lunes, 31 de diciembre de 2018

Primero que hay saber diagnosticar, después planificar y, al fin, gestionar los resultados (Segunda parte)

Primero que hay saber diagnosticar, después planificar y, al fin, gestionar los resultados (Segunda parte)


Por Lic. Guillermo Moreno*, Dr. Claudio Comari*, Lic. Norberto Itzcovich*


La planificación de las actividades de la compañía conlleva la toma de decisiones de las que derivarán, según su tino, beneficios o quebrantos.

Ellos, tendrán directa relación con el grado de coincidencia entre la realidad que finalmente acontezca, y el entorno esperado al momento de diseñar el plan de negocios anual de la empresa.

Teniendo en cuenta lo antedicho, en “Primero que hay saber diagnosticar, después planificar y, al fin, gestionar los resultados, (primera parte)”, BAE Negocios, 24-12-18, se analizó la Matriz de Riesgos 2019 (MR 19), circunscripta, esquemáticamente, a tres tipos de panorama:

el optimista (oficialista), que prevé una leve recuperación de la actividad económica;
el moderadamente pesimista, que presume la continuidad del actual escenario económico hasta el inicio del próximo período de mandato presidencial, y
el que anticipa la insustentabilidad del esquema vigente, previendo una disrupción económica con solución institucional.



Del análisis de la MR 19, se desprende con claridad que el escenario de disrupción económica con solución institucional, que a priori parecería ser el más severo desde el punto de vista político, resulta, a la vez, el que presenta mejores perspectivas para el futuro de las empresas.

Ello, porque al mismo tiempo que permite minimizar los riesgos, es el único abordaje que posibilita eyectarse con mayor velocidad de la crítica situación actual.

En efecto, si se produjera un cambio de rumbo que: restituya los equilibrios macroeconómicos fundamentales, dinamice el mercado interno, y mejore la competitividad internacional; la oportunidad de recuperar la rentabilidad empresarial, e incluso incrementarla, quedaría al alcance de la mano.

Despejar esta aparente contradicción entre gravedad institucional y beneficio económico resulta simple, sólo hay que repasar cuáles serían los rasgos principales de los diferentes entornos y las potencialidades que cada uno ofrece.

Optimista: una leve mejoría


Tal es la previsión y esperanza del oficialismo (y los “expertos” paraoficiales), en el marco de la próxima campaña electoral, para el discurrir económico del 2019.

Este panorama ofrece una expectativa de incremento del PIB muy moderada, por debajo del crecimiento vegetativo de la población, asentada en una buena performance de la producción agrícola, consecuencia de una campaña 20% mayor a la anterior (impactada por la sequía), y en una muy leve recuperación del consumo interno.

Asimismo, espera el gobierno: revertir el déficit comercial, atender adecuadamente los servicios de la deuda (utilizando para ello los desembolsos del FMI), que disminuyan significativamente las tasas de interés y de inflación, y que el tipo de cambio se mantenga dentro de las bandas de flotación establecidas por el BCRA.

Por lo tanto, las empresas que decidan sus “plan de negocios” en virtud de esta “mesa de arena”, serán proclives, entre otras providencias, a: endeudarse en dólares, ofrecer crédito comercial a mediano y largo plazo, aumentar sus stocks.

Moderadamente pesimista: una agonía prolongada


La continuidad de la actual coyuntura, hasta el comienzo del próximo período presidencial, implica la persistencia del angustiante contexto en el que se desempeñan las empresas desde hace ya tres trimestres.

En este marco, es esperable que el mercado interno siga deprimido, en tanto: no se reconstituya el poder de compra de los sectores populares, el comercio internacional siga en situación de desventaja para la producción local, y la política monetaria continúe imposibilitando el financiamiento empresario.

Por eso, es necesario atenerse a los criterios de la prudencia, buscando preservar la compañía, lo cual constituye un valor en sí mismo (1).

Por ello, se deberá:

• mantener una adecuada relación entre pagos y cobranzas, así como entre ventas y stocks,

• optimizar la situación crediticia (principalmente en cuanto a las deudas en divisas) y disminuir riesgos mediante instrumentos de cobertura, aun cuando ello implique gastos adicionales,

• prever correctamente las posibles modificaciones en las estructuras de costos, a partir de cambios en las listas de precios de los proveedores, provocados por factores externos a ellos (devaluaciones, aumentos de tarifas, etc.)

En consecuencia, disminuir la exposición parece ser una conducta sabia, en una macroeconomía hostil, donde mantener la empresa en marcha sería el mayor criterio de éxito, ya que, como dijimos oportunamente, “empatar es ganar”.

Disrupción económica con solución institucional: la resurrección


Finalmente, la opción de disrupción económica con solución institucional se presenta como la más severa en términos políticos, pero resulta, a la vez, la que presenta mayores oportunidades desde el punto de vista de los negocios empresarios.

