "no hacer olas" en un contexto que se presenta inclemente.

La consigna es evitar el colapso


Paso a paso, el gobierno fue construyendo un escenario que, por las situaciones fiscales, monetarias y cambiarias, rememora a los de 1989 y de 2001.

El deber gubernamental es el de coordinar las decisiones de los agentes económicos; nada aporta a tal cometido que se ataque al sector privado (sean trabajadores o empresarios). Si las dificultades (hasta hoy) no se han expresado en modos más virulentos, es debido a los esfuerzos que la dirigencia realiza para el sostenimiento de la actividad dentro de los carriles normales y habituales. Pero si se confronta en vez de coordinar, esta conducta puede variar, llevando a los actores a sentirse liberados de la responsabilidad de defender sus intereses y de, simultáneamente, garantizar la gobernabilidad sistémica.

Retomando la cuestión del discurso presidencial, no es la primera vez que se sostiene que "lo peor ya pasó", sugiriendo (una vez más) que todo futuro será mejor.

Atento a lo que se puede esperar de este equipo gobernante, tanto en relación a sus objetivos como en su pericia para alcanzarlos, nosotros nos conformaríamos con que se evite el colapso que podrían provocar los "planes salvadores", y que así, por lo tanto, "no pase lo peor".

Conducirse con serenidad en la inclemencia, es la demanda de la hora.

Ver en el diario

lunes, 5 de marzo de 2018

Entrevista en "Crónica anunciada"

Les hablé con el corazón, me contestaron con el bolsillo

Les hablé con el corazón, me contestaron con el bolsillo


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


Ante un foro económico realizado recientemente en España, el ministro de Hacienda argentino abordó entre otros, el tópico de la inflación en nuestro país. La temática, trascendente de por sí, lo es además porque de acuerdo a cómo el gobierno aborde la problemática, el empresario avezado interpretará ese criterio para orientar sus decisiones de inversión. Sin embargo, insólitamente Nicolás Dujovne reconoció: "Tenemos muy pocas herramientas, pero una voluntad de hierro para derrotarla".

Tal muestra de incompetencia nos recuerda cuando el Dr. Juan C. Pugliese reemplazó a J. V. Sourrouille en el Ministerio de Economía, en marzo de 1989. En medio de un contexto hiperinflacionario, y no habiendo reaccionado favorablemente los mercados a su arenga, inmortalizó la frase: "Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo". Cuarenta y cinco días después tuvo que renunciar.

Cuando el último 8 de enero publicamos nuestro artículo "¿Será Sturzenegger el Sourrouille de Macri?", no imaginábamos que las coincidencias del actual gobierno con la desastrosa gestión económica de aquel entonces, serían tantas. Parecería que se vuelve a repetir aquello de que todos los hechos de la historia aparecen dos veces: una como tragedia y otra como farsa.

La inflación


Su definición estricta sostiene que es un aumento generalizado de todos los precios de una economía.

Para medir su evolución, se utiliza una multiplicidad de indicadores, como el Índice de Precios al Consumidor, el Sistema de Índices de Precios Mayoristas, y el Índice del Costo de la Construcción, entre otros.

Para adentrarnos en el tema, imaginemos el comportamiento de los precios en una economía donde sólo hay dos tipos de bienes (a y b) y su comercio se realiza mediante el trueque. Si por alguna circunstancia escasea el bien "a", esto implica que será necesaria una mayor cantidad de "b" para adquirirlo. Queda claro que no hubo inflación, sino una modificación de valores relativos, ya que el aumento del primer bien es compensado por una baja en el segundo.

Pero al incorporar el dinero a la economía, que ahora media en el intercambio comercial, si el precio del bien "a" aumenta, el de "b" puede no modificarse. La única posibilidad de que esto efectivamente acontezca es que aumente la cantidad de moneda emitida o su velocidad de circulación.

