lunes, 28 de mayo de 2018

El discurrir de la supercrisis

El discurrir de la supercrisis


Volvió a incrementarse el déficit cuasifiscal y se espiraliza el desequilibrio de las cuentas públicas


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


Pasó el supermartes y la economía ha quedado más frágil que en sus vísperas. La renovación de la totalidad de las Lebacs es presentada por el oficialismo como un éxito y el punto de inflexión con el que se dan por finalizadas las "turbulencias cambiarias".

Las conclusiones no podrían ser más disparatadas.

El saldo de la aparentemente "exitosa" operación es que, con las medidas adoptadas para lograrla, la solvencia del sistema financiero ha sido puesta en jaque.

Al haber llevado desde la franja del 27,5% a la del 40% la tasa de interés anual de las Lebacs a 35 días, volvió a incrementarse el déficit cuasifiscal, espiralizando aún más el desequilibrio de las cuentas públicas, en cuyo financiamiento, además, se ha acrecentado la participación de los bancos.

Al trasladarse ese aumento a la tasa de descuento de las operaciones en el circuito real de la economía, el crédito comercial, como opción de financiamiento permanente, quedó prácticamente en extinción.

El verdadero balance es que, al núcleo duro de la supercrisis, se han incorporado las instituciones bancarias.

Ahora también el sistema financiero


Las autoridades económicas tomaron decisiones que no sólo afectaron la tasa de ganancia de las entidades que operan en el sistema financiero local, sino también, finalmente, su situación patrimonial.

En primer término, se obligó a reducir la posición global neta positiva de moneda extranjera de las firmas, forzándolas a realizar un pésimo negocio al desprenderse de dólares que se encarecieron aún más.

A posteriori, también se las obligó a reducir sus tenencias en moneda local, mediante el recálculo de encajes, para así aumentar su capacidad de compra en el mercado de deuda pública.

El saldo del día después del supermartes, para los bancos, es que cuentan con menos dólares, con menos pesos y con más instrumentos de deuda.

El nivel de la tasa de interés y su impacto en la economía real


La consolidación, ya ratificada por el BCRA, de las tasas de interés en niveles prohibitivos para el funcionamiento del aparato productivo, a lo que se suma la certificación de que así se mantendrá por largo tiempo, equivale a la desaparición del crédito comercial, dado que, al superar el "mark up" habitualmente utilizado en los mercados masivos, se convierte en una abstracción en los circuitos de comercialización.

Es que el costo de tal financiamiento se propaga en la economía real y en niveles muy superiores a los que rigen en los préstamos entre entidades financieras. Ya no se trata de las dificultades en los empréstitos para la expansión de las operaciones, sino del mantenimiento del "pago a plazo" sobre el que se sostiene la marcha cotidiana de los negocios, y que se requiere tanto en relación a los proveedores como hacia los clientes. En el circuito formal, esas tasas de interés usualmente más que duplican a las de referencia, llegando a cuadruplicarlas en el mercado informal.

No hace falta demasiada perspicacia para inferir que, para cualquier compañía, el descenso del crédito implica su inmediato correlato en los stocks.

Las medidas anunciadas por el oficialismo para aminorar aquel impacto sobre las empresasiii, señalamiento central de nuestro artículo "Llegó la supercrisis. Evitemos la hipercrisis", no es más que arar en el mar, dada la desproporción entre la minúscula "solución" aportada y la magnitud de la problemática, ya que no se restituyen las tasas de interés a niveles razonables, ni se contempla que alrededor del 40% de la economía argentina se desarrolla en la informalidad.

Así, entonces, el descenso de los stocks señala el inicio del desabastecimiento de los mercados.

A su vez, la desmesurada diferencia entre los precios de contado y los de las operaciones a plazo (que imposibilitan la realización de estas últimas), implica una caída en las ventas de todos los eslabones de la cadena, generando una disminución en las operaciones comerciales que supera en proporción a la causada por la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos, determinada por el traslado a precios de la devaluación.

Como un búmeran, los problemas originados en el desequilibrio de las cuentas públicas se transfieren al sector privado, pero vuelven hacia el Estado en forma de disminución de la recaudación.

Incrementando el déficit fiscal


En julio, cuando la Afip informe la recaudación impositiva efectuada durante junio, producto de la baja de las ventas del mes de mayo, reflejará una brusca caída.

Asimismo, es previsible que la disminución de los ingresos tributarios se dé en una proporción aún mayor que la de la merma de la actividad económica, atento a las dificultades que las empresas afrontarán para cumplir con todos sus acreedores, ya que el retraso en el pago de las obligaciones tributarias es un mecanismo de financiamiento alternativo.

A ello, debe agregarse que se recaudarán impuestos sobre precios viejos para ejecutar un gasto con precios nuevos (efecto Olivera-Tanzi), incrementando el déficit fiscal.

Aun teniendo en cuenta la pretensión del Gobierno de reducir el gasto público, vale señalar que el descenso de la recaudación será aún más vertiginoso que el ajuste buscado.

Con el incremento en moneda nacional que la devaluación determina sobre los servicios de deuda (déficit financiero), se completa el panorama trágico de la situación actual, en el que también se ha modificado, para mal, el ratio deuda/PIB, como obvio producto del salto del tipo de cambio.

Llegado a este punto, y entendiendo que el déficit fiscal total (DFTiv) es superior al de cuenta corriente, la posibilidad de una asistencia financiera del FMI quedará condicionada a obtener un resultado fiscal preciso y calculable, cuando hoy, claramente, está indeterminado por lo ut supra señalado.

Lo urgente


En este contexto, el gobierno debiera abocarse a atender las urgencias de un país con una economía desquiciada, buscando garantizar que las tensiones, que se multiplican, se resuelvan en un marco de paz y armonía.

Parafraseando nuestro artículo "Recauda como liberal, gasta como keynesiano: la política del después vemos" de noviembre del año pasado, "hay supercrisis porque todas las salidas posibles son malas".

Dado que lo económico está en una situación irreversible, el gobierno debe concentrarse en no profundizar los daños más allá de los que ya ocasionó, buscando resguardar con el máximo de los cuidados, el funcionamiento institucional de la Nación.

La responsabilidad principal está en las espaldas del oficialismo. El resto de las organizaciones políticas, religiosas, empresariales, sindicales y sociales, no hay dudas, van a asumir la suya sin hesitar.

Ver en el diario

"Consecuencias de la cultura oligárquica en la economía argentina"

Entrevista en "Identidad colectiva"

lunes, 21 de mayo de 2018

La supercrisis se materializó

La supercrisis se materializó


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


Seguramente hoy se entienda mejor por qué, ya hace diez meses, titulamos nuestra columna en este diario "El pesimismo es un momentum del optimismo", advirtiendo que las políticas económicas del gobierno cincelaban, a fuerza de profundizar las inconsistencias, un destino inexorable de fracaso.

También sugeríamos allí cómo proteger nuestros trabajos.

A quien haya tomado en consideración nuestros análisis, la supercrisis que anticipamos no lo sorprende, y encuentra guarnecida a su empresa y sus trabajadores, permitiéndole poner en juego el optimismo que, como definíamos, es el "espíritu de iniciativa requerido tanto para obtener la máxima ventaja posible de cada situación dada, como para la paciente preparación ante lo que está por venir".

La solución yace en el acierto del diagnóstico


Nuestra insistente prédica para la preservación de los negocios y las empresas en marcha, como valor en sí, enraíza no sólo en la hostilidad del contexto que avizorábamos y hoy se evidencia, sino también en los peligrosos cantos de sirena emitidos desde el discurso oficial, así como además en los equivocados diagnósticos que, desde una perspectiva "opositora progresista", daban por inexorable la continuidad, en el mediano plazo, de los esquemas económicos de la alianza Cambiemos.

Quienes escucharon estas voces, seguramente hoy enfrentan una compleja situación, en muy distintas condiciones de quienes han permanecido, como sugeríamos en julio del año pasado en el artículo ya citado, atentos a las señales de la macroeconomía y vigilantes de la micro. Entre otros aspectos, tal prudencia implicaba:

► mantener alineados los pagos con las cobranzas (tanto como la posición en el mercado lo permita);

► conservar equilibrada la relación entre las ventas y los stocks;

► optimizar las situaciones crediticias, evitando deudas en divisas (si se factura en pesos) y,

► en los casos en que ello no fuera posible, disminuir los riesgos apelando a los instrumentos de cobertura que el mercado ofrece, aun cuando ello conllevara incrementos de los costos.

Cuanto más se hayan ajustado las empresas a tales parámetros, más sólidas son las condiciones para capear con éxito el temporal y reencausar los negocios cuando, como inexorablemente sucederá, escampe.

Errar es humano, pero también es mala praxis


La fuerza de los hechos va zanjando los debates. Hoy es nítido que la coyuntura internacional no presentaba ni el ingreso triunfal a la globalización que festejaba el oficialismo, ni la ola neoliberal en latinoamérica que sectores de la oposición blandían.

Ambos diagnósticos fueron remitidos a la obsolescencia.

Es que la puesta en valor de los vectores nacionales se va imponiendo como común denominador de los diseños de política económica, configurando el verdadero rostro del mundo actual. Así lo comprueba la administración del comercio exterior que impuso Trump en los EE.UU. (que enterrara en el arcón de los recuerdos el Consenso de Washington), junto con la ratificación de Putin al frente de la Federación Rusa, la vigorosa emergencia de los nacionalismos europeos, y las tendencias que también se expresan en la coyuntura latinoamericana y seguramente se impondrán en el corto plazo en nuestra Nación.

En tal contexto desplegaremos el propio Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS).

Lo que sí conserva vigencia, son las consecuencias que tienen para las empresas y los ciudadanos de a pie, las acciones basadas en los malos diagnósticos que los falsos "expertos" les han proporcionado, sea en referencia al marco internacional o se trate de la dinámica de las economías locales.

La singularidad de la supercrisis


Como ya hemos dicho, el gobierno fue construyendo su irreparable intríngulis, con prisa y sin pausa, violentando elementales causalidades en la economía. Persistiendo, a lo largo de toda la gestión, en mantener la tensión entre su política fiscal y la monetaria, generó las acciones contrapuestas que nos llevaron a la situación actual.

Cambiemos ostenta el dudoso laurel de haber conseguido unir en una misma coyuntura un déficit fiscal de similar envergadura que el que provocó el colapso de 1989, con un desequilibrio del sector externo que, al igual que en 2001, genera -a partir de la caída de la demanda de la moneda doméstica-, los incentivos para la agresiva dolarización de las carteras de inversión.

Ninguna asistencia del Fondo Monetario Internacional, ni ningún porcentaje de renovación de Lebac en un "supermartes", modifican las condiciones de base de la supercrisis. Como ya hemos señalado, los problemas más inmediatos, no son los de índole monetaria sino los que se vinculan con la economía real: la continuidad de la producción de bienes y servicios y su posterior consumo o inversión que, mediados por la comercialización, hoy están profundamente trastornados.

Mensaje a los funcionarios del área económica


Exhortamos a que, para evitar mayores sufrimientos a la población en esta situación de emergencia, se observe la relevancia que la tasa de interés tiene sobre el cálculo de los costos totales (CT) de los bienes y servicios. El verdadero problema de la hora es el de garantizar el abastecimiento (en precio y cantidad) de las personas tanto físicas como jurídicas.

Ya advertimos que las cadenas de producción y comercialización de nuestro país comenzaron un inusitado proceso de paralización, lo que es especialmente crítico en lo que refiere a alimentos y medicamentos. Algunas compañías sólo hacen entregas a sus distribuidores premium, y proliferan las operaciones de pago contado (anulando el crédito comercial) o con remisión de mercadería sin la factura correspondiente, debido a que la estructura de los CT de la producción y de la reposición, contenida en los precios, ha quedado indeterminada.

La comercialización mayorista es la arteria principal del sistema vascular de la economía. Si se interrumpe su flujo, las consecuencias serán dramáticas para el resto de los canales y, finalmente, para los consumidores que, aún teniendo el dinero para realizar las adquisiciones, no podrán concretarlas por la falta de disponibilidad de las mercancías.

Mensaje a la alianza gobernante


La actual supercrisis, sorpresiva para algunos sectores (y lamentablemente el conjunto del Gobierno entre ellos), ha provocado airadas reacciones por parte de destacadas figuras del oficialismo, incluyendo insultos, destratos y hasta frases amenazantes.

No es momento para que quienes tienen la responsabilidad de conducir los destinos nacionales por mandato de las urnas, o bien pierdan los estribos o intenten apelar a recetas mágicas.

En enero, a posteriori de la rimbombante conferencia de prensa del 28D, brindada por las autoridades económicas, advertíamos en nuestro artículo "¿Será Sturzenegger el Sourrouille de Macri?": "La osadía, que puede ser un valor tratándose de asuntos particulares, es manifiesta irresponsabilidad cuando lo que se arriesga son los activos de toda la sociedad. Tal vez el Gobierno debiera resignarse a su fracaso y dedicarse con meticulosidad a administrar, de la mejor manera posible, el tiempo que le resta hasta alcanzar la meta.

Apelar a "jugadas maestras" desconociendo la técnica del "arte económico", pueden llevar al sistema a acelerar su entropía."

Mensaje a nuestros lectores


La supercrisis se materializó ante nosotros. Según cómo nos hayamos preparado, sortearemos con mayor o menor éxito, el duro trance al que el Gobierno nos expone.

Son los momentos difíciles los que más requieren de la solidaridad para la búsqueda del "bien común".

Para salir airosos, no olvidemos de cuidar nuestra salud y la de nuestros familiares y allegados, así como la de los planteles y las ecuaciones patrimoniales de las empresas.

Finalmente, nuestro esfuerzo cotidiano es para el bienestar de todos esos mundos a los que pertenecemos, y a ellos debemos la fuerza vital del optimismo, que debe guiar nuestros pasos en el porvenir.

Ver en el diario

Entrevista en "Chiche 2018"

lunes, 14 de mayo de 2018

Llegó la supercrisis, evitemos la hipercrisis

Llegó la supercrisis, evitemos la hipercrisis


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


Lamentablemente, a una semana de nuestro diagnóstico volcado en la anterior entrega, la coyuntura nos vuelve a dar la razón. Allí afirmamos: “La Argentina de mayo de 2018 se enfrenta a un escenario en el que convergen los desequilibrios fiscales del ’89 con los del sector externo de 2001, por lo que ambos fenómenos se potencian mutuamente generando las condiciones de una supercrisis, que al adicionarle el agravante de la ausencia de legítimos emergentes políticos que funjan como garantes de la restitución del orden hoy amenazado, se configura la perspectiva de una hipercrisis”.

El mundo no es el responsable


Si bien algunos elementos de la coyuntura internacional tienen cierta incidencia sobre los acontecimientos domésticos, ellos de ninguna manera constituyen un “cisne negro” (1) , ya que fueron oportunamente advertidos, entre otros, en nuestros artículos del pasado mes de febrero: “Los prestamistas externos también se preguntan cómo seguimos” y “Una Argentina de pleno empleo es posible y necesaria”. Allí sosteníamos que la tasa de interés de EE.UU. subiría por la necesidad de fondeo y para evitar el “recalentamiento” de su economía.

Y agregábamos: “Nos espera un mundo, en el corto plazo, en el que su principal economía será la gran esponja de la liquidez mundial, absorbiendo el financiamiento que demanden tanto el sector público como el privado para la puesta en valor de sus proyectos de inversión… En este marco el dólar se fortalecerá como moneda, ratificando su rol indiscutido como numerario y reserva de valor a escala global…”.

Por ello también dijimos: “No hay dudas que, competir con los EE.UU. por el crédito internacional, es un desafío que excede con creces las potencialidades de nuestra economía”.

Las inconsistencias macroeconómicas que originaron la supercrisis


A la luz de este análisis, resulta incuestionable que los hechos que están aconteciendo en el mercado doméstico son el resultado de las inconsistencias de la propia política económica del actual oficialismo, que inexorablemente tenía el destino al que hoy estamos asistiendo.

A fuerza de parecer reiterativos, es necesario caracterizar con precisión las causas que dieron origen a la actual supercrisis, dado que de esas mismas relaciones de determinación se desprenden las posibles soluciones.

La duplicación del precio de la canasta alimenticia (mediante la devaluación del 60% de la moneda y la eliminación o disminución de las retenciones a ciertas exportaciones) al inicio del gobierno, licuó el poder adquisitivo de los ingresos populares, disminuyendo la demanda en el mercado interno y desplomando la economía. Ello pretendió ser subsanado a través del aumento del gasto público, por lo que, recaudando menos y gastando más, comenzó el sendero de duplicación del déficit fiscal, recurriendo al crédito externo para su financiamiento.

La utilización de las Lebac (para esterilizar los pesos sobrantes en el mercado, generados a partir de las compras que realiza el BCRA de los dólares obtenidos por el endeudamiento externo del tesoro) y las onerosas tasas de interés que por ellas se pagan espiralizó el déficit cuasi- fi scal, que sumado al rojo presupuestario de nación, provincias y municipios (Déficit Fiscal Total - DFT), alcanzó en 2017 el entorno del 11% del PBI.

Además, se agudizaron las restricciones del sector externo, cerrando el año pasado con un déficit en la balanza comercial de u$s8.500 millones, y de más de u$s30.000 millones en la cuenta corriente de la balanza de pagos.

Apagando el fuego con nafta (2)


En ese marco, y transcurridos algo más de cuatro meses de la fallida conferencia de prensa que brindó “el mejor equipo” el día de los inocentes, realizó nuevos anuncios.

Proclamaron la disminución de la obra pública para intentar bajar el nivel de DFT y también la decisión de financiarlo con fuentes locales. Eso implica desplazar (crowding out) del acceso al crédito al sector privado, relegándolo a cumplir un rol secundario, incrementando así la participación del sector público en la economía.

Por su parte, el BCRA ubicó el interés de los pases activos a un día en 57% (TNA), que equivale a una Tasa Efectiva Anual de casi el 77%.

Este nivel de tasa de interés intrasistema financiero, más que se duplica en su correlato para operaciones comerciales (descuento de documentos, cheques, pronto pago, etc.).

Bajo esas circunstancias, la estructura de costos contenida en los precios a los que las empresas ofrecen sus bienes y servicios queda indeterminada.

Esto es así, ya que es impensable que un descuento por pago contado, por una operación comercial ofrecida a 60 días, sea superior al Mark-Up usualmente utilizado en ese mercado. Ello originó que a partir del lunes 7 de mayo las cadenas de producción y comercialización al interior del aparato productivo de nuestro país comenzaran un inusitado proceso de paralización, que inclusive impacta en los circuitos informales de crédito.

En síntesis, el nivel de tasas de interés fijado por el BCRA con el objetivo de desincentivar la dolarización de las carteras, introduce a la economía, por falta de referencia de costos, en el tan temido sendero de la anomia.

Preservar nuestras familias, nuestros trabajos y nuestra Patria


Ante la gravedad de los acontecimientos, dada nuestra experiencia laboral y profesional, así como el sentir patriótico que nos orienta, exhortamos a:

■ Cuidar nuestra salud, tanto física como espiritual, para luego poder proteger la de quienes nos rodean, especialmente la de los mayores y niños. (3)

■ Preservar la ecuación patrimonial de las empresas, manteniendo las dotaciones completas de puestos de trabajo, comprendiendo de forma mancomunada que el sólo concepto de “empresa en marcha” es el criterio de éxito en esta coyuntura.

■ Ofrecer, por parte de la oposición política, un sendero de esperanza que permita oportunamente atravesar la actual supercrisis, impidiendo su transformación, al evitar la anomia, en una hipercrisis.

*MM y Asociados

1 La teoría del Cisne Negro es una metáfora que se utiliza en los casos en que, ante un suceso sorpresivo y de gran impacto, ese acontecimiento es analizado “ex post”, es decir con posterioridad a su ocurrencia.

2 La obtención de un préstamo “stand by” otorgado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) podrá servir, en el mejor de los casos, para el financiamiento parcial de la brecha externa (que alcanza el entorno del 5,5% del PIB), pero de ninguna manera para mejorar la performance de los indicadores fi scales.

3 Al igual que en el protocolo de un avión en vuelo, en caso de despresurización, primero póngase usted la máscara, para luego poder cuidar a los suyos.

Ver en el diario

Entrevista en "Mesa de tres"

miércoles, 2 de mayo de 2018

¡Ay, Patria mía!

¡Ay, Patria mía!


por Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari


El autodenominado "mejor equipo de los últimos 50 años" ha logrado que la Argentina enfrente una situación de crisis sistémica, que puede resultar la más profunda de su historia y que, por poner en riesgo la continuidad de la Patria como tal, debe ser analizada en conjunto desde los planos político, económico y social.

Los cuerpos orgánicos de la Nación (instituciones constitucionales y organizaciones empresariales, sindicales y sociales) deben tomar conciencia de la situación que enfrentamos y actuar con el compromiso y la prudencia que la hora reclama.

Quedan así impuestas las responsabilidades de todos los actores, particularmente las de la política.

Para el oficialismo, es la obligación de dedicarse con meticulosidad a administrar, de la mejor manera posible, el tiempo que le resta, ya que la "hipercrisis" arrastrará consigo a todos los componentes de la alianza gobernante. Para la oposición, es la de proporcionar una alternativa capaz de devolver a sus cauces normales de funcionamiento al "todo armónico", evitando de esta manera la anomia1.

El espejo de la historia


La historia universal nos enseña que el conocimiento, como todo producto social, es hijo de su época.

Así como el imperio británico dio origen a las ciencias económicas de la mano de Adam Smith y David Ricardo, resolviendo la forma de administrar la reproducción ampliada del capital (o sea, sus negocios), la sociedad francesa, a partir de su revolución, debió reflexionar sobre sí misma desde la disgregación, acuñando el concepto de "anomia" y creando, con la obra de Emile Durkheim, la sociología.

Acercándonos en el tiempo y el espacio, podemos pensar sobre los momentos de crisis vividos por la Argentina, especialmente los de 1989 y de 2001. Los comunes denominadores de ambos períodos son tanto su origen económico como su encausamiento hacia la solución desde lo político.

El desorden de las cuentas fiscales hacia el final del gobierno de Raúl Alfonsín provocó, a partir de la monetización del déficit, la hiperinflación que culminó con el adelantamiento del traspaso del mandato a su sucesor, Carlos Menem. La legitimidad obtenida por éste en las elecciones presidenciales posibilitó mantener el ordenamiento institucional, poniendo coto a la caótica situación, aun cuando las condiciones económicas permanecían lejos de estabilizarse.

El estallido de 2001 fue la resultante del profundo desequilibrio del sector externo. También en esa situación el vector institucional jugó un papel fundamental en la contención de la crisis, ya que, si bien no se había elegido el sucesor de Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde acababa de obtener una resonante victoria en las elecciones para Senador Nacional en la provincia de Buenos Aires, lo que lo consagró como un primus inter pares al interior de la dirigencia justicialista.

La Argentina de mayo de 2018 se enfrenta a un escenario en el que convergen los desequilibrios fiscales del '89 con los del sector externo de 2001, por lo que ambos fenómenos se potencian mutuamente generando las condiciones de "super crisis", que con el adicional agravante de la ausencia de legítimos emergentes políticos que funjan como garantes de la restitución del orden hoy amenazado, configura así la perspectiva de la "hiper crisis".

Atrapado sin salida


Con prisa y sin pausa, el gobierno fue construyendo su irreparable intríngulis, violentando los más elementales consensos sobre las leyes de la economía que, sin ser una ciencia exacta, es capaz de ofrecer un corpus de conocimiento suficientemente probado como para no ser ignorado.

Desde su inicio, la gestión mantiene la tensión entre su política fiscal y la monetaria, abundando en acciones contrapuestas.

Como lo hemos señalado reiteradamente, al inicio del gobierno se duplicó el precio de la canasta alimenticia (mediante la devaluación del 60% de la moneda y la eliminación o disminución de las retenciones a ciertas exportaciones). Ello licuó el poder adquisitivo de los ingresos populares (disminuyendo la demanda en el mercado interno) desplomando así la economía, lo que pretendió ser subsanado a través del aumento del gasto público. Así, recaudando menos y gastando más, comenzó el sendero de duplicación del déficit fiscal, recurriendo al crédito externo para su financiamiento.

Para poder aplicar esos dólares al gasto, es necesario transformarlos en pesos, con el consiguiente aumento de la emisión monetaria; para que ello no impactara en los índices inflacionarios decidieron esterilizar (retirar esos pesos del mercado) utilizando las Lebac, por las que deben pagarse onerosas tasas de interés, espiralizando de esta manera el déficit cuasifiscal, que sumado al del Tesoro Nacional y las jurisdicciones subnacionales, resultó en un déficit fiscal total (DFT) en 2017 cercano al 11% del PIB, proporción similar a la alcanzada por el gobierno de Alfonsín, previo a su colapso.

A su vez las restricciones del sector externo, que a partir de 2012 se habían instalado en nuestra economía, se agudizaron, cerrando el año pasado con un déficit de u$s8.500 millones en la balanza comercial y de más de u$s30.000 millones en la cuenta corriente de la balanza de pagos.

De esta forma hemos llegado, a un desequilibrio del sector externo que, al igual que en 2001, genera los incentivos para la dolarización de las carteras a partir de la caída de demanda de la moneda doméstica.

Hacer llover sobre mojado


Sin la gracia de las "leyes de Murphy" el oficialismo proveyó una nueva muestra de que todo lo podía empeorar, con su conferencia de prensa del último 28 de diciembre. Relajando la meta inflacionaria, anunció su intención de reducir los rendimientos financieros para así incentivar los proyectos privados de inversión.

Ninguno de los objetivos proclamados se cumplió, tal como (también) lo anticipáramos en nuestras columnas, no sólo porque por no se ajustaban a la "buena técnica económica", sino además porque financiar el déficit fiscal con fuentes locales, como a posteriori decidió el ministro de Finanzas, implicó el desplazamiento del sector privado en el acceso al crédito, mostrando que la alianza gobernante es capaz de hacer llover sobre mojado.

Claro está que las altas tasas de interés se contraponen en cierta medida a la inversión productiva, pero el verdadero límite de ésta se encuentra en la ausencia de mercados.

Es que, por las razones que hemos explicado ut supra, se condenó a la retracción al mercado doméstico, cuya recuperación, como está a la vista, no pudo lograrse ni con el aumento del gasto público ni con la (irresponsable) promoción del crédito a los particulares desde la banca pública y la ANSES.

A ello se suma la manifiesta incomprensión de la coyuntura mundial.

Ignorando las implicancias de:

► el fortalecimiento internacional del dólar,

► la economía estadounidense como aspiradora de la liquidez global y, especialmente,

► el proceso en que se combinan una tendencia decreciente en el precio de las manufacturas (producto de la revolución energética norteamericana) con las medidas proteccionistas tomadas por algunos Estados.

El oficialismo no sólo expone a nuestros productores a una crecientemente desigual competencia con sus pares extranjeros sino que, a la vez, deterioró aún más las ventas externas de la producción nacional.

Evitemos la anomia


El fracaso de la alianza Cambiemos, en términos económicos, es irreversible. Queda en manos del oficialismo la responsabilidad de limitar los alcances de la potencial hipercrisis que sobrevendrá, actuando con la máxima prudencia y responsabilidad.

Mientras tanto, la oposición política debe acelerar la resolución de sus liderazgos, constituyéndose en una alternativa suficientemente robusta y en capacidad de ofrecer el Plan Económico de Contingencia (PEC) que la realidad reclama.

Sólo a partir de allí es posible sentar las bases del Modelo de Desarrollo Permanente y Sustentable (MoDePyS) que permita, bajo el adecuado entendimiento de las condiciones imperantes en el comercio internacional, consolidar, robustecer y expandir el aparato productivo nacional.

Ver en el diario

Entrevista en "Un día cualquiera"