Como afirmábamos en “Subir la tasa de interés: un remedio peor que la enfermedad” (BAE, 23-7-18): “…el gobierno ha concentrado todos sus esfuerzos en la contención de la tendencia ascendente del tipo de cambio, elevando la tasa de interés, y en consecuencia el costo del crédito, a niveles inauditos”.

El desastroso impacto de esta política se verifica en:

la economía real (2), donde un cúmulo de indicadores oficiales y privados da cuenta de la brutal recesión y de la destrucción de empleo registrado;
el Sector Financiero Ampliado, en el cual las instituciones bancarias corren riesgo de incobrabilidad de acuerdo con el grado de penetración crediticia alcanzado, en tanto, las ART y las compañías de seguros quedan expuestas al mismo peligro, respecto de los papeles de deuda que integran su cartera de inversión;
el Déficit Fiscal Total, dado que la velocidad de caída de la recaudación impositiva supera a la del recorte planeado en el gasto, con lo cual ni siquiera resultará posible alcanzar el resultado operativo esperado. Adicionalmente, las tasas de interés que paga el BCRA por sus pasivos remunerados espiralizan el rojo cuasifiscal.
Dadas estas circunstancias, los desequilibrios alcanzados son irresolubles y por lo tanto el colapso del esquema macroeconómico resulta inevitable.

Paradójicamente, del escenario disruptivo emergerá un rotundo viraje para la economía nacional, en un proceso de sentido contrapuesto al transitado hasta ahora, que permita restituir los equilibrios macro, dinamizar los mercados, y proteger al entramado social, en forma simultánea.

En ese marco, aprestar la empresa para tenerla en “aptitud”, en términos formales y en capacidad productiva, resultará decisivo para aprovechar las ventajas que ofrezca el nuevo escenario.

El espíritu emprendedor será el que marque la diferencia dado que, con un mercado interno floreciente y mejores condiciones externas en términos de competitividad, llegará la hora de capitalizar los buenos negocios.

El día después de mañana


En el artículo homónimo (BAE, 15-10-18), sosteníamos: “frente al clima de desazón que impregna a parte de la dirigencia política, económica y social, consideramos oportuno desgranar una visión sobre las condiciones necesarias para que la Argentina retome un sendero de desarrollo económico con justicia social de modo sustentable y permanente”.

Ante el nuevo esquema, las empresas se enfrentan a una perspectiva que abarca, claramente, dos etapas (3).

En la primera, de contingencia o transición, los estímulos de la demanda serán los pasos iniciales para emprender la recuperación, y así revertir, rápidamente, el deterioro causado por el actual proceso.

En la segunda, de mediano y largo plazo, deberá delinearse -e implementarse- un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS), que maximice el aprovechamiento de los dos vectores de competitividad de la economía nacional: la energía y algunos alimentos.

Así, por el lado de la demanda, el precio justo y razonable de estos últimos, permitirá recomponer el poder adquisitivo de los ingresos populares, impactando favorablemente en el crecimiento del consumo privado.

En tanto, desde la perspectiva de la oferta, la posibilidad de contar con precios energéticos adecuados a los valores de mercados comparables redundará en la baja de los costos totales de las empresas que la utilizan como insumo, y en la recomposición de su rentabilidad.

De manera sistémica y concomitante, la economía deberá incrementar significativamente sus capacidades productivas, mediante políticas que propicien un tipo de cambio competitivo, la administración del comercio exterior (para buscar la hegemonía de las empresas locales en el mercado doméstico), los superávits fiscal y externo (gemelos), y la convergencia de las tasas de inflación e interés a niveles internacionales.

Ellas, junto con un correcto set de precios relativos, acelerarán la dinámica inversora que aumente, por parte de las compañías que operan en nuestro territorio, la oferta de bienes y servicios en forma sostenida.



Queda claro, en consecuencia, que la mejor opción que puede presentarse para las empresas y sus trabajadores, en orden a las soluciones políticas disponibles que prevé nuestro marco institucional, es la de la disrupción del actual esquema económico y la rápida implementación de un esquema de contingencia o transición.

Ello permitirá generar las condiciones para recomponer tanto la rentabilidad empresarial como la plena ocupación de los factores productivos, y al mismo tiempo sentará las bases para el desarrollo económico permanente y sustentable que el conjunto de la Nación espera y merece.



1.- “En esta coyuntura económica: ¡atentos y vigilantes!”, BAE, 25-12-17.

2.- Cuando el oficialismo decide espiralizar las tasas de interés, la idea fuerza que subyace es que ello resulta, para la actividad económica, menos dañino que un tipo de cambio al alza. De esa manera, soslaya que en una economía bimonetaria como la nuestra, las empresas, en general, encuentran los mecanismos para continuar operando en contextos devaluatorios.

3- “Reflexiones sobre el modelo de desarrollo argentino”, BAE, 19-11-18.

4- Al reducir la proporción del ingreso requerido para la adquisición de alimentos (en virtud de la mejora de los precios relativos), aumenta la capacidad de consumo de bienes y servicios no alimentarios.

*MM y Asociados

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