Sin existencia de dinero, o un sucedáneo, no habría inflación. Esa es la razón por la cual los libertarios, monetaristas, neoliberales o marxistas, sostienen que la inflación es "siempre y en cualquier lugar un fenómeno monetario". Pero ello, sólo es cierto en el largo plazo.

Por el contrario, en el corto y el mediano, las causas de la inflación son múltiples. Esto es así, dado que resulta impensado que, para no convalidar procesos inflacionarios, un gobierno restrinja a tal punto la cantidad de dinero que impida la normal circulación de bienes y servicios en la economía.

De ahí que resulte imprescindible coordinar las decisiones empresariales, impactadas por esa multiplicidad de causas.

Las decisiones económicas y su coordinación


Como todos sabemos, dichas decisiones moldean el futuro. Para tomarlas, los hombres de negocios acuden a sus propias expectativas.

Pero ¿cómo se conforman éstas?

La mayoría de los sectores de la economía trabaja con "expectativas adaptativas", excepto los vinculados al vector especulativo-rentístico, el financiero ampliado, que lo hace en base a "expectativas racionales".

Las expectativas adaptativas toman en cuenta, para predecir lo que sucederá en el futuro, lo que ha ocurrido en el pasado, esto es "adaptan" su comportamiento en el porvenir en función de lo vivido.

Por su parte, las racionales, se forman teniendo en cuenta toda la información relevante disponible, tanto teórica como empírica. En este esquema, resulta trascendente conocer la tasa de emisión monetaria, para realizar una previsión de la inflación futura. Tanto es así, que un conocido economista oficialista llegó a afirmar: "Díganme cuál es la tasa de emisión y yo les diré de cuanto será la inflación".

Estos modelos simplificados, resultan útiles para que los estudiantes de economía puedan tener una aproximación a la comprensión del entramado productivo, pero de ninguna manera describen el cabal funcionamiento de nuestra economía. Como enseña Su Santidad, la realidad es superior a la idea el vivir es mucho más complejo.

En el mercado interactúan, como mínimo, estas dos conceptualizaciones de las expectativas, por lo que resulta imprescindible generar los instrumentos que permitan, al conjunto de los agentes económicos, tomar sus decisiones de manera coordinada.

En este marco, y para conseguirlo, es que las políticas de regulación del comercio, tanto interior como exterior, adquieren su relevancia1.

Las regulaciones como instrumento para alcanzar el óptimo económico


En una economía subóptima como la Argentina, debería ser obligación del gobierno, si pretende obtener un entorno macroeconómico consistente y equilibrado, implementar estos instrumentos con habilidad y sapiencia.

En definitiva, no se trata de que las regulaciones sostengan la economía en un desequilibrio pernicioso, sino de utilizarlas para suplementar un equilibrio virtuoso2.

Sin embargo, el actual oficialismo descree de las regulaciones, excepto claro, de las que utiliza para poner tope a la discusión paritaria.

Ese renunciamiento a utilizar herramientas fundamentales es, justamente, una de las razones que llevó al ministro a mencionar que se quedó sin instrumentos aunque con mucha voluntad.

Como afirmamos en diversas oportunidades, la economía se encuentra en un autogenerado enjambre de inconsistencias, y con sus declaraciones los funcionarios relevantes del área sólo agudizan los problemas.

Es de esperar entonces, que desafortunadas apreciaciones como las de Dujovne, no se repitan.

Y ello es necesario ya que constituye principalmente una responsabilidad del oficialismo, y secundariamente de la oposición, que las actuales circunstancias económicas no deriven en un colapso del entramado institucional.

1 Las regulaciones más usuales son aquellas que impactan en el precio de venta de los bienes y servicios, o en la cantidad que de ellos se comercializa.

2 Como antecedente histórico en nuestro país de un espacio común entre sindicatos, empresarios y gobierno para reflexionar en rededor de los mejores instrumentos regulatorios, puede citarse el “Primer Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar General”, cuyas jornadas preparatorias se desarrollaron durante el primer lustro de la década del ’50.


Ver en el